La industria de la “vanidad” y sus riesgos en Bolivia
Un “retoque”, una “planchadita”, una “tuneadita”, una “levantadita” son, entre otros, los eufemismos populares que definen a las rinoplastías, liposucciones e implantes de senos o glúteos. Estas operaciones tienen un creciente auge, alque suma también una serie de justificativos. “Para que tenga más seguridad personal”, “para que sea más bella (o bello)”, “para asegurarse de ganar la corona de miss”, “para tiempos en que la imagen manda” …Obviamente no todo implica justificaciones estéticas, un cierto porcentaje (no más del 30 por ciento) implica el trabajo de los especialistas en cirugía plástica, reconstructiva y funcional.
Pero la vanidad manda, a nivel mundial estas intervenciones se incrementaron en progresión geométrica. La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) estima que en 2019 hubo 23 millones de procedimientos estéticos en el planeta. Añade que anualmente los casos aumentan en un 9 por ciento. Sin embargo, los porcentajes son muy superiores especialmente en cuatro países de América, por lo que lideran el ranking: EEUU, Brasil, México y Colombia. A nivel mundial las cirugías más demandadas son: aumento de senos, liposucción, remodelación de la nariz, arreglo de párpados y abdomen plano, en ese orden
No hay aún estudios específicos sobre Bolivia, sin embargo, los galenos consultados señalan que en el último lustro este tipo de intervenciones se incrementaron aproximadamente en un 65 por ciento. Sólo en Santa Cruz se pasó de 1.200 cirugías en 2014 a más de 1.800 en 2019, entre Cochabamba y La Paz suman una cantidad similar, mientras que en el resto del país las cifras son mucho menores.
Según el Servicio Departamental de Salud (Sedes) de Santa Cruz, la cantidad de centros médicos de cirugía estética y reconstructiva subió de 75 en 2015 a 85 en 2019. Valga destacar que en 2015 un 65 por ciento de esos establecimientos trabajaba de manera ilegal. Empero, tras una serie de sucesos polémicos, decenas de estos lugares regularizaron su situación.
CLÍNICAS ILEGALES
“Estimo que debe haber hasta 15 clínicas que trabajan ilegalmente – señala Nadir Salaues, el presidente de la Sociedad de Cirugía Estética de Santa Cruz y pastpresidente a nivel nacional-. Hay mucha impunidad de esta gente, no le da valor a la vida; por ganarse unos pesos, no miden las consecuencias. Por eso, se debería penalizar y realizar controles muy estrictos”. Salaues lamenta que, debido a una falta de control y normativas, en los últimos años se han registrado 15 muertes causadas por médicos sin especialidad e incluso por esteticistas.
Y en el escenario de los datos surge uno singular para Bolivia. Mientras que, según la ISAPS, en países como EEUU o Brasil la cantidad de decesos por cirugías plásticas es de una por cada 55.000, dadas las cifras de los últimos años, en Bolivia se produce aproximadamente una cada 4.000. La mayoría de los casos a manos de médicos no capacitados.
El problema se complejizó debido al boom de la cirugía plástica que se desató en el país en la última década. El mercado se amplió por los bajos costos de estos procedimientos debido al tipo de cambio, situación que atrajo a cientos de pacientes argentinas, paraguayas y, sobre todo, brasileñas. Pero también se incrementó el número de interesados nacionales.Las intervenciones cuestan en el país están entre 1.500 y 3.000 dólares, casi un tercio menos de los costos en otros países.
“Como es un buen negocio surgieron y llegaron más especialistas -dice el salubrista Enrique Mendoza-. También llegaron mejores equipos y se construyeron modernos centros de atención. Los costos se abarataron, las ofertas se multiplicaron. Hasta se sofisticaron con anuncios tipo ‘tour de salud’, pero también han surgido perversiones. En varios casos el ‘tour’ sólo era camuflaje para abaratar aún más los costos, llevando a las convalecientes a lugares de recuperación indebidos. Hubo cirugías raras que más parecían prácticas para cambios de personalidad de fugitivos de la ley. También se ha formado una especie clanes que captan o manejan clientes para convertirlas en misses o modelos. Y sólo cuando hay tragedias se destapan muchas cosas que luego se vuelven a acallar”.
UN CASO “EJEMPLAR”
En Bolivia, varios de los casos fatales y de los que derivaron en otras complicaciones que surgieron a la luz estuvieron relacionados a este tipo de intervenciones amañadas. Basta señalar el ya conocido caso de Richard Alexander Challampa Bejarano, responsabilizado por la reciente muerte de la modelo cochabambina Nataly Céspedes. Challampa, entre 2015 y 2018, acumuló ya cuatro procesos legales en su contra.
