“MIRAR SIN VER…”
Un grupo de amigos cenando en la casa de aquel que acostumbra citarlos (nunca falta el que está pendiente de fortalecer esos lazos pues piensa que es importante hacerlo; sea dicho de paso, cada vez son menos y por consiguiente, cada vez más los que creemos que todo lo demás es urgente por tanto, no lo hacemos). No falta quien durante la noche no deja de elogiar la comida o el cuadro; otros se enredan en una amena conversación que mientras no toque política, fútbol o religión la misma continúa – aquí no sólo se incluye la conversación, si no, también la misma relación - ; algunos se disponen a cooperar con el orden y ahí están levantando platos o lavando vasos y aparece uno que fija la mirada en el infinito seguramente mirando lo que los demás no ven. Empezamos a “ver” cuando dejamos de “mirar”.
“Mirar” es algo físico, lo hacemos con el cuerpo…propiamente con los ojos. Miramos algo concreto, palpable, medible y tal vez constatable. Digamos: una rica cena, un lindo cuadro, una apasionada conversación ó una ayuda genuina de quienes así lo dispusieron hacerlo con los dueños de casa.
“Ver” es bastante diferente, es algo que se hace con la mente y mejor si es que con el corazón.
Aquel que se quedó mirando el infinito, tal vez estaba viendo el cariño que tuvieron para invitarlo, el esmero en cocinar, los detalles en la mesa que denotaban interés, el afecto que demostraron, la unión que lograron… en fin, son tantas las cosas que no se pueden mirar pero si ver (el amor, el respeto, la cordialidad, la gentileza, el sacrificio, la intención o el esmero).
Viéndolo así, entendemos cómo personas no videntes – en otras palabras, ciegos – pueden ver pero no mirar, llamémoslo capacidad, decisión, voluntad o intención. De una u otra manera, nosotros al igual que ellos, vemos pasar el tiempo; sin embargo, ni ellos ni nosotros podemos mirarlo. Estas situaciones nos hacen ver - no mirar- que es bueno “… coincidir con gente que te haga ver las cosas que tu no ves, que te enseñen a mirar con otros ojos” (Mario Benedetti).
Tomando las palabras de Benedetti; es verdad, es bueno estar con quienes nos hacen ver lo que no vemos y más aún que nos enseñen a mirar con otros ojos. Cuando vemos con otros ojos, no vemos problemas…vemos soluciones , no vemos la desgracia,… vemos la gracia (esto para quienes aprendieron a verla), tampoco nos anclamos mirando el pasado…, avanzamos viendo el futuro y también aprendemos a ver el lado rosado cuando todo parece negro.
David decía refiriéndose a Dios: Cuando “veo” los cielos, obra de tus manos, la luna y las estrellas, me pregunto qué es el hombre…? (Sal. 8:3). Y es que solamente “vernos” a la luz de esa grandeza nos hace dar cuenta de nuestra insignificancia. Mirarnos no es suficiente para reconocernos y reconocernos es imprescindible para vernos.
Y es que a veces se nos pasa la vida “mirando” y no nos esforzamos en tratar de “…coincidir con gente que te haga ver las cosas que tu no ves, que te enseñen a mirar con otros ojos”.
Jean Carla Saba de Aliss
Pedagoga Social /Life Coaching