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<p class="rtejustify" dir="ltr"> La Guerra del Pacífico refleja que la “historia” responde a las percepciones e intereses de quien la escribe. En ese sentido, en Chile, Perú y Bolivia varía radicalmente lo que se narra sobre ella y las secuelas que generó: En Chile las visiones históricas se enuncian para justificar lo conseguido en la guerra como fruto del “heroísmo chileno”. En Perú recurren a un punzante proceso de inculpación por una inesperada derrota que melló una antigua sobrestima nacional. En Bolivia lo que aprendemos respecto a la Guerra del Pacífico se articula para sembrarnos la herida del “mar robado".</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> En los tres países se difunden masivamente estas interpretaciones, en las escuelas, los cuarteles, los medios e, incluso, mediante buena parte de la historiografía profesional. Por tanto, si en Bolivia tenemos inserto hasta en la médula el trauma de la mediterraneidad, en Chile tienen bien metido en la cabeza que los territorios obtenidos en la guerra les pertenecen y que no hay nada pendiente por resolver.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> La lectura chilena se expresó con máxima dureza desde inicios del siglo XX y se ha mantenido en cada intento negociador entre Chile y Bolivia a partir de entonces. Sólo en el siglo XX hubo tentativas de negociar en 1920, en 1923, en 1927, en 1943, entre 1946 y 1950, y 1975. En todos los casos la posición chilena fue la misma: Que no “regalan” “territorio patrio”. En consecuencia, cuando se vislumbró la intención de dialogar con Bolivia sobre la demanda marítima, lo que se ofrecía era un corredor en el norte de Arica siempre a cambio de algo.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Por ejemplo, en las negociaciones entre 1946 y 1950, se conversó de proyectos que contemplaban al lago Titicaca para regar el desértico norte chileno, en intercambio con un corredor para Bolivia. Y al formarnos todos, chilenos, peruanos y bolivianos, con similar dosis de patrioterismo, xenofobia y maniqueísmo, esos planes implicaron furibunda oposición en Bolivia, incluyendo a personajes de la talla de Franz Tamayo.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> En 1975 se perfiló otro intento negociador. Los dictadores Pinochet y Banzer gestaron el demagógico “abrazo de Charaña” y la historia fue análoga: Chile pidió a cambio de una franja costera en el norte de Arica, un “territorio equivalente”. El proyecto tuvo opositores en Bolivia como René Zavaleta, Juan José Torres y Marcelo Quiroga Santa Cruz, sin contar que una vez saldados los problemas de Chile con Argentina, los militares chilenos hicieron la vista gorda a sus