Agricultura urbana: De lo convencional a lo sostenible
En Cochabamba, la agricultura urbana se ha convertido en una práctica cada vez más relevante, brindando soluciones a múltiples desafíos socioeconómicos y medioambientales. Aunque comúnmente se asocia con la producción de alimentos a pequeña escala destinados al consumo familiar, la agricultura urbana va más allá, contribuyendo al combate de la pobreza, fortaleciendo la resiliencia económica en tiempos de crisis, promoviendo una alimentación sostenible y cuidando el medioambiente.
Según el boletín Ciudadatos, que ofrece datos del estudio sobre agricultura urbana familiar en el área metropolitana Kanata, elaborado por Ciudadanía Comunidad de Estudios Sociales y Acción Pública; la rápida urbanización en Cochabamba ha generado una expansión urbana desordenada, con consecuencias como la reducción de la población rural, inseguridad alimentaria, pérdida de biodiversidad, cambio en el uso del suelo y aumento del desempleo. Ante este panorama, la agricultura urbana emerge como un desafío para mejorar la calidad de vida de las personas, contribuir a la salud del medioambiente, reducir desigualdades y fomentar la producción de bienes comunes.
Si bien la práctica de la agricultura urbana se lleva a cabo en huertos, terrazas, jardines y parcelas familiares en espacios reducidos, también se desarrolla en parcelas agrícolas empresariales en la interfase urbano-rural, utilizando técnicas intensivas de producción para la comercialización de alimentos a mayor escala.
Según los estudios realizados, se destaca que las hortalizas y las frutas son los principales alimentos cultivados en la agricultura urbana. Sin embargo, la falta de espacio en los hogares y la falta de tiempo son algunas de las razones mencionadas por las personas que no practican la agricultura urbana en sus viviendas.
Un aspecto destacable es el enfoque sostenible de la agricultura urbana, con un bajo uso de abonos y pesticidas químicos. El 76% de las familias que cultivan alimentos en el área metropolitana de Cochabamba afirman no utilizar productos químicos, prefiriendo el uso de compost y estiércol como abonos orgánicos.
Además, se observa una diferencia de género en la práctica de la agricultura urbana, siendo las mujeres las principales cultivadoras de alimentos, con una diferencia promedio de 10 puntos porcentuales en comparación con los hombres. Esta disparidad se acentúa en áreas urbanas, donde la diferencia supera los 10 puntos, mientras que en áreas periurbanas se reduce a 5 puntos. Los hombres jubilados, desempleados y estudiantes son los que menos participan en el cultivo de alimentos.
La agricultura urbana en Cochabamba también presenta una relación directa con el nivel de ingresos familiares. Las familias de menor ingreso (hasta Bs. 1.400 mensuales) se dedican en mayor medida a la práctica agrícola urbana, con una diferencia promedio de 18 puntos en comparación con las familias de mayor ingreso (superior a Bs. 4.500 mensuales).
AGROECOLOGÍA
Un ejemplo destacado de agricultura urbana se encuentra en la zona de Huayllani, donde el proyecto de apoyo de Ciudadanía en la transición hacia prácticas agroecológicas y sostenibles ha impulsado la producción de alimentos sanos y la protección del medioambiente. Los agricultores urbanos de Huayllani han experimentado beneficios significativos a través de la implementación de técnicas agroecológicas, fortaleciendo sus capacidades productivas y mejorando su seguridad alimentaria.
La agricultura urbana en Cochabamba se posiciona como una alternativa con múltiples beneficios, no solo en términos de producción de alimentos, sino también en la generación de empleo, el fortalecimiento de la resiliencia económica y la promoción de prácticas sostenibles. Recuperar las prácticas tradicionales, fomentar el consumo de alimentos locales y empoderar a los agricultores urbanos son estrategias clave para seguir impulsando esta importante iniciativa en la ciudad.
En Cochabamba, un grupo de familias se ha unido en un proceso de agricultura urbana, convirtiendo sus hogares en espacios de producción sostenible. Estas familias reciben apoyo de diversas instituciones. Su objetivo es compartir experiencias y promover la producción agroecológica con el desarrollo territorial y el cuidado del medio ambiente, bajo la coordinación de Ciudadanía.
En la zona, Ciudadanía ha brindado apoyo a 14 familias de agricultores urbanos desde el año pasado, implementando huertos urbanos y promoviendo técnicas agroecológicas. Valentina Orozco, una de las participantes del proyecto, cuenta con dos unidades de producción, una ubicada en la zona Esmeralda y otra en Huayllani.
