“Juanquis”: una historia de amor que se alimenta cada día

22/08/2019

Sus manos siempre están ocupadas, con la izquierda levanta y sostiene el pan, con la derecha pone una milanesa tibia que fue cuidadosamente preparada y rebosada en bastante huevo; agrega papa hervida y cortada; una porción de ensalada, “sin cebolla”, “con harto locotito”, “sin picante”, “completo”, son las frases que se escuchan entre los comensales.

Acomoda el sándwich en una bolsa cortada en un extremo, porque la milanesa es mucho más grande que el pan; toma una servilleta y lo entrega a quien observó en “primera fila” el proceso de preparación y que, luego de un mordisco, empezará a saciar el hambre que ataca vorazmente a media mañana.

Esta acción se repite una y otra vez en la puerta del Colegio San Agustín, en el puesto de venta de los tradicionales “Juanquis”.

Lucía Triveño y Juan Carlos Covarrubias son fundadores y propietarios de los Juanquis, los famosos sándwiches de milanesas que acompañaron y acompañan a miles de estudiantes, universitarios, profesionales y familias.

Triveño, desde los nueve años, ayudó a su mamá a vender dulces y golosinas en un quiosco en la puerta de ese colegio, con los años heredó el puesto sin pensar que ahí nacería este exquisito producto.

En 1981, empezó a vender: “Un alumno de la promo 81 me dijo que en los recreos ya no quería comer dulces, sino algo salado como un sándwich. Yo pensaba que no vendería, al día siguiente traje cinco y terminé todos, al otro día diez y así nació”.

Después de casi 40 años de aquella mañana, Lucía y su esposo empezaron a dedicarse tanto a su negocio que más que ser una extensión de su quiosco se convirtió en un emprendimiento independiente.

Su rutina inicia a las 17:00 cuando se dirige a la frial para comprar carne fresca y otros ingredientes. Despierta a las 03:30 de la madrugada y empieza con los preparativos que le demoran por lo menos tres horas. A las 06:30 se alista, desayuna junto a su familia y cargan todo a la bicicleta que los acompaña desde sus inicios y se dirigen a la puerta del colegio.  Cuando llegan, a las 08:30, algunos ya esperan con ansias los sándwiches.

En la puerta se forma una fila que a veces parece interminable pero a la hora del recreo, dentro el colegio los estudiantes forman otra fila y tienen prioridad de atención. No necesita libretas para aprenderse los pedidos, pues conoce de memoria los gustos de todos sus fieles clientes.

A las 11 de la mañana, es casi imposible encontrar un Juanqui, los oficinistas, universitarios, estudiantes ya arrasaron con todos.

Triveño, muy emotiva, manifiesta su agradecimiento y cariño a los sacerdotes, profesores, alumnos y exalumnos del colegio San Agustín: “Doy muchas gracias al colegio, es una familia para mí, ellos siempre están pendientes de nosotros. Aquí empecé y aquí voy a morir”, dice con mucha seguridad demostrando pasión por lo que hace.

Dedicarse con todos sus sentidos a este emprendimiento es parte de su esencia, cuando alguna vez faltó a su negocio por salud o vacaciones se sintió incompleta.

“En las vacaciones escolares no puedo estar en mi casa, le digo a mi marido ‘vamos a sentarnos al colegio’. Cuando falto un día me siento muy mal”.

Su medicina contra todo mal, es hacer feliz a con sus “Juanquis”. “Cuando alguna vez me puse mal, venía y solo me sentaba mientras mi hija atendía y así me puse mejor”, recuerda.

Todos fracasaron al intentar convencerlos de abrir un local e incluso salir del país porque para la pareja el propósito va más allá de las ganancias económicas. Aseguran que lo que ellos quieren es seguir juntos y servir sus “Juanquis” en el colegio.

El amor que la pareja se tiene es muy intenso. Su esposo asegura que ninguno puede vivir sin el otro. “Tenemos que estar unidos los dos. Ella sin mí no vive y yo sin ella no vivo. Aquí nos hemos conocido”, recuerda Juan Carlos.

La pareja que está a pocos años de festejar su Boda de Oro, tiene dos hijos: Marco Antonio y Verónica y dos nietos Nataly y Juan Carlos.

“Juanquis”: una historia de amor que se alimenta cada día

Para Lucía no existen recetas secretas, el único ingrediente que potencia todo es el cariño y el amor. “Les voy a dejar toda la receta pero cuando lo abran no va a haber letras, va a estar mi corazón. Porque las cosas se deben hacer con el corazón”.

Este año, exalumnos del colegio San Agustín les entregaron un reconocimiento para destacar todos sus años de trabajo donde se puede leer el lema: “Porque no hubo un solo día que faltase un delicioso Juanqui en nuestra trayectoria del colegio y no habrá agustino que no lo recuerde”.

Sin lugar a dudas, cualquier persona que se considere amante de la comida local tiene que haber probado un Juanqui, el sándwich por excelencia que está respaldado por casi 40 años de sabor.

Créditos redacción: 

Redacción: 
Romane Paredes

Créditos fotografía: 

Fotos: 
Carlos López
Producción audiovisual: 
Gerardo Bravo