Nostalgia del presente: la poesía de Gabriel Chávez
JUAN CAMERON
Poeta y periodista chileno
Este acercamiento a Cámara de niebla de Gabriel Chávez Casazola fue leído en la presentación en Valparaíso de una nueva edición de esta antología, publicada hasta ahora en siete países. Las ediciones de México (Círculo de Poesía, 2022) y Chile (Andesgraund, 2024) son versiones ampliadas que incluyen nuevos poemas del autor boliviano.
Emergida la promoción donde ubicamos a Gabriel Chávez Casazola (…), pareciera ser ésta la última generación de poetas americanos sostenida en el libro como elemento significante. Al disminuir el papel en cuanto soporte, la siguiente camada regirá su camino de acuerdo al dictado académico cuando no el intercambio recíproco de notas y citas mutuas en el espacio virtual y técnico ya bien disfrutado por el género. Es necesario distinguir entonces entre la verdad literaria y el lobby en el campo de los escasos medios a disposición. Por otro lado, el espacio filosófico pierde terreno dando paso a la instalación de ideologías elementales y, como diría Stuart Hall, produciendo un desplazamiento metonímico del significante hacia el signo mismo. De allí hacia sólo un paso hacia el inevitable divorcio entre autor y lector. Pero la poesía persiste. Y persistirá, obviamente, mientras subsista el lenguaje. Esta obra, Cámara de Niebla, selección de poemas de nuestro autor boliviano, es la más clara muestra de tal afirmación.
Conocí a Gabriel Chávez Casazola en Ceará, Fortaleza, al norte de Brasil, durante la Octava Bienal Internacional del Libro. Corría el año 2008 y habíamos sido convocados por nuestro amigo Floriano Martins. (…) Me sorprendió escucharlo por vez primera. Estaba ante un poeta cultivado, de gran oficio y calidad, cuyos aciertos y descubrimientos llamaron mi atención y la de muchos colegas. Además, ha sido un vínculo eficaz para la difusión de la poesía boliviana en el último tiempo.
(…) Se preguntará el lector por las condiciones que establecen los niveles de calidad en el género o si acaso es un mero asunto subjetivo. Estas existen, sin embargo. La poesía reside en el significado, aún más allá de lo dicho o intentado mostrar y más allá de lo insinuado. La forma, su arquitectura, es la única fuente de evocaciones. La poesía es ante todo un juego de palabras, una subversión del orden gramatical o semántico en la oración. Y aún así, muchas veces el poema supera las connotaciones propias del individuo, las del habla y las tribales o grupales determinadas por su tiempo y territorio. Este foco de iluminaciones traspasa horizonte, fronteras e idiomas y oculta en su equipaje y en la vibración del sonido, la imagen; tal como sucede en la música. La escritura resuena en sí misma y provoca en el lector vinculaciones muy propias, germinadas desde su íntimo barro existencial.
Este nivel superior es pocas veces alcanzado por los poetas y se logra en piezas maestras. En ese instante el aire y el piso remecen a quien escucha y expresan la totalidad. El vibrar secreto alcanza el lóbulo frontal y lo ilumina así un instrumento agudo y pertinaz. No nace del receptor, sino de las palabras emitidas sin lógica ni sentido; pero limpias y secretas que chocan y se friccionan y multiplican ese talento puro y la brillantez del ser. Tal resonar en la profundidad de la corteza implica la comunión mayor en la poesía y remite a otros pensamientos, a otros paisajes que, como en los sueños, no son realizables en pantalla alguna, pues se trata de esquemas donde calza lo exterior -propuesto o figurado- y hace innecesario todo origen vinculado al sentimiento. Son sensaciones y atrapan al buen lector cualquiera sea el idioma subvertido. Hacia allá intuyo la poesía de Gabriel Chávez Casazola; son numerosos los textos de su producción donde capto su germen.
(…) Tal vez nos ocurra esto porque Chávez trabaja sobre una extraña melancolía inherente a la persona. Se trata de la nostalgia del presente, ese oxímoron que quizás mucho más adelante se comprenda al auscultar sobre las páginas de nuestra cultura. Todo es demasiado pasajero. No hay presente; tampoco futuro. La rapidez de la vida, su urgencia por entregarnos objetos, registros y elementos se permea ante la premura de la muerte por alcanzarnos siempre en plena juventud. Y así como en esa imagen de Walcott al contener en pocas palabras la brevedad de esta existencia, el poema Tatuajes, uno de los iniciales, conjuga nuestra mariposa de tinta -esta escritura- con la sobrevivencia a su propia lozanía. Agrega, “Y aunque intentemos olvidar a todos ellos, / la persistencia de sus imágenes en la realidad/ obliga a la persistencia de sus imágenes en la memoria”, en el poema En el principio. Imágenes que bien pueden inundarse de colores, como en el texto Koyu Abe siembra una semilla de girasol en los jardines del templo de Jengi, cerrado con magníficos versos: “acota el holandés, saliendo del silencio de la tela, / y Koyu Abe me extiende una bolsa de semillas/ de cáscaras repletas de diminuta luz. //La enorme regadera anaranjada/ me la alcanza Van Gogh.”
Podemos deducir la coexistencia de muchos tiempos, sin embargo. El poema 1972 permite establecer las bases del habla en tanto materia de su escritura. A partir del año de su nacimiento, en Sucre, juega y combina los elementos del discurso cultural y la memoria colectiva, determinantes para un lenguaje gestado desde el interior de sí mismo en cuanto es signo; pero también desde la comprensión e interpretación racional del autor. Concordemos que el adjetivo racional es un tanto mañoso en el caso del poeta, pues el pensamiento, el chispazo interior viaja a la velocidad de la luz y la mano, al escribir, apenas habrá de alcanzar la del sonido.
(…) La feroz melancolía de lo inexistente o de lo que no pudo ser es otro de sus ejes escriturales. Ocurre con frecuencia en varios versos en textos como De su estancia, Examen de conciencia o Vecinas, por citar al azar. Y vuelvo a la nostalgia del presente, o a ese rápido transcurrir del tiempo, repetido en tantos versos, como en éstos, de Celebración, “Solo brindamos a su memoria/ con este viejo vino que los toneles de roble/ han sabido atemperar”.
La reunión de los sentidos convoca desde el cantar, siempre. Y el cantar en Chávez, ese surtir de ritmo las palabras emergidas con naturalidad y fluidez desde el mismo lenguaje, provoca alegría y complace la respiración. Es difícil ingresar en el poema y no hacerlo suyo. (…) Gabriel Chávez Casazola da cuenta en esta antología precisamente de aquestos términos, de su posición ante el lenguaje, su época y la cultura donde habitamos indefectiblemente. Su presencia contemporánea será sin duda un elemento historiográfico al considerar, más adelante, las vicisitudes del idioma en esta cámara de niebla que nos protege y nos expone.