<p> Cada día, don Carlos Bazualdo, de 80 años, se asienta en la puerta de un conocido banco de la ciudad para pedir limosna. Y es que&nbsp; “el abuelito”, como lo llama la gente que se topa con él al salir de la entidad bancaria, usa los 300 bolivianos de su renta Dignidad para pagar el alquiler de un cuarto, en un barrio al norte de la ciudad.&nbsp;&nbsp;</p> <p> Con los 50 bolivianos que le quedan paga el agua y la energía eléctrica. Así ya no le queda nada para alimentarse y menos para sus deseos.</p> <p> “A la tercera edad ya no nos quieren dar trabajo y con el Bono Dignidad vivo en alquiler, ahora cobro el 2 de cada mes, porque mi cumpleaños es el 2 de marzo”, contó al recordar cómo fue que terminó pidiendo limosna en la calle y luego en la puerta del banco, donde se ha establecido desde hace un año.</p> <p> Antes de llegar al banco estuvo por la avenida Santa Cruz, luego en la América y la Pando. Sabe que sólo yendo a lugares con “movimiento” tiene más oportunidades de conseguir 50 centavos, un boliviano o una ayuda más generosa. Todo lo que recolecta lo usa para comer, remedios y para lo que falte pagar.</p> <p> Su mejor día es cuando le invitan el almuerzo, porque entonces podrá “ahorrar” lo que la gente le dé. A veces reúne 20 bolivianos, otros 30 y hasta 40. “El día que me invitan almuerzo me ahorro para una emergencia”, explicó.</p> <p> Además de la gente que le regala una moneda están sus ángeles: don Carlos, el sereno del banco; Anita, una vecina del barrio, y Andrea, una joven que trabaja en una telefónica.</p> <p> A don Carlos le tiene una gratitud inmensa, porque le regaló los lentes y la dentadura postiza. También a Anita que le lleva comida casi todos los días. En tanto, “Andrea es bien buenita, me trae comidita. Una vez hacía frío y me regaló un edredón”.</p> <p> “El abuelito” afirmó que la gente es buena. “Las personas, sobre todo, las que manejan bastante dinero, son amables, compasivas”, aseguró. Contó con lágrimas que: “Lo que más me agrada es que me dicen: abuelito te queremos, me abrazan, soy feliz”. Siguió: “A veces me dicen abuelito te queremos harto y ni siquiera me conocen”.</p> <p> En aquellos días cuando empezó a pedir limosna, luego de su última de siete operaciones por un problema en los intestinos y hernias, y cuando tenía hambre y sed cree haber visto a Dios.</p> <p> Contó que estaba debajo de un árbol en la avenida Santa Cruz y un hombre se le acercó, le invitó un pan “redondito” y un jugo de naranja. Explicó: “Al día siguiente dije quién será ese caballero, pensaba mucho en él y un día yendo al estadio el mismo hombre se me apareció y me dijo: ‘Te recuerdas de mí’. Sí, me diste un pan. Me puse a llorar, una señora salió y me dijo, por qué lloras, no hay nadie”. Por eso, ora todos los días en ese lugar.</p> <p class="rteindent1"> &nbsp;</p> <p class="rteindent1"> <strong>SE VINO DEL BENI</strong></p> <p class="rteindent1"> <strong>Perdió contacto con su familia</strong></p> <p class="rteindent1"> Carlos Bazualdo nació en Cochabamba el 2 de marzo de 1938. A sus 17 años quedó huérfano de padre, se fue al cuartel y luego a trabajar en el Beni, “en el monte sacando madera”.</p> <p class="rteindent1"> &nbsp;</p> <p class="rteindent1"> Hace 10 años se vino del Beni desahuciado, pero luego de varias operaciones en el Gastro se repuso. Perdió contactó con sus hermanos hace años y con sus hijas y esposa desde que se vino del Beni.</p>

