¿Destituirán a Trump?
WASHINGTON, DC – Por primera vez, gente razonable en EEUU ha comenzado a especular con la posibilidad de que el Senado condene al presidente Donald Trump en un juicio político y lo destituya. Puede que la probabilidad todavía parezca baja, pero la posición de Trump se está debilitando, y las encuestas de opinión le son cada vez más contrarias. Se da ampliamente por sentado que la Cámara de Representantes aprobará la moción de acusarlo formalmente y someter su presidencia al juicio del Senado, donde se necesitan dos tercios de los votos y los republicanos tienen mayoría.
Trump viene teniendo una conducta casi histérica en público, y se expresa en forma cada vez más imprudente y vulgar. Y cometió grandes errores en política exterior que enfurecieron a miembros de su propio partido. Trump tiende a creer cualquier fantasía que le cuentan, en particular teorías conspirativas sobre la elección de 2016 (en este caso, que el verdadero culpable no fue Rusia, cuya ayuda a Trump está comprobada, sino Ucrania). Trump quería que el nuevo presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, investigue un mito que le metió en la cabeza su abogado personal, Rudolph Giuliani: que Ucrania ayudó a Hillary Clinton, su rival en 2016.
La participación de Giuliani en el escándalo ucraniano se ha vuelto cada vez más evidente en EEUU, y un ejército de periodistas está tratando de rastrear en qué otras cosas, con incidencia sobre la política exterior e interna del país anduvo, así como la identidad de sus otros clientes (y quién le paga por desempeñar su presunto papel de abogado privado de Trump).
Giuliani, el otrora admirado alcalde de Nueva York, se convirtió en una fuente macabra de regocijo nacional, con sus numerosas apariciones en televisión en las que se muestra aparentemente fuera de sí. Se sabe que tuvo intereses comerciales propios en Ucrania, incluida la muy corrupta industria del gas natural, donde Hunter Biden (hijo de Joe Biden) fue miembro de la junta directiva de una empresa, mientras su padre era vicepresidente y tenía a su cargo promover la lucha contra la corrupción generalizada en Ucrania. (No se han probado actos ilícitos de ninguno de los Biden.)
En tanto, dos clientes de Giuliani nacidos en Rusia, que vivieron en EEUU y también tuvieron trato con la industria energética ucraniana, fueron arrestados en el aeropuerto Dulles, en las afueras de Washington, bajo la acusación de haber hecho aportes de campaña ilegales por 630.000 dólares, a partir de 2016, a candidatos y comités de acción política republicanos, incluidos 325.000 dólares a un comité pro Trump. Trump negó conocer a los dos, pese a que hay fotos de los tres en una cena en la Casa Blanca (se excusó diciendo “tengo fotos con todo el mundo”). Se cree que el dinero lo proveyó un oligarca ruso.
Las donaciones incluyen una cuantiosa suma para un congresista republicano a quien presionaron con éxito para que pidiera el despido de la embajadora estadounidense ante Ucrania, Marie Yovanovitch, que venía siguiendo una agenda anticorrupción. El secretario de Estado Mike Pompeo despidió a Yovanovitch en mayo, aunque ella no hizo nada malo (según le confirmó una figura del Departamento de Estado). A pesar de las objeciones de la Casa Blanca, Yovanovitch dio testimonio ante una subcomisión de la Cámara de Representantes. El testimonio fue a puertas cerradas, pero Yovanovitch publicó su declaración introductoria ante la subcomisión, en la que recalcó el “vaciamiento” del Departamento de Estado durante la presidencia de Trump.
Se dice que el personal del Departamento de Estado está cada vez más desmoralizado por el papel de Pompeo como ejecutor de la agenda política de Trump, en particular su aparente falta de protección a Yovanovitch, una respetada funcionaria de carrera del servicio exterior. Se sabe que Pompeo tiene ambiciones presidenciales, y se ha cuidado de enemistarse con Trump o con sus seguidores. A varios funcionarios del departamento también les preocuparon las incursiones de Giuliani en política exterior, a quien se lo investiga penalmente por violación de las leyes de lobby.
La autora es periodista y escritora residente en Washington.
Su libro más reciente se titula Washington Journal: Reporting Watergate and Richard Nixon’s Downfall [El diario de Washington: Watergate y la caída de Richard Nixon].
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