“Chaco”, un corto muy largo
Jessica Sanjinés
Ciudadana plurinacional
Sin ser una experta en la materia, me lanzo a decirlo: “Chaco” es la mejor película bélica que se ha hecho en Bolivia. O yendo algo un poco más allá: “Chaco” es la película mejor película histórica que se ha hecho en Bolivia. Lo digo sin mayor temor a equivocarme, porque entiendo que su director, Diego Mondaca, insiste en que su primer largo no es ni una película de guerra ni una película histórica, al menos en sentido estricto. Lo ha sentenciado también la crítica internacional biempensante: ‘Chaco” es una cinta antibelicista y con pretensión de actualidad (virtudes a las que debería apuntar cualquier obra de guerra y de época que se precie).
Si he partido por ensalzar las cualidades de “Chaco” es porque son incontestables. Hablo de sus cualidades técnicas, que no son menores para la filmografía boliviana, tan dada a la autoparodia involuntaria cuando cede a sus ambiciones más absurdas. El más mínimo esfuerzo por recordar las más grandes producciones nacionales de corte histórico nos lo demuestra, quizá con “Wara Wara” como única excepción. “Amargo mar”, “Boquerón” o “Insurgentes”, por nombrar solo algunas, son patéticos ejemplos del abismo que separan las buenas intenciones de los cineastas de su capacidad real para recrear hechos históricos de magnitud.
“Chaco” produce un extrañamiento inevitable porque, pese a ser una película de guerra y de época, está bien hecha. Su director entiende que para hablar de las miserias de la Guerra del Chaco, se puede mirar su contracampo, la “no guerra”. Es como si Mondaca fuera el único cineasta boliviano que leyó “El pozo”, de Augusto Céspedes, y comprendió que ahí había una película en potencia.
Mondaca entiende bien esa lección narrativa de Céspedes, pero no así otra fundamental que está en la misma obra, a saber, que esa historia se acomoda mejor a un relato corto, un cuento. Es extraño, porque los trabajos anteriores del cineasta se inscriben dentro del corto y mediometraje documental. Mientras que su primera incursión en la ficción acaba siendo un largo al que le sobran minutos y circunloquios argumentales. “Chaco” sacrifica la contundencia de su relato para encajar en los moldes del cine festivalero más convencional: el largo de ficción. Y así le va bien.