<p> Cada día, don Carlos Bazualdo, de 80 años, se asienta en la puerta de un conocido banco de la ciudad para pedir limosna. Y es que  “el abuelito”, como lo llama la gente que se topa con él al salir de la entidad bancaria, usa los 300 bolivianos de su renta Dignidad para pagar el alquiler de un cuarto, en un barrio al norte de la ciudad.  </p> <p> Con los 50 bolivianos que le quedan paga el agua y la energía eléctrica. Así ya no le queda nada para alimentarse y menos para sus deseos.</p> <p> “A la tercera edad ya no nos quieren dar trabajo y con el Bono Dignidad vivo en alquiler, ahora cobro el 2 de cada mes, porque mi cumpleaños es el 2 de marzo”, contó al recordar cómo fue que terminó pidiendo limosna en la calle y luego en la puerta del banco, donde se ha establecido desde hace un año.</p> <p> Antes de llegar al banco estuvo por la avenida Santa Cruz, luego en la América y la Pando. Sabe que sólo yendo a lugares con “movimiento” tiene más oportunidades de conseguir 50 centavos, un boliviano o una ayuda más generosa. Todo lo que recolecta lo usa para comer, remedios y para lo que falte pagar.</p> <p> Su mejor día es cuando le invitan el almuerzo, porque entonces podrá “ahorrar” lo que la gente le dé. A veces reúne 20 bolivianos, otros 30 y hasta 40. “El día que me invitan almuerzo me ahorro para una emergencia”, explicó.</p> <p> Además de la gente que le regala una moneda están sus ángeles: don Carlos, el sereno del banco; Anita, una vecina del barrio, y Andrea, una joven que trabaja en una telefónica.</p> <p> A don Carlos le tiene una gratitud inmensa, porque le regaló los lentes y la dentadura postiza. También a Anita que le lleva comida casi todos los días. En tanto, “Andrea es bien buenita, me trae comidita. Una vez hacía frío y me regaló un edredón”.</p> <p> “El abuelito” afirmó que la gente es buena. “Las personas, sobre todo, las que manejan bastante dinero, son amables, compasivas”, aseguró. Contó con lágrimas que: “Lo que más me agrada es que me dicen: abuelito te queremos, me abrazan, soy feliz”. Siguió: “A veces me dicen abuelito te queremos harto y ni siquiera me conocen”.</p> <p> En aquellos días cuando empezó a pedir limosna, luego de su última de siete operaciones por un problema en los intestinos y hernias, y cuando tenía hambre y sed cree haber visto a Dios.</p> <p> Contó que estaba debajo de un árbol en la avenida Santa Cruz y un hombre se le acercó, le invitó un pan “redondito” y un jugo de naranja. Explicó: “Al día siguiente dije quién será ese caballero, pensaba mucho en él y un día yendo al estadio el mismo hombre se me apareció y me dijo: ‘Te recuerdas de mí’. Sí, me diste un pan. Me puse a llorar, una señora salió y me dijo, por qué lloras, no hay nadie”. Por eso, ora todos los días en ese lugar.</p> <p class="rteindent1">  </p> <p class="rteindent1"> <strong>SE VINO DEL BENI</strong></p> <p class="rteindent1"> <strong>Perdió contacto con su familia</strong></p> <p class="rteindent1"> Carlos Bazualdo nació en Cochabamba el 2 de marzo de 1938. A sus 17 años quedó huérfano de padre, se fue al cuartel y luego a trabajar en el Beni, “en el monte sacando madera”.</p> <p class="rteindent1">  </p> <p class="rteindent1"> Hace 10 años se vino del Beni desahuciado, pero luego de varias operaciones en el Gastro se repuso. Perdió contactó con sus hermanos hace años y con sus hijas y esposa desde que se vino del Beni.</p>

Cada día, don Carlos Bazualdo, de 80 años, se asienta en la puerta de un conocido banco de la ciudad para pedir limosna. Y es que “el abuelito”, como lo llama la gente que se topa con él al salir de la entidad bancaria, usa los 300 bolivianos de su renta Dignidad para pagar el alquiler de un cuarto, en un barrio al norte de la ciudad.

Cada día, don Carlos Bazualdo, de 80 años, se asienta en la puerta de un conocido banco de la ciudad para pedir limosna. Y es que “el abuelito”, como lo llama la gente que se topa con él al salir de la entidad bancaria, usa los 300 bolivianos de su renta Dignidad para pagar el alquiler de un cuarto, en un barrio al norte de la ciudad.