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<p class="rtejustify"> A propósito de los 212 años de su gesta libertaria, “Cochabamba” viene del quechua “cocha-pampa”, de “cocha”, “lago-laguna”, y “pampa”, “llanura”, es decir “el lago de la llanura” o “laguna inundada”; el pueblo cochabambino es descendiente de los quechuas. Cochabamba es una tierra con una exuberante riqueza geográfica y se dice que su clima atemperado es el que cautiva. “El Cochabambino —dice Arguedas— no concibe otro cielo mejor, otro clima más bondadoso, otros aires más puros que el cielo, el clima y los aires de Cochabamba (…)”. Es claro que el autor hace esta apreciación a inicios del siglo XX, lo que nos recuerda que no debemos ignorar que la Cochabamba de antaño ha sido reemplazada por un espacio urbano polucionado y segregado: a pesar de esto, no deja de ser una ciudad agradable, con espacios turísticos que evocan el pasado, su historia, su heroísmo, sus calles y plazas ofrecen el encanto de la espesura de sus árboles, sus regiones tropicales en que reina un verano sempiterno, donde uno puede embriagarse de naturaleza, y sin olvidar sus valles, con extensas planicies, campos fecundos, verdaderos jardines; de ahí se dice que Cochabamba era considerada “el granero de Bolivia”, esto es, que nos recuerda a una región eminentemente agrícola.</p> <p class="rtejustify"> Sobre el espíritu de sus habitantes, “se nos atribuye a los cochabambinos —dice José Roberto Arze— algunos defectos como la envidia y la ingratitud, algunas virtudes como el patriotismo y sentido de bolivianidad, el quijotismo, la honorabilidad (…) un trotamundismo o andarieguismo indetenible, una imaginación (o facundia) indominable, etc. (…)”. Ese sentido de bolivianidad viene enraizado a sus luchas por la independencia, a la revolución del 14 de septiembre de 1810, a la defensa de las heroínas de la Coronilla, y otros; asimismo, el amor propio a lo suyo constituye un quijotismo sublime: “para el cochabambino —decía Benjamín Guzmán— no hay país como Cochabamba, ni río como el Rocha, ni campiña como Cala Cala, ni cordillera como el Tunari, ni talento como el de Baptista, ni austeridad como la de Granado (…)”, y cuando se cita otra de las virtudes del cochabambino emerge el “andarieguismo indetenible” al referirse a su espíritu emprendedor y viajero, de ahí se dice que si la luna fuese habitable, hasta en ella se encontrarían cochabambinos y banderitas de chicha. Relativo al desborde imaginativo que tiene el cochabambino, Arguedas sostenía que los cochabambinos son muy imaginativos y Unamuno hizo notar que lo que había en Cochabamba no era precisamente imaginación, sino facundia, es decir, la facilidad de palabra, de ahí se dice que en Cochabamba hay más oradores que escritores, y más poetas y novelistas que ensayistas. </p> <p class="rtejustify"> Finalmente, es de suponer que tal impacto telúrico y la existencia tranquila propia del valle se ha reflejado también en la literatura, sobre todo en la poesía: se dice que no hay poeta cochabambino que no haya incorporado algún elemento telúrico en sus versos; claro está que Cochabamba ha dado al país un contingente enorme de escritores, artistas y líderes políticos de todos los matices, algunos exóticos y pomposos de vocabulario, entre ellos, recordaremos algunas figuras entre los más destacados: Nataniel Aguirre, con Juan de la Rosa una de sus obras maestras de la literatura hispanoamericana del siglo XIX; Demetrio Canelas, uno de sus destacados periodistas director y fundador de “La Patria” de Oruro y Los Tiempos de Cochabamba; Man Césped, poeta que halló su estímulo en la riqueza geográfica; Adela Zamudio, una de las representantes del género femenino que ha honrado a las letras bolivianas; ahora bien ya decíamos que el alma cochabambina es la palabra, hasta el punto de justificar la anomia y fisgona redondilla: - Temo ¡ay!, amigo Morales, morirme aquí en Cochabamba/Pero ¿qué temes? - ¡caramba! /Los discursos funerales.</p> <p class="rtejustify"> Uno de los grandes oradores de esta tierra cochabambina fue don Mariano Baptista Caserta, cuyo eco perdura aún en los oídos de las nuevas generaciones. La vida política fue y sigue siendo activa en Cochabamba, de ahí que podemos citar algunos ideólogos y lideres políticos como Juan Quirós; José Antonio Arze, quien fue precursor de la autonomía universitaria; Sergio Almaraz Paz, Marcelo Quiroga Santa Cruz, y en ensayo científico a Martín Cárdenas. Y no se pueden terminar estas aproximaciones sin antes referirnos a Lara, un notable artista cochabambino, exponente de la literatura indigenista, quizá porque su literatura nos hace vibrar con el alma de nuestros pueblos: en uno de sus versos evoca la desolación con una enorme carga simbólica: “(…) ya es huajcha callado y sin alas, mi amor (…)”, pinta el desamparo con un vocablo quechua y que, sin duda, es más nuestro, más de acuerdo con nuestra sangre quechua. </p>
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