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<p class="rtejustify"> La injusticia y la corrupción van del brazo, en Washington y La Paz. Recuerdo cuando la integración forzada impuso a media docena de estudiantes negros, afroamericanos les llaman ahora, en mi sureña universidad en Estados Unidos. En bailongos del comedor donde su servidor marcaba los carnés estudiantiles, los agraciados morenos, que entonces pusieron de moda los peinados afro de sus enmarañados cabellos (que tal vez reemplazaron a los dolorosos “planchados” copiados de los “blancos”), destacaban su gracia rítmica, que alguna rubia anglosajona imitaba de reojo.</p> <p class="rtejustify"> En corrillos comentábamos cuando la policía “plantó” a uno de ellos un par de porros de cannabis, y le sentenciaron a un calvario en la cárcel.</p> <p class="rtejustify"> Es relativo el cambio de los tiempos. Por ejemplo, hoy la justicia, en Estados Unidos y en Bolivia, se define por el color de la piel y el grosor de la billetera. Un expresidente estadounidense, evidente evasor de impuestos, cachañea la cárcel con abogados caros en estrados gringos. En nuestro país, los adláteres de un prorroguista amante de la carne tierna y su parte de contratos amañados obtuvieron oportunas “amnistías”; para colmo fueron reelegidos. En ambas naciones, una poderosa y otra miserable, reina la corruptela, y muchos duermen con la pistola bajo la almohada.</p> <p class="rtejustify"> Yo no me anoto en la barra brava de ningún equipo. Sin embargo, son notorios los parecidos. En el norte, es plausible que atraigan al incitador de insurrecciones y falsos gastos para defraudar al Estado. Es más, es posible que lo reelijan en 2024, donde desde ya tiene la adhesión de muchos fanáticos de armas llevar. Un poco de dólares por aquí, y alguna televisora sirve de altavoz; otro poco de verdes por allá, y algún periódico resalta su demagogia por acullá. Su país sigue resentido por los <em>carpetbaggers</em> que maletín en mano “asesoraban” a ignorantes exesclavos: el racismo medroso y resentido cundió hasta en regiones otrora liberadoras. Afecta a negros, latinos y asiáticos, sean de religión budista, islamista o judía. El asalto al Capitolio y el asesinato y balaceras sin sentido son quizá sintomáticos de cosas peores que podrían sobrevenir. Una segunda guerra civil no está fuera del tapete.</p> <p class="rtejustify"> En el sur, lo que restaba de Bolivia quedó escindida por nativos ricos dejados fuera del banquete de los conquistadores, e indígenas dóciles para escarbar oquedades minerales en el occidente. Un oriente despoblado donde también se cuecen habas, pero más afín a la mezcla de sangres que caracteriza la versión boliviana del mestizaje latinoamericano. La ignorancia enclaustrada de la gente fomentó el auge de ideologías foráneas pasadas de moda. El vaivén de rapaces civiles y militares desembocó en una turba cocalera aliada con pichicateros que forzaron una republiqueta casi independiente en el Chapare. La coca-cocaína cocalera fue reemplazada por la ayahuasca bananera. Amparados por una falacia étnica, el “ahora nos toca” fue consigna para saquear al Estado y salir impunes con oportunos indultos del “dedazo” presidencial, en tiempos de un fugaz auge de exportación de materias primas.</p> <p class="rtejustify"> Habían sido cortados por la misma tijera, la chola ratera y el mestizo vivillo no perdieron la oportunidad de ratear fortuna apenas escapó el autócrata “originario”. Hoy el mundo se revuelca en un tema urgente y trascendental en el que se juega el destino del hogar planetario donde subsistimos: la crisis medioambiental. El ribete oculta los tentáculos del monstruo: mares contaminados, selvas taladas, especies en peligro de extinción, basura apilada en las calles. En aras de un progreso ficticio que beneficia a capitalistas del desperdicio, se reemplazaron por envases de plástico las bolsas de tela que antes cobijaban insumos de primera necesidad. Antes fue el agujero de la capa de ozono; ahora el negro carbón, las chimeneas industriales, la quema de bosques, y los vehículos de combustible fósil siguen eructando humaredas siniestras que contaminan la atmósfera.</p> <p class="rtejustify"> Insisto en que la actual pandemia de Covid, y las que vendrán, tienen vinculación con tal orgía medioambiental. Puede ser que los quijotes de antaño hayan hecho mitosis en involucrar mayores grupos de la población preocupados por los desmanes de unos pocos: nipones que saborean <em>sushi</em> de pescados raros de océanos desguarnecidos; chinos que degustan especies silvestres; “latinos” que no entienden la sobrepesca en ríos marinos abundantes; ricachones de restaurantes caros que acaban muslos de rana de lagos andinos, o huevecillos de esturión de mares asiáticos. ¿Llegarán a tiempo las medidas de mitigación?; ¿adoptará la gente las precauciones de reciclaje?</p> <p class="rtejustify"> Tal vez es un caso de demasiado poco, demasiado tarde. La tecnología avanza en explorar la Luna y Marte para que afortunados compren espacio en naves colonizadoras, mientras los políticos roban, quizá para sus pasajes.</p> <p class="rtejustify"> </p> <p class="rtejustify"> <strong><em>El autor es antropólogo, win1943@gmail.com</em></strong></p>