“Ya en 2015 nosotros le iniciamos dos acciones legales por lesiones graves y gravísimas –explica el abogado René García–. Fue a raíz de intervenciones de cirugía plástica que realizó en dos personas de nacionalidad brasileña y luego patrociné también a una ciudadana boliviana. Pese a las órdenes de aprehensión él no pudo ser hallado, luego supimos que se había ido a EEUU. Las ciudadanas brasileñas afectadas por muy graves daños en sus cuerpos se resignaron a retornar a su país; la boliviana también dejó el caso al ver que carecía de cooperación de la Policía y de la Fiscalía. En 2018 este médico volvió a ser objeto de otra denuncia similar, el Ministerio Público lo aprehendió, pero creo que al otro día lo soltaron”.
Sorprendentemente, ya en mayo de 2015, la Sociedad Boliviana de Cirugía Plástica confirmó que Challampa no tenía autorización para someter a pacientes a cirugías, sin embargo, continuó fungiendo como tal. “Estimo que ha debido realizar unas 100 cirugías –informa Salaues–. No sabemos cuántas de esas pacientes sufren hoy las secuelas de los errores e improvisaciones en las que incurrió. Quién sabe si aparezcan nuevas víctimas que hayan decidido no quedar calladas”.
El 23 de marzo, Roberta René Silva, una estudiante brasileña de Medicina, de 24 años, se sometió a una reducción de senos y de abdomen. Pagó 2.500 dólares por la intervención que le realizó Challampa en una clínica de la zona de Pampa de la Isla. A los días experimentó un cuadro infeccioso en las mamas y el abdomen. Sus senos tenía enormes cicatrices verticalesincluso en el derecho perdió el pezón. A la vez, su vientre presentaba marcas negruzcas y alteraciones en la piel.
En enero de ese año, en el mismo lugar, Challampa ya había sumado otra víctima brasileña: Raildes Aires da Costa Galvao de 34 años. En su denuncia señala: “Tengo los senos caídos y una cicatriz abdominal muy fea y siento mucho dolor. Cuando traté de arreglar, él me ofreció 2.000 dólares para que me callara y después desapareció”.
Por su parte, la boliviana Indira Ardaya confió en Challampa para la realización de una rinoplastia y una dermoplastía. Denunció secuelas discapacitantes a raíz de ambas intervenciones. Además, el 3 de julio de 2018, otra connacional, Andy Céspedes Araúz de 34 años acusó a Challampa por lesiones graves y leves, luego de haberse sometido a una cirugía de senos.
NO SÓLO MUERTES
“No sólo hablamos de muertes, sino de yatrogenia o las alteraciones negativas del estado del paciente producidas por los médicos –precisa Salaues–. Hay casos de muchachas a las que les aplican sustancias derivadas de los hidrocarburos, como los metacrilatos o el aceite de avión, para el busto o los glúteos. Se les dice ‘belleza para hoy, desgracia para mañana’, porque esos metales pesados a los tres o cuatro años decantan y se van apropiando de articulaciones, músculos, nervios. Surge la necrosis y se debe proceder a mutilaciones, migran incluso al pulmón, al corazón y al cerebro. Sufren una penuria terrible”.
Tanto Salaues como García consideran urgente no sólo el incremento de los controles, sino el dictado de una normativa que frene la práctica de la cirugía estética no especializada. “Como no se logró definir adecuadamente lo que es mala praxis en el Código Penal no hay una tipificación como delito de este tipo prácticas –dice García–. Entonces se debe adecuar a la figura de lesiones graves y gravísimas”. Por su parte, Salaues reclama una ley como las que rigen en México o Costa Rica. “Esto sólo se va a frenar con una fuerte medida y un fuerte control de los Sedes – afirma–. En esos países todo procedimiento quirúrgico plástico debe ser realizado por el cirujano plástico. Con esa ley todos los que incumplen quedan al margen o son severamente castigados con cárcel”.
Para Mendoza, lo urgente, además, radica en una maduración social. “Es necesario que médicos, pacientes y autoridades comprendamos el rigor que implica una intervención traumática en el organismo como es una cirugía estética –advierte –. Por una coquetería, alguien puede morir o quedar discapacitado o condenado a una vida muy complicada. Es un negocio que ya ha desatado graves problemas en EEUU, Inglaterra y diversos países con sistemas de salud muy avanzados. Por eso, se observan problemas tan graves acá. Ya hubo en 2013 reclamos formales desde Brasil por la muerte de ciudadanas de ese país en Bolivia en esta clase de circunstancias”.
El especialista, así como sus pares, recomienda que quienes decidan someterse a este tipo de intervenciones exijan y verifiquen todas las garantías del caso. Instan además a que antes se pregunten si el paso que van a dar realmente es necesario. “Ninguno de nuestros cirujanos reconocidos se va a ofender porque le pidan su certificado de especialista y porque averigüen en el Colegio Médico y el Sedes si es especialista. Tenemos profesionales muy bien capacitados, de muy alto nivel que realizan todos los exámenes prequirúrgicos para prevenir cualquier riesgo”.