“Yo estoy agradecida por este proyecto, este terrenito es herencia de mi mamá, y aquí he podido sembrar las semillitas y ya tengo varios productos para mi consumo y un poquito llevo a vender”, señala Valentina.
A través del proyecto, Valentina ha podido cultivar una variedad de productos, incluyendo vainas, tomates, rábanos, lechugas, papas, arvejas, cebollas y cebollines.
“Estoy alegre cuando cosecho, miro mis frutos y me siento muy feliz. Estoy agradecida con este proyecto, por toda la ayuda, porque como todo fresco, tengo diabetes y yo tengo que consumir mucha verdura. Al año estaré mejor, con todas las capacitaciones ya no me voy a aplazar y voy a mejorar toda mi siembra. A veces no quiero vender nada, quiero para mi consumo no más (ríe)”, añade.
La iniciativa ha permitido a Valentina y a otras familias aprender nuevas técnicas de cultivo y reducir el uso de químicos en sus producciones. A pesar de los desafíos, como la falta de agua en la zona, Valentina ha recurrido a realizar un pozo privado para el riego de sus cultivos, demostrando su compromiso con la agricultura sostenible y su gratitud hacia el proyecto.
Por su parte, Germán Callejas Almaraz, presidente de la OTB Huayllani, ha elogiado el apoyo brindado, el cual les ha permitido mejorar sus prácticas de siembra y producción de alimentos de manera adecuada. Callejas resalta la importancia de practicar la agroecología como un medio para preservar la salud y reconectarse con las tradiciones agrícolas.
“Debemos practicar más la agroecología, lo que significaría conservar la salud. Yo me he criado con maíz, mote, choclo, etc., y ahora no se quiere producir todo eso. Creo que con este aprendizaje vamos a volver a sembrar y a realizar nuestros propios abonos”, afirmó Callejas.
Gracias al proyecto, se ha logrado establecer un sistema de distribución en el cual el 25% de los productos se destina al mercado de Sacaba, mientras que el 75% restante se reserva para el consumo de las familias de la comunidad. Callejas explica que, si bien todavía se conserva esta práctica, se espera mejorar aún más mediante la implementación de tecnologías recomendadas por expertos.
Callejas enfatiza la importancia de transmitir los conocimientos adquiridos a las futuras generaciones y a las familias. Callejas recuerda con cariño las enseñanzas de su abuelita y su madre, quienes solían decir que las mejores cosechas eran destinadas a la venta, mientras que los alimentos más pequeños se destinaban al consumo familiar. Ahora, según Callejas, es el momento de disfrutar lo mejor de la cosecha y vender el excedente.
Además, en este sector de la comunidad, aún se mantiene una producción de manzanitas que crecen sin la necesidad de fumigar, siendo destinadas al consumo de los vecinos que disfrutan de esta fruta.
Alberto Lizárraga, profesional agrónomo y responsable del proyecto en Ciudadanía, destaca la importancia del proyecto en el cambio de enfoque de las prácticas agrícolas convencionales hacia sistemas alimentarios sostenibles. La meta principal es asegurar la soberanía alimentaria de las familias participantes, promoviendo la producción local y el consumo de lo que ellos mismos cultivan. Además de proveer insumos como semillas, abonos orgánicos y materiales para los cercos.
Ciudadanía está realizando talleres de capacitación y fortalecimiento de conocimientos en el manejo de huertos, fomentando la autonomía y el desarrollo de habilidades de los agricultores urbanos.
El proyecto cuenta con el financiamiento de la cooperación belga, a través de la institución internacional SOS Faim, y destina una partida para inversiones en insumos certificados por el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF). Además, se promueve la producción de semillas propias y se brinda asesoramiento para mejorar la calidad de las mismas.
Tania Ricaldi, investigadora del Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San Simón, destaca la importancia de estos espacios de encuentro entre productores y consumidores, resaltando los beneficios de la producción saludable y el respeto por la naturaleza. Se enfatiza la necesidad de fortalecer conocimientos, mejorar capacidades y promover cambios en la forma de vida para garantizar la producción de alimentos en las áreas urbanas y rurales.
La agricultura urbana en Cochabamba se muestra como una alternativa que impulsa la producción sostenible, fortalece la seguridad alimentaria, genera empleo y promueve prácticas respetuosas con el medio ambiente. Estas familias de agricultores urbanos, respaldadas por el proyecto de Desarrollo Territorial Sostenible de Ciudadanía, demuestran el poder transformador de la agricultura en las ciudades y nos invitan a reflexionar sobre nuestras formas de producción y consumo.