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<p class="rtejustify"> La injusticia y la corrupción van del brazo, en Washington y La Paz. Recuerdo cuando la integración forzada impuso a media docena de estudiantes negros, afroamericanos les llaman ahora, en mi sureña universidad en Estados Unidos. En bailongos del comedor donde su servidor marcaba los carnés estudiantiles, los agraciados morenos, que entonces pusieron de moda los peinados afro de sus enmarañados cabellos (que tal vez reemplazaron a los dolorosos “planchados” copiados de los “blancos”), destacaban su gracia rítmica, que alguna rubia anglosajona imitaba de reojo.</p> <p class="rtejustify"> En corrillos comentábamos cuando la policía “plantó” a uno de ellos un par de porros de cannabis, y le sentenciaron a un calvario en la cárcel.</p> <p class="rtejustify"> Es relativo el cambio de los tiempos. Por ejemplo, hoy la justicia, en Estados Unidos y en Bolivia, se define por el color de la piel y el grosor de la billetera. Un expresidente estadounidense, evidente evasor de impuestos, cachañea la cárcel con abogados caros en estrados gringos. En nuestro país, los adláteres de un prorroguista amante de la carne tierna y su parte de contratos amañados obtuvieron oportunas “amnistías”; para colmo fueron reelegidos. En ambas naciones, una poderosa y otra miserable, reina la corruptela, y muchos duermen con la pistola bajo la almohada.</p> <p class="rtejustify"> Yo no me anoto en la barra brava de ningún equipo. Sin embargo, son notorios los parecidos. En el norte, es plausible que atraigan al incitador de insurrecciones y falsos gastos para defraudar al Estado. Es más, es posible que lo reelijan en 2024, donde desde ya tiene la adhesión de muchos fanáticos de armas llevar. Un poco de dólares por aquí, y alguna televisora sirve de altavoz; otro poco de verdes por allá, y algún periódico resalta su demagogia por acullá. Su país sigue resentido por los <em>carpetbaggers</em> que maletín en mano “asesoraban” a ignorantes exesclavos: el racismo medroso y resentido cundió hasta en regiones otrora liberadoras. Afecta a negros, latinos y asiáticos, sean de religión budista, islamista o judía. El asalto al Capitolio y el asesinato y balaceras sin sentido son quizá sintomáticos de cosas peores que podrían sobrevenir. Una segunda guerra civil no está fuera del tapete.</p> <p class="rtejustify"> En el sur, lo que restaba de Bolivia quedó escindida por nativos ricos dejados fuera del banquete de los conquistadores, e indígenas dóciles para escarbar oquedades minerales en el occidente. Un oriente despoblado donde también se cuecen habas, pero más afín a la mezcla de sangres que caracteriza la versión boliviana del mestizaje latinoamericano. La ignorancia enclaustrada de la gente fomentó el auge de ideologías foráneas pasadas de moda. El vaivén de rapaces civiles y militares desembocó en una turba cocalera aliada con pichicateros que forzaron una republiqueta casi independiente en el Chapare. La coca-cocaína cocalera fue reemplazada por la ayahuasca bananera. Amparados por una falacia étnica, el “ahora nos toca” fue consigna para saquear al Estado y salir impunes con oportunos indultos del “dedazo” presidencial, en tiempos de un fugaz auge de exportación de materias primas.</p> <p class="rtejustify"> Habían sido cortados por la misma tijera, la chola ratera y el mestizo vivillo no perdieron la oportunidad de ratear fortuna apenas escapó el autócrata “originario”. Hoy el mundo se revuelca en un tema urgente y trascendental en el que se juega el destino del hogar planetario donde subsistimos: la crisis medioambiental. El ribete oculta los tentáculos del monstruo: mares contaminados, selvas taladas, especies en peligro de extinción, basura apilada en las calles. 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Puede ser que los quijotes de antaño hayan hecho mitosis en involucrar mayores grupos de la población preocupados por los desmanes de unos pocos: nipones que saborean <em>sushi</em> de pescados raros de océanos desguarnecidos; chinos que degustan especies silvestres; “latinos” que no entienden la sobrepesca en ríos marinos abundantes; ricachones de restaurantes caros que acaban muslos de rana de lagos andinos, o huevecillos de esturión de mares asiáticos. ¿Llegarán a tiempo las medidas de mitigación?; ¿adoptará la gente las precauciones de reciclaje?</p> <p class="rtejustify"> Tal vez es un caso de demasiado poco, demasiado tarde. La tecnología avanza en explorar la Luna y Marte para que afortunados compren espacio en naves colonizadoras, mientras los políticos roban, quizá para sus pasajes.</p> <p class="rtejustify"> </p> <p class="rtejustify"> <strong><em>El autor es antropólogo, <a href="mailto:win1943@gmail.com">win1943@gmail.com</a></em></strong></p>
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