Brecha digital: la diferencia entre ser actores o espectadores pasivos
Ciberactivista
Hay varios avances en conectividad e iniciativas digitales en Bolivia pero el rol estructural del país en el mundo de la tecnología no ha cambiado. Seguimos siendo un país al margen y nada indica que estemos cambiando este orden.
En 2014, solo el 40% de las y los bolivianos se conectaban a Internet (INE, 2014), Bolivia tenía una de las coberturas más bajas de Latinoamérica. Hasta finales de 2016, se ha dado un boom de conectividad y hemos subido 26 puntos porcentuales, lo que equivale a decir que 67% de la población se conecta al menos una vez al mes (AGETIC, 2017). Y la tendencia es a subir.
Somos más en Internet pero nos conectamos de una manera precaria, el 96% de las conexiones son de tecnología móvil (módem USB, celulares y tabletas), según la ATT. Es decir, se tiene la ventaja de tener conexión mientras se está fuera de casa, del trabajo o del centro educativo pero al no contar con conexión domiciliaria y computadora de escritorio conectada a Internet, la conexión nos resigna a un rol de espectadores pasivos, chateadores compulsivos, cuidadores de megas.
Debido a la predominancia de este rol pasivo experimentamos como sociedad la tecnología de algunas maneras específicas y poco halagadoras. Esta es la razón de por qué la mayor preocupación de usuarios y usuarias de Internet es aprender a manejar bien las redes sociales y el Whatsapp, y muy rara vez conocer plataformas de aprendizaje en línea tanto para aprender como para dictar clases. También es la razón por qué las instituciones públicas no privilegian recursos para limpiar sus bases de datos de manera que puedan publicarlas y promover el gobierno abierto en colaboración con la ciudadanía. Y también es la razón de por qué los bancos están dispuestos a invertir en apps pero no en educación bancaria digital para incrementar su uso. Solo el 9% de las y los internautas han hecho un pago por Internet. Es una mala inversión de la banca.
Este rol pasivo frente a la tecnología, la falta de experiencia en la navegación, es también la razón por la que varias personas incrementan sus vulnerabilidades y posibilidades de ser víctimas de fraudes en línea y delitos digitales como ciberextorsión, grooming, linchamiento digital, ciberbullying, trata de personas, suplantación de identidad, entre algunos otros.
Y es también la razón para concentrarnos en la tecnología (los equipos y el software) en un emprendimiento tecnológico antes que en la ciudadanía o usuarios.
En resumen, se aprovecha muy parcialmente las grandes oportunidades que abre Internet y se eleva los riesgos de ser víctima de algún delito en espacios digitales. La mayoría de las personas usan Internet como quien conduce un Lamborgini para ir a comprar el pan a la esquina cuando podríamos viajar a tantos lugares.
Parte de la solución a este problema que define nuestro rol frente a la tecnología es la alfabetización digital en el sentido de enseñar a usuarios y usuarias a aprovechar mejor la tecnología que tienen y a que se apropien de hábitos más seguros para reducir riesgos en su navegación pero hay más cosas que hacer en política pública y privada: invertir en mejora de infraestructura externa e interna, es decir, la red que trae Internet al país y la que distribuye Internet dentro del país; introducir en la currícula de colegios, institutos y universidades programación de software y ciencia de datos entre otras varias materias; cambiar el chip de consumidor pasivo por otro de soberanía tecnológica entendida como soberanía estatal y soberanía individual, orientar la digitalización de empresas e instituciones, fortalecer el sistema de ciencia y tecnología, desarrollar ecosistemas de economía digital y varias líneas más. Esto es, motivar el ingreso del país a la sociedad de conocimiento, a convertirse en actor de esta historia.