¿Para qué difundir arte contemporáneo por las redes?
Jorge Luna Ortuño
Filósofo e investigador
Dependiendo de la manera de mirar, en el mundo del arte contemporáneo nos encontraremos con instalaciones, performances, video-arte, arte in situ y más. En el fondo, todos estos nombres no son más que pinches y meras etiquetas, que sirven, claro, para organizar de algún modo la experiencia, catalogación y registro de las actividades. Personalmente, me intereso por situaciones donde las obras pueden ser investigaciones en sí mismas. “Los cuantificadores” de Roberto Valcárcel, “El mojón con cara” de Alfredo Román, algunas intervenciones artivistas de Mujeres Creando, las situaciones construidas de Iván Cáceres en las calles y mercados de El Alto o los performances de Galo Coca valiéndose del contexto folklórico y la carga socio/política en los elementos que utiliza para poner el cuerpo en juego. Podría citar muchas otras.
Es decir, algo se exhibe —objetos, textos, piezas de arte, copias, celuloides, etc.—, pero lo artístico está en el acontecimiento: ¿qué pasa o no pasa, o qué ha podido pasar? Lo que estudiamos los investigadores son las puestas en escena de ideas y de problemas. Algunas obras conllevan investigaciones latentes sobre la noción misma de obra de arte: rompen, perfilan expansión, dejan ver una fricción y negociación con la institución de arte. Claro que estos temas sólo interesan a los profesionales y aficionados que trabajamos en el mundo del arte. Si comentas algo de esto en una mesa familiar, te quedas solo en tres minutos. Como dice el curador mexicano Cuauhtémoc Medina: Somos profesionales del mundo del arte porque reconocemos que no entendemos, que las artes demandan una continua exploración. Todo lo que podemos hacer es formular hipótesis provisionales para orientarnos, como un corredor que recorre los trechos oscuros de la caminata cuando ya se puso el sol.
Para salir de las discusiones eruditas entre entendidos, se empieza por responder a la pregunta ¿qué nos puede decir el arte de nuestro tiempo? ¿Qué otras visiones nos puede ofrecer que la política, las ciencias sociales o la economía no alcanzarán nunca a brindarnos? Al respecto, rescato este pasaje de un artículo del filósofo Alan Badiou, titulado “Las condiciones del arte contemporáneo”, y disponible en el portal de Esfera pública:
“Creo que el arte debería transformarse en algo más afirmativo que, más que criticar el estado del mundo y criticar el arte mismo, debería buscar los recursos secretos del mundo, las cosas positivas pero escondidas, los elementos de liberación que aún están a punto de nacer, que están naciendo. Y ello manteniendo sus orientaciones contemporáneas, y su importante violencia crítica. El arte debería ser, también, una promesa, debería prometernos algo dentro de su capacidad subversiva. Hay que desconfiar de la consolación, pues el arte no ha de ser consolador y no está para mecernos, aliviarnos o protegernos. Pero prometer es otra cosa”.
“Pienso que estamos en un tiempo en el que es esencial recordar lo que es el mundo a través de la propia fuerza del arte, a través de su nueva fuerza contemporánea. Pero, asimismo, el arte tendría que decirnos lo que podría ser, como reverso del propio arte”.
“También es una función del arte tener una visión de futuro. No siempre hay que anunciar el desastre, aunque haya razones para hacerlo. Creo, más bien, que el arte debe decir que el desastre es posible, que quizás es más que probable, pero que podemos evitarlo. Tiene que decir, también, que algo en todo ello depende de nosotros, a eso es a lo que yo llamo una promesa. Entonces, diré, simplemente, que el arte contemporáneo despliega todas sus funciones multiformes y sin forma, pero que también tiene la capacidad de recordarnos todo aquello de lo que somos capaces”.
Tal vez estemos viviendo en un mundo donde el arte está más enfocado en la generación de mercancía, tal como la define Marx en “El Capital”. Y que la producción de eso llamado arte ya no se preocupa en la misma medida por dar vida a tesoros valiosos que deban ser resguardados en museos emblemáticos durante siglos. Tal vez lo que se espera del arte esté en realidad sobrevalorado y fuera de época. Lo que me queda claro es que el trabajo de promocionarlo no puede limitarse a inundar las redes sociales inaugurando muestras virtuales, puesto que esto sólo demuestra que sigue habiendo artistas que quieren mostrar sus trabajos. No interesa tanto averiguar si hay artistas dispuestos a exponerse, siempre los habrá. Lo que interesa más es saber qué nos puede decir el arte aun cuando todas nuestras nociones de proximidad y presencia se han trastocado. En un tiempo donde la muerte es una noticia mucho más cotidiana y frecuente, qué narraciones alternas puede crearnos una exposición artística, qué aliento nos trasmitirá, qué tipo de armas nos permitirá fabricarnos, qué formas de resistencia promoverá su existencia.