Bolivia pluricultural, crónica de una utopía
La revolución democrática y cultural que iniciara Evo Morales Ayma el año 2006 en Bolivia trajo mucha ilusión a diversos sectores de la población, quizá al tan diverso 80 por ciento que votó por él esperando un verdadero cambio. Los que hacen la cultura boliviana, con todo ese amplio espectro del que está compuesta --tal como su hermosa geografía--, se sintieron esperanzados pensando que las exclusiones llegarían a su fin.
En los 11 años transcurridos, en los hechos, para el sector cultural nada realmente revolucionario pasó, salvó los consabidos cambios de nombre y de status: de Viceministerio de Cultura a Ministerio de Culturas; y las millonarias contrataciones para algunos cuantos iluminados.
Si bien “cultura” es un término grave y señorial, porque a través de o gracias a ella los seres humanos que conforman los pueblos logran superar sus miserias, crecen, se unen, se identifican y, sobre todo, no se sienten deshabitados; a la hora de la verdad –“aquí y en la quebrada del ají”-- nunca hay presupuesto para hacer cultura, nunca hay personal y el ser y hacer cultura resulta siempre siendo una cosa “fácil”, reservada a un puñado de bohemios que suelen pasarla bien viviendo de sus sueños y del aire. ¿Para qué más?
En los últimos cinco años, por el Ministerio de Culturas han pasado dos autoridades, Pablo Groux (2012-2015) y Marko Machicao (2015-2016) y sus gestiones se resumen en las respuestas a las siguientes interrogantes:
¿Qué se logró con Groux? “En la gestión de Pablo Groux se establecieron seis mesas de trabajo a partir de las cuales se empezó a esbozar propuestas de acción más allá de diagnosticar y reconocer las necesidades específicas de cada campo (legislación, sostenibilidad, circulación, comunicación, relaciones internacionales y cultura viva comunitaria)”, dice el colectivo TelArtes, creado hace no más de cinco años y conformado por la mayor parte de instituciones, centros, actores y gestores culturales de Bolivia. “Fue en este marco de reuniones –agrega– que se empezó a trabajar participativamente el Anteproyecto de la Ley Marco de Culturas, así como su estrategia de socialización; siendo estos espacios concertados entre personeros ministeriales, de rangos jerárquicos y técnicos, y representantes de TelArtes, los que dieron orientación a la intencionalidad de gestión de lineamientos culturales emprendidos por el Ministerio de Culturas y Turismo”.
¿Qué se logró con Machicao? “En la gestión de Machicao –sostiene TelArtes– se retomaron las mesas de trabajo durante el 2015 y 2016, sosteniéndolas para retrabajar y revisar el anteproyecto, también para tocar temas concernientes con circulación y comunicación cultural. Estas mesas detonaron ideas centrales de gestión ministerial como la consideración de la cumbre de economía y culturas, y la necesidad de contar con indicadores culturales, tanto económicos como de consumo cultural”.
¿Qué cosas esperó TelArtes de la gestión de Groux y Machicado que no se cumplieron? “Al ministro Groux no le alcanzó el tiempo para lograr que el anteproyecto de Ley entrara para su análisis a la Asamblea Legislativa, cuyo compromiso y visión definieron el rumbo de la institucionalidad ministerial. A la gestión del ministro Machicao le faltó comprender la dinámica cultural, su alma estaba en turismo, y el enfoque economicista que sostuvo impidió tender puentes de concreción de estrategias al margen de los indicadores solicitados inexistentes”.
¿Cuál fue la debilidad del Ministerio en las dos anteriores gestiones? “El Ministerio de Culturas y Turismo carece de fortaleza institucional. Su reciente creación responde más a la imagen de sostenimiento de un discurso (Revolución democrática y cultural) que a un marco de acciones por fortalecer la identidad del Estado Plurinacional (misión del Ministerio). Su debilidad es similar al de los niveles subnacionales con las secretarías o direcciones de cultura. Por un lado, se desconoce el campo de atención real en el que debe desplegar acciones, dando lugar a una confusión conceptual y procedimental de lo que se entiende por cultura o por el campo cultural, y de qué manera gestionarlo. Por el otro, la debilidad es estructural, del esquema gubernamental, reflejándose en el peso discursivo, la orientación financiera o el despliegue normativo para sostener. Se carece de visión para impulsar la gestión de las expresiones culturales. En este difícil escenario, a Groux le faltó presupuesto y más equipo técnico. A Machicao le faltó mística y autoconvencimiento en lo cultural”.
