La generación Z comienza a marcar su era

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Publicado el 20/01/2020 a las 0h00
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A diferencia de otras generaciones estos muchachos y muchachas empezaron a hacer historia en Bolivia en dos dimensiones paralelas. Aunque al parecer no todos son tan muchachos ni todas son tan muchachas irrumpieron políticamente no bajo una particular ideología ni dos, ni tres, pues son portadores de diversas causas ora contradictorias ora complementarias. Surgieron con un aire de introspección, metidos en su mundo de auriculares y pantallas, pero al mismo tiempo cuentan con amigos en todo el planeta. Es la Generación Z que irremediablemente se apresta a hacerse cargo de las riendas del destino de la hija predilecta del Libertador Bolívar.     

¿Quiénes son Z? A nivel internacional, sobre todo bajo patrones estadounidenses, a los jóvenes nacidos entre 1994 y el 2010 se les denomina la Generación Z. No han conocido un mundo sin internet y sin celular, y en gran medida un mundo sin la conexión de ambos en sus manos. Sufrieron en su entorno cercano los estragos de la Gran Recesión global. Y desde los atentados del 11-S en adelante están acostumbrados a vivir con la amenaza del terrorismo. También han heredado el mundo históricamente más afectado por la destrucción del medio ambiente.

En Bolivia se suman a las mencionadas algunas características y ciertas variantes. Los “z”, en la práctica y en su gran mayoría, sólo conocieron un presidente hasta la llegada de Jeanine Áñez. Vivieron la era de la bonanza de los altos precios del gas y las materias primas en general. Nacieron en la Bolivia predominantemente urbana y amenazada por la inseguridad ciudadana. Y son preocupados testigos de las mayores catástrofes ecológicas de la historia nacional.

En términos estrictamente demográficos, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), Bolivia suma actualmente 2.170.654 de ciudadanos y ciudadanas zeta. Constituyen el 18,78 por ciento de la población total. De ese estrato zeta, 1.710.000 ya son mayores de edad. De hecho, serán electores en mayo venidero, y sumarán más para las elecciones regionales de fines de año. Resultan el grupo etario más nutrido con capacidad de influencia política.

A ellos bien se podrían sumar varios cientos de miles de “millenials”, “x” y hasta “baby boomers” (las generaciones pasadas) que se adscriben a la idiosincrasia zeta. De hecho, en las frustradas elecciones del 20 de octubre, el 14 por ciento de los candidatos a parlamentarios, 2.668 postulantes, tenían entre 28 y 18 años. Así lo estableció la campaña “Protagonistas” que verificó la participación de jóvenes y mujeres en las listas de candidatos a la Asamblea Plurinacional. Es la cifra de candidatura joven más alta de la historia pues supera a la de 2014 (12 por ciento) y responde a la Constitución Política de 2009 que bajó el rango de edad para las candidaturas. Dados los sacudones políticos de finales de año, es probable que, para las justas de mayo, esa cifra se incremente y la bancada “z” resulte otra de las revelaciones electorales de 2020.

 Tanto para “zeta” globales como para “zeta” nacionales hay fenómenos adicionales que marcan a esta generación en sus formas de sentir, pensar y actuar.    

“Analizar la división generacional es algo muy importante, especialmente en Bolivia -dice el sociólogo Franco Gamboa Rocabado-. Según los censos de población, la población joven, de entre 18 y 35 años, es la que siempre ha destacado en la estructura de edades. En ese escenario, los ‘zeta’ bolivianos coinciden con la ciudadanía digital, con las características sociales de todo lo que significa la influencia del internet. Ello se convierte en un patrón no sólo de intercomunicación, interrelación e interdependencia, sino también en una forma de identidad. Por primera vez en la sociedad boliviana estamos expuestos a una identidad múltiple: ya no destaca sólo la identidad de género, la étnica o la social ligada con las ideologías, sino, sobre todo, destaca la identidad de la globalización digital”.

Los “z”, también llamados “centennials”, constituyen, además, una generación particular, debido a los “shocks” que ha experimentado la sociedad planetaria en las últimas décadas. Por ello, pueden, a diferencia de anteriores generaciones, ser más flexibles a la hora de identificarse con la edad. “Hoy, la idea de la juventud o la posibilidad de vivir como joven, ya no se cierra con tener menos de 30 años -dice el sociólogo Mauricio Sánchez Patzy-. Alguien puede tener 40, 50 o incluso 60 años y, sin embargo, puede demostrar una actitud muy joven. Es una sociedad donde la idea del envejecimiento se ha transformado”.

Según diversos estudios, los “zeta” o “centennials”, dadas sus circunstancias, en buena medida son más introvertidos, sobrios en sus hábitos e individualistas. También más estudiosos, autosuficientes y autodidactas. Resultan sistemáticamente más selectivos de sus relaciones y de la forma en que quieren desarrollarlas. Son más recelosos de su intimidad y muestran una mayor tendencia a la depresión y al aislamiento.  

“Han crecido en un mundo con más tensiones cotidianas, académicas, laborales y familiares, en medio de nuevos y complejos modelos de familia –explica la psicóloga Lina Allorto Molina–. Son muchachos que frecuentemente no salen de sus casas, mejor dicho, de sus propias habitaciones. Están en sus mundos virtuales o también muy propios hasta que las redes de su interés los convocan o las redes en general hierben. Entonces pueden movilizarse y reaccionar de maneras impensadas”.

