Remedios para el amartelo
¿Cuánta lana roja vamos a necesitar, para cuántas muñecas de niños y adultos? Esta pregunta se hace lipcia (en minúscula), una artista cochabambina que presenta por primera vez su obra en Bolivia, un trabajo creativo que interpela sobre la migración a partir de intentar explicar una de sus consecuencias, el amartelo, ese mal tan propio del mundo andino boliviano que se caracteriza por una profunda tristeza por la ausencia de alguien muy querido.
Esa “enfermedad del alma” es el hilo conductor de una serie de piezas surgidas durante un proceso de análisis crítico de la problemática de la emigración boliviana a Brasil a donde ella misma partió hace 14 años desde Cochabamba. Por eso su obra es también una búsqueda de remedios contra eso que ella misma siente, el mal del amartelo por los seres queridos que se quedaron en el lugar de nacimiento.
Y justamente “Amartelo” es el nombre de la instalación que lipcia (Lipcia P. P. Mercado) presenta en Santa Cruz, en la Manzana 1, como parte de la exposición colectiva de arte contemporáneo denominada Curadoras que estará abierta hasta el 23 de julio próximo.
De la mano de la curadora boliviana y gestora cultural independiente, Maria Teresa Rojas, a quien conoció en Sao Paulo, lipcia se animó a volver a sus raíces trayendo un producto de su propia migración, su arte.
Explica que la idea surgió en Cochabamba, en una visita en 2015, al leer en un periódico la palabra “amartelo”.
“Cuando empecé a investigar sobre el amartelo había unas definiciones que me parecieron maravillosas que decían: ya estás enfermo, ¿entonces quieres solucionarlo? Que la persona que se fue regrese. Y dije, claro, fácil. Pero cuando nos enfrentamos a la migración no puedo escoger regresar, no puedo escoger volver, entonces empecé a hacer varias piezas sobre este tema tan complejo”, cuenta.
Su instalación consta de piezas en las que la artista trata de explicar el fenómeno de la migración, del amartelo como consecuencia para la vida de quienes lo sufren, los que se van y los que se quedan, y finalmente alternativas para curarse como el uso de la tradicional “lanita roja” amarrada en la muñeca (la parte del cuerpo humano que articula la mano con el antebrazo), una costumbre de los abuelos que la aconsejaban en especial para que los niños “no extrañen” a alguna familiar que viajaba o a los papás que debían ir al trabajo.
La instalación que se puede ver en Santa Cruz incluye una serie de bastidores con fotografías que desarrolla una historia común de padres migrantes y de generaciones de niños que se crían con abuelos o tíos. Las fotografías de estas piezas son del propio archivo familiar de lipcia, cuya madre migró primero a Brasil para luego, después de lograr estabilidad, llevarse a su hija.
Otro sector de la instalación es un intento, dice, de explicar el amartelo a otra cultura, en este caso la brasileña. “Se trata de una serie de bordados sobre papel y una fotografía de un cuaderno en el que trato de explicar qué es el amartelo”.
“Las piezas son producto de una reflexión surgida al trabajar con la cultura boliviana y la cultura brasileña, diría más bien con la cultura boliviana inmigrante en Sao Paulo, un grupo migrante boliviano especifico, hablando con la sociedad paulista, la idea es que tanto unos y otros entiendan lo que es amartelo”, señala.
Otra de las piezas de la instalación es un cartel que simula a varios que se encuentran en calles de Sao Paulo donde se ofrece curaciones y remedios para hacer volver a una persona amada.
“Me pareció muy mágico esto en las calles de Sao Paulo, ese misticismo para ayudar a las personas con esos problemas del alma. Nosotros los bolivianos necesitamos tener nuestros afiches del amartelo, entonces los hice”, agrega la artista.
En Santa Cruz, lipcia presenta sólo uno de estos afiches que aconseja: “una lanita roja aparta el amartelo”.
“¿Arte? No, no, no”
Para llegar a su primera instalación contemporánea y exponer en Bolivia, lipcia tuvo un largo recorrido que inicialmente no estuvo ligado al arte como oficio.
“Siempre me ha gustado el arte, sentía que podía hacer algo al respecto, pero no lo pude aceptar hasta hace poco. Entonces hice Comunicación, hice fotografía en Sao Paulo, hice un posgrado en historia, fotografía y cine, y aun así decía ‘no, no, no’”, relata.
Después de terminar la carrera de Comunicación Social en Cochabamba, en 2003 alistó valijas y fue al encuentro de su mamá en Brasil. En Sao Paulo, tras realizar estudios de fotografía, cine y videoarte, empezó a trabajar como investigadora iconográfica de forma independiente.
Sin embargo, fue recién en 2012 cuando toma consciencia de su interés y habilidades artísticas tras vivir durante casi un año en Lisboa, Portugal.
“Allí fue como si se me hubieran abierto los ojos. Iba a los museos y me daba cuenta que los objetos contaban una historia y creo que eso es lo que me llamó mucho la atención y fue como una luz. La narrativa no sólo estaba en el cine, en la foto, sino también en el objeto cotidiano”, explica.
Al volver a Sao Paulo comenzó a estudiar arte contemporáneo y hacer pasantías. “Pensaba que era tarde, que los artistas empiezan jóvenes. Pero también pensé que si no lo hacía ahora, con 34 años, estaría mayor al año, entonces en 2012 dije es arte, me gusta, creo que tengo algo que aportar”, afirma.
Volver, grata sensación
Con su obra perfeccionada, después de un año de trabajo, para la artista cochabambina exponer en Bolivia y ante un público diverso es una experiencia única. “Fue muy interesante porque tenía que explicarle a la gente el concepto del amartelo, a la gente le gustaba la imagen, le parecía interesante, entendía algo”, dice.
El público cruceño, diverso por la elevada migración interna, entendió fácilmente el concepto de “lanita roja” como un remedio para el amartelo.
“Algunos muchachos recordaron que sus papás habían amarrado en algún momento en sus manitos una lanita”, cuenta.
Destaca que el trabajo, pensado inicialmente para llegar a bolivianos inmigrantes en Sao Paulo, encajó perfectamente con los residentes en Bolivia, al ser la migración un tema que afecta a la mayoría directa o indirectamente.
Ahora lipcia planea traer su “Amartelo” a Cochabamba y empezar a tomar contacto con gestores culturales.
Ya trabaja en su próxima obra, una continuación de la actual que pretende tocar el tema de otra forma, desde la “saudade”, un término en portugués cuya definición se acerca a la del amartelo andino.
“Puedo adelantar que continúo trabajando el bordado, pero estoy usando cabellos en lugar de hilos. Tomo el cabello como ese recuerdo que uno guarda del hijo, del enamorado”, detalla la artista.