Superación: aprender a errar
¿Cuántos errores comete una persona en un día? ¿Y cuántos de esos errores asume?
Pese al esfuerzo y a las mejores intenciones, es inevitable que las personas cometan errores y que éstos puedan ser difíciles de asimilar, por lo que a veces no se admiten, en vez de asumirlos y superarlos. El sesgo de confirmación se impone y esto provoca que se comience a buscar cómo probar las creencias de cada individuo.
Los psicólogos denominan esto como disonancia cognitiva (el estrés que se experimenta cuando se tiene dos pensamientos, creencias, opiniones o actitudes contradictorias).
“La disonancia cognitiva consiste en lo que sentimos cuando el concepto que tenemos de nosotros mismos (soy inteligente, soy amable y estoy convencido de que esto es verdad) se ve confrontado por el hecho de que lo que hicimos no fue lo mejor, que lastimamos a otra persona y que esa creencia no es verdad”, dice Carol Tavris, psicóloga social y coautora del libro “Mistakes Were Made (But Not by Me)”.
Tim Herrera, editor de “Vida inteligente”, escribe en el New York Times: “Fracasaste totalmente en la presentación que iba a impulsar tu carrera, no cumpliste con la fecha de entrega con la que no podías fallar o dijiste algo que no debiste haber dicho. ¡El mundo se viene abajo! ¡Tu vida se acabó! ¡Todos recordarán este error por el resto de tu vida!, ¿verdad? No. Todos sabemos que eso no es cierto. Todo el mundo se equivoca y volverá a suceder. Pocas veces nuestros errores son tan grandes como los imaginamos y todos los demás tienen cosas más importantes que hacer que pensar en nuestros errores. Además, aunque es cierto que algunos errores son más importantes que otros —como darnos cuenta de que elegimos la profesión o la pareja equivocada— no tienen que ser los desastres del fin del mundo que percibimos. Así que respiremos profundo y entendamos que todo está bien y que el mundo no se desmoronará; luego, veamos cómo superarlo”.
CONTRA EL CAMBIO
De acuerdo con el Decision Lab, un centro de investigación de diseño conductual, “tendemos a interpretar las evidencias de una manera que hace parecer que nuestra idea anterior era mejor”. Queremos que nos vean como personas consistentes y reconocer que una decisión importante que tomamos fue un error, destroza esa imagen. Aquí nuestro cerebro trabaja contra el cambio en varios niveles y aumenta la dificultad de corregir un error importante en la vida.
“La vergüenza y el golpe a tu autoestima pueden manifestarse en formas ilimitadas —y algunas veces se siente que se están manifestando de todas las formas— y nuestra respuesta corporal al fracaso puede incluso parecerse a la de un dolor físico”, escribió Oset Babur el año pasado en un artículo de The New York Times acerca de cómo aprender del fracaso.
Entonces, sí: el primer paso para corregir un error garrafal es ser honesto y crítico con uno mismo y reconocer que en verdad fue un error. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero por lo menos se debería ser absolutamente honestos con nosotros mismos acerca del error en sí, no hay forma de dejarlo atrás.
El segundo paso es todavía más decisivo: aceptar que fue un error, pero no permitir que eso nos defina ni a nuestra autoestima.
“Ser demasiado críticos con nosotros mismos puede aumentar la ansiedad sobre algún tropiezo. Sin embargo, cavilar o rumiar sobre lo que sucedió es como una crítica angustiosa que se repite”, escribió Rachel Simmons en la guía del Times para superar el fracaso. “Los estudios han descubierto que cavilar —hacerse preguntas del tipo ‘¿cómo pude decir eso?’ o ‘¿por qué estoy tan ansioso?’— puede dañar la motivación de la persona y su capacidad para resolver problemas, además de aumentar las probabilidades de que caiga en una depresión. Esto sucede con mayor frecuencia en las mujeres”.
El verdadero trabajo empieza después de reconocer el desacierto y aceptar que se ha cometido un error. Desde luego, no hay dos errores idénticos, pero hay algunas formas prácticas de encontrar un camino hacia delante.
Si es posible, deja de pensar en eso. Si resulta que se trata de un error que se sigue cometiendo (una situación en la que se ha estado varias veces), haz todo lo que esté en tus manos para dejar de empeorar la situación.
De acuerdo con Marty Nemko, a partir de ahí, la salida no se presenta en modificaciones y decisiones enormes y repentinas que cambien la vida, sino en “pasitos de bajo riesgo”. Digamos que te diste cuenta de que elegiste mal tu profesión y que ya lo aceptaste. No pienses en ello en términos de sólo salir y renunciar mañana, sino más bien trata de pensar en formas muy pequeñas en las que podrías impulsarte hacia una profesión que sea más adecuada para ti.
Prueba en otras áreas para ver qué te interesa y en cuáles podrías verte construyendo una vida, luego retrocede con lentitud para descubrir cómo puedes llegar ahí. Debemos evitar precipitarnos a hacer algo; quizás por eso estamos en esta situación en primera instancia. Más bien, debemos construir gradual y metódicamente un plan para llegar adonde queremos ir, paso a paso.