 

EL GRAN PROBLEMA “Z”

Uno de los elementos que marcan a los “z” con mayor tensión tanto dentro como fuera de Bolivia constituye el problema del empleo. Los “centennials” están dispuestos a trabajar duro, pero en pos de la debida recompensa. Buscan empleos que les brinden mayor seguridad y para ello estudian, se preparan más y aspiran a ser muy versátiles para conjurar cualquier riesgo de cesantía.

“Probablemente la demanda central de los ‘zeta’ es la inestabilidad laboral y la carencia de empleos fijos -explica Gamboa-. Lo que muchos sociólogos y economistas previeron como la posibilidad de una liberalización y flexibilización laboral se ha expresado ahora como una inestabilidad laboral permanente para estos jóvenes. No tienen trabajos fijos ni seguros, independientemente del grado de preparación. La gran mayoría de esta generación tiene estudios universitarios completos, pero igualmente no logran insertarse en el mercado laboral. En los últimos 20 años este mercado se ha caracterizado por una flexibilización atroz, altas tasas de desempleo y pocas fuentes ingreso seguro”.

Y si bien su demanda central constituye el trabajo estable, los analistas advierten que otra característica constituye su dispersión política y ruptura con las ideologías clásicas. A los “zeta” los caracterizan sus formas de activismo. Toman militantemente diversas banderas. Bien pueden apoyar clásicas concepciones de anarquía, liberalismo o socialismo o concentrarse en causas específicas como el feminismo, el cambio climático, el humanismo, el pacifismo, la defensa de la niñez, la vida animal, etc.        

“En los ‘zeta’ lo ideológico–político se ha ido condensando en una multiplicidad, ya no de ideologías, sino de imaginarios -explica Franco Gamboa-. Se conectan a lo digital y son imaginarios múltiples. Ya no estamos divididos entre izquierda y derecha, tampoco entre revolucionarios, pragmáticos e indiferentes, sino que hay una multiplicidad enorme”. “Estos jóvenes se han enfrentado a un mundo basado en una política unidimensional (izquierdas y derechas) con sus respectivas cargas -dice a su vez Sánchez-. Parece que, entre los más jóvenes, estas visiones maniqueas han empezado a abrirse y romperse, vinculan sus aspiraciones individuales con determinados activismos. Las movilizaciones de octubre y noviembre parecen abrir la posibilidad de que ellos, la generación zeta, pueden aportar la idea de otra manera de estar en Bolivia”.

 

SU IRRUPCIÓN EN BOLIVIA

Consta en los registros que las movilizaciones contra el Gobierno de Evo Morales se intensificaron el último trimestre de 2019 gracias a los activismos. Hasta principios de octubre las protestas no llegaban a ser masivas y tenían escasa presencia juvenil. Si algo de este sector destacaba, era que tenían características femeninas nucleadas bajo activismo de género como las Kuña mbarete y las Resistencia Femenina de Santa Cruz. Sin embargo, organizaciones ambientalistas reforzaron y dieron cuerpo a los primeros cabildos ya a principios de aquel mes en vehemente reacción por los incendios de la Chiquitanía.

“Entre mis alumnos e incluso entre mis pacientes durante ya varios meses previos a la elección pude notar cómo bullía poco a poco una reacción juvenil -recuerda Allorto-. Siento que diversas expresiones misóginas y violencia machista del MAS precipitaron hasta subliminalmente la movilización de muchas mujeres. Ni qué decir la forma en que hirieron la visión ecologista en la que militan miles de jóvenes. Creo que los estrategas electorales del MAS se anclaron en una lógica y conceptos marxistas que se están agotando en el tiempo y no entendieron lo que las nuevas generaciones sienten y piensan”.

Obviamente a los “zeta” se les hallan también diversas debilidades y defectos. Su introspección les crea patrones de conducta con tendencias hacia la irrespetuosidad y la asociabilidad. Su individualismo tiende a volverlos hedonistas. Y no precisamente son apegados a la lectura y la formación cultural, pues tienden a tener un conocimiento superficial basado en textos breves de las redes sociales. Pero en el momento de actuar, para bien o para mal, saben cómo reaccionar y a dónde acudir.

 

SU FUTURO PODER

“Esta generación de los ‘zeta’, cuando hace activismo político, gracias a la tecnología, el internet y las redes sociales tiene una notable característica -explica Gamboa-, es capaz de expresar sus demandas de una manera mucho más nítida, fuerte e inmediata. (…) Tiene una musculatura terrible para expresarse debido a la tecnología y a su interdependencia global con resto del planeta. Entran en contacto inmediato con gente de su generación en otras partes del mundo. Eso sí, por ahora, eso no se traduce en algo que vaya más allá, hacia la formación de liderazgos e institucionalidad, que es un gran déficit”.      

     Y el mayor desafío de esta generación parece enmarcarse precisamente en la formación de liderazgos. La aparición, aun accidentada y contradictoria, de nuevos actores políticos es tomada como un indicador por los analistas. Paralelamente instan a que se trascienda la ya clásica idea del liderazgo en Bolivia.

“Se debe dejar de pensar en la idea del caudillismo o el caciquismo -explica Sánchez-. Evo Morales profundizó un modelo premoderno del liderazgo. Si hay una transformación de la manera tradicional y se sale de los mecanismos clientelares, de las componendas y las alianzas mafiosas, habrá una base. Si se empieza a valorar el diálogo, la convivencia, el respeto al otro, el debate para planificar con ideas, entonces sí se cambiará. Habrá entonces un relevo generacional hacia un liderazgo mejor”.

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