<p class="rtejustify" dir="ltr"> El necio eres tú porque te quedas mirando cuando hay mucho por hacer. Mucho por pelear, denunciar y destapar. No vale que te quedes sentado, leyendo, y te indignes por las eternas violaciones a la ley, por la enorme cantidad de feminicidios o porque pides a gritos intervenciones militares a países cercanos.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Eres inmadura cuando crees que no queda nada por hacer, mientras sostienes que sólo conviene tener fe en las generaciones futuras, debido a que la tuya no tiene arreglo.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Si te fijas bien es gracias a pocas e insistentes mujeres y hombres de tu generación que, lentamente, las cosas están cambiando y el cambio se refleja en tus hijos, sobrinas, nietos o ahijadas.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Está aquel muchacho de 17 años que ayuda a un ciego a caminar por la calle; está ese niño que guarda su envase de yogurt, ya usado, en su mochila y lo bota al basurero al llegar a su casa, y no a la calle; están los chicos y chicas que trabajan en un restaurante, sirviendo en las mesas o ayudando al maestro de las pizzas, y que en lugar de pedir dinero a sus padres, ganan un salario.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Aún más lejos, lejísimos, está en la India una chiquita de 13 años, llamada Anjali, que detuvo su boda porque recordó el número 1098. Un número telefónico donde contestan personas que ayudan a detener bodas ilegales de menores de edad.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> En todos estos muchachos y niñas hay un común denominador. Es la educación. Ellos han aprendido, dentro de ese tejido social denominado familia, acciones que luego requerimos a los gritos: poner la basura en su lugar, aprender a resguardar los derechos y a respetar a la ley.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Sin embargo, están también los jóvenes que repiten la sarta de estupideces que se dicen y hacen en casa, y que las vemos y escuchamos como normales. Entre ellas están “no barras tu cuarto esa es tarea de mujercitas” o “haz pis en la calle, nadie se dará cuenta”. Posteriormente habrá tan solo un paso para que ese chico tire la basura en cualquier parte, corte un árbol porque le estorba, cruce el semáforo en rojo, golpee a un ser indefenso, viole o se transforme en un asesino en potencia.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Entonces no te quedes mirando y luego sólo te lamentes. Cuando veas que alguien tire un papel, una cáscara o una bolsa en la calle, levántalo y devuélvelo al perpetrador. Cuando escuches un llamado de auxilio proveniente de una mujer o veas a un hombre manosear a una muchacha, di algo, toma una foto o impide el acto.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> No te quedes inmóvil, vuelto un cadáver social, envuelto en la bruma narcotizante de las redes sociales.</p> <p class="rtejustify"> &nbsp;</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> <strong><em>La autora es máster en comunicación empresarial y periodista</em></strong></p>

<p class="rtejustify" dir="ltr"> El necio eres tú porque te quedas mirando cuando hay mucho por hacer. Mucho por pelear, denunciar y destapar. No vale que te quedes sentado, leyendo, y te indignes por las eternas violaciones a la ley, por la enorme cantidad de feminicidios o porque pides a gritos intervenciones militares a países cercanos.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Eres inmadura cuando crees que no queda nada por hacer, mientras sostienes que sólo conviene tener fe en las generaciones futuras, debido a que la tuya no tiene arreglo.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Si te fijas bien es gracias a pocas e insistentes mujeres y hombres de tu generación que, lentamente, las cosas están cambiando y el cambio se refleja en tus hijos, sobrinas, nietos o ahijadas.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Está aquel muchacho de 17 años que ayuda a un ciego a caminar por la calle; está ese niño que guarda su envase de yogurt, ya usado, en su mochila y lo bota al basurero al llegar a su casa, y no a la calle; están los chicos y chicas que trabajan en un restaurante, sirviendo en las mesas o ayudando al maestro de las pizzas, y que en lugar de pedir dinero a sus padres, ganan un salario.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Aún más lejos, lejísimos, está en la India una chiquita de 13 años, llamada Anjali, que detuvo su boda porque recordó el número 1098. Un número telefónico donde contestan personas que ayudan a detener bodas ilegales de menores de edad.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> En todos estos muchachos y niñas hay un común denominador. Es la educación. Ellos han aprendido, dentro de ese tejido social denominado familia, acciones que luego requerimos a los gritos: poner la basura en su lugar, aprender a resguardar los derechos y a respetar a la ley.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Sin embargo, están también los jóvenes que repiten la sarta de estupideces que se dicen y hacen en casa, y que las vemos y escuchamos como normales. Entre ellas están “no barras tu cuarto esa es tarea de mujercitas” o “haz pis en la calle, nadie se dará cuenta”. Posteriormente habrá tan solo un paso para que ese chico tire la basura en cualquier parte, corte un árbol porque le estorba, cruce el semáforo en rojo, golpee a un ser indefenso, viole o se transforme en un asesino en potencia.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Entonces no te quedes mirando y luego sólo te lamentes. Cuando veas que alguien tire un papel, una cáscara o una bolsa en la calle, levántalo y devuélvelo al perpetrador. Cuando escuches un llamado de auxilio proveniente de una mujer o veas a un hombre manosear a una muchacha, di algo, toma una foto o impide el acto.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> No te quedes inmóvil, vuelto un cadáver social, envuelto en la bruma narcotizante de las redes sociales.</p> <p class="rtejustify">  </p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> <strong><em>La autora es máster en comunicación empresarial y periodista</em></strong></p>