Turismo, la prioridad
“Bajo el argumento de que es rentable y se tienen reportes del movimiento generado en el sector, la cartera de turismo no presenta observaciones en sus abultados proyectos y presupuestos. La gestión de las expresiones culturales, en sus diferentes ámbitos de protección, promoción o difusión, merece el desarrollo de una planificación integral y no de una imprevista y responsiva atención a las distintas solicitudes”, dice el colectivo TelArtes, --creado, justamente, con la finalidad de enfrentar la indiferencia del Estado por las necesidades del sector--.
La crítica anterior es la respuesta a la interrogante que surgió 15 días atrás, cuando el exministro de Culturas, Marko Machicao, presentó su informe de la gestión 2016. No más del 70 por ciento de su presupuesto, de 200 millones de bolivianos (léase bien), había sido ejecutado y, salvando las millonarias inversiones en infraestructura, poco más de 2 millones habían sido invertidos, a través del Premio Plurinacional Eduardo Abaroa, en aquellas personas que hacen música, que pintan, que escriben, que investigan, en fin, en aquellos que crean cultura.
“Más presupuesto, por sí solo, no optimizará la mejora de la gestión de las expresiones culturales. A la par de exigir el aumento presupuestario, se tiene que encarar con seriedad la planificación concertada y participativa de lineamientos y programas culturales, nutridos cada vez más de indicadores reales y tangibles que demuestren el comportamiento del sector. También reafirmamos nuestra posición de que el Dakar no debería ser organizado por el Ministerio de Culturas”, responde TelArtes a la pregunta relacionada con la intensión de la flamante nueva ministra de Culturas, Wilma Alanoca, que aseguró seguirá los postulados de Machicao en promover el turismo y conseguir más financiamiento para impulsar este sector.
Días atrás, una vez posesionada Wilma Alanoca, preguntamos a TelArtes cuáles son sus expectativas sobre esta nueva autoridad. “La nueva autoridad debe primero recoger y hacer realidad lo que ya existe como resultado de años de trabajos y propuestas de la sociedad civil que van desde la Ley de Culturas hasta demandas sectoriales y de derechos sociales, económicos y culturales que también están en otros anteproyectos como la Ley del Cine, la Ley del Artista, el Reglamento de la Ley Patrimonio Cultural, la Ley de Espacios Culturales, etcétera”.
“Es importante –dice TelArtes-- que cambie la señal y la orientación actual del Ministerio, que es un gestor de espectáculos como el Dakar y otros, y se recupere la identidad para el que fue creado: Ser un instrumento de la población para profundizar la participación ciudadana y la democracia, potenciar, fortalecer, impulsar y proyectar el desarrollo cultural como una de las bases del desarrollo y de la transformación social del país. Y asegurar al menos el 1 por ciento del Presupuesto General del Estado”.
Para el colectivo, ahora liderado por Juan Espinoza, Fernando García, René Antezana, Elizabeth Torres, Viviana Saavedra y Marco Antonio Marín, quienes respondieron de manera colectiva a las interrogantes planteadas en este artículo, el Ministerio de Culturas debe hacer “suyos nuestros principios irrenunciables sostenidos para impulsar la construcción legislativa en cualquier ámbito territorial, como en el nivel central; dando continuidad, en el sentido mencionado, al impulso de la Ley Marco de Culturas, su defensa en la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (Udape), en el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conape) y el compromiso de la Asamblea Legislativa Plurinacional para su promulgación este 2017”.
“Por último –argumenta TelArtes--, el II Congreso Culturas en Movimiento definió una hoja de ruta con 23 resoluciones que se convierten en lineamientos de gestión para fortalecer la articulación y la gestión de las expresiones culturales en el país, mismas que el Ministerio debería acoger como fundamento no sólo para la realización de la anunciada Cumbre de Culturas (solicitada días atrás por Wilma Alanoca), sino para el hilván de construcción de un plan plurinacional de expresiones culturales. De otra forma, seguiremos con lo mismo y ya estamos cansados de mucho discurso y poca realidad”.
“El Ministerio de Culturas y Turismo carece de fortaleza institucional. Su reciente creación responde más a la imagen de sostenimiento de un discurso (...). En este difícil escenario, a Groux le faltó presupuesto y más equipo técnico. A Machicao le faltó mística y autoconvencimiento en lo cultural”.