Juana Azurduy, la mirada de Jorge Sanjinés
José Antonio Valdivia (*)
“Juana Azurduy, guerrillera de la Patria Grande”, la más reciente película del cineasta nacional Jorge Sanjinés y el Grupo Ukamau, invita al reencuentro con un capítulo fundacional e intenso de la historia boliviana. Película de época, que recrea un hecho, en apariencia rutinario, ocurrido en 1825. Es también la mejor producción de este maestro del cine latinoamericano y mundial, correspondiente a la fase o etapa actual de su filmografía (la tercera), caracterizada por la indagación en la memoria histórica, corta y larga del país.
El filme recrea, con sentido crítico y por tanto novedoso, el periplo existencial e histórico de doña Juana Azurduy de Padilla, heroína máxima de la Guerra de Independencia boliviana. La rescata de cierto acartonamiento parroquial propiciado por la historia oficial, para proyectarla en una dimensión continental como Heroína de la Patria Grande.
Es la mirada justa de Jorge Sanjinés, como talentoso cineasta de excelencia; pero, asimismo, como investigador y estudioso de la historia boliviana. La erudición historiográfica de Jorge Sanjinés, lejos está de ser memorialista o chauvinista. Es una mirada revisora, que denuncia antivalores o disvalores (explotación, patriarcalismo, machismo, racismo, et al.); mirada fresca, en síntesis, que propone visiones críticas y redescubridoras de la historia y la realidad del país.
“Juana Azurduy, guerrillera de la Patria Grande”, en este sentido, redimensiona la figura carismática y legendaria de una asombrosa mujer, maga de la espada, nacida en la Capital de la reciente República. Mujer que se independizó primero de prejuicios sociales y religiosos, para luego luchar por la Independencia del país.
En noviembre de 1825, a pocos meses de fundada la República, los Libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, acompañados por el comandante guerrillero José Miguel Lanza, visitan a doña Juana Azurduy en su humilde morada de Sucre, donde envejece arrinconada por el machismo criollo. Es el núcleo temático del filme.
Entre los cuatro, mejor, entre el Libertador Bolívar y doña Juana, van imbricándose diálogos de exquisita agudeza dialéctica. Doña Juana relata las peripecias de la guerra de guerrillas; las victorias y las derrotas; la muerte cruel de Manuel Ascencio Padilla, su esposo; la huida y la muerte por inanición de sus hijos; el autoexilio, el regreso. No faltan reproches de la heroína a cierta opulencia de poder de los Libertadores.
La secuencia final de la película es un acierto, como recuento de las pérdidas personales de la “montonera” que conquistó la historia, sentando, junto a otros próceres de la Independencia, las bases espirituales y morales de la nación boliviana.
El eje temático del filme, el encuentro de cuatro Libertadores y la rememoración de hechos personales e históricos, da cabida a un engarzamiento de historias (una contenida en otra), en un crescendo que atrapa al espectador. Habrá quienes echen de menos movimientos monumentales de ejércitos, estilo guerra y paz; pero la historia es la historia, y en la lucha por la Independencia (más que guerra, suma de guerrillas; una de las más largas de la historia) la valentía era lo único que sobraba, ante la escasez de medios logísticos. Y el filme lo refleja de modo fidedigno.
Las locaciones son otro gran rescate de escenarios históricos reales, como la Casa de la Libertad, en Sucre. Los personajes expresan perfiles psicológicos verosímiles; de manera principal, tres de ellos: Juana Azurduy (Piti Campos), Simón Bolívar (Jorge Hidalgo) y Manuel Ascencio Padilla (Cristian Mercado). Son el trípode actoral de calidad que sustenta solidez narrativa. La fotografía es limpia y plena de belleza plástica; obra de César Pérez Hurtado, ya legendario director de Fotografía. La música, compuesta por Cergio Prudencio, acompaña la dramaturgia con sutileza de brisa.
¿Cuál será el lugar de esta película en la mítica producción de Jorge Sanjinés? Se afirmó que su filmografía contiene tres fases o etapas. Una primera etapa de “filmes revolucionarios” (de profunda carga ideológica), con “El coraje del pueblo” (1971) como película emblemática; una segunda etapa de “filmes antropológicos o culturales” (de profunda carga identitaria), con “La nación clandestina” (1989) como filme emblemático; una tercera etapa de “filmes históricos” (de profunda carga deconstructiva y revisora de la memoria colectiva), que empieza con “Insurgentes” (2012) y prosigue con “Juana Azurduy” (2016). Y “Juana Azurduy, guerrillera de la Patria Grande” es, a todas luces, el filme maestro de este período actual.
Es Jorge Sanjinés, el más grande artista que Bolivia dio al mundo, quien suele ponernos, en cada filme, cara a cara con la historia. Es él quien, con esta historia inspiradora, interpela a patriarcalistas y machistas de triste pelaje.
Hoy, con este filme redimensionador, nos recuerda que la Patria (Chica y Grande) tiene un referente moral y espiritual de primer orden: Juana Azurduy de Padilla, mujer, esposa, madre, montonera, guerrillera, y por siempre, Heroína de las Américas.
“En noviembre de 1825, a pocos meses de fundada la República, los Libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, acompañados por el comandante guerrillero José Miguel Lanza, visitan a doña Juana Azurduy en su humilde morada de Sucre, donde envejece arrinconada por el machismo criollo. Es el núcleo temático del filme”.
(*) El autor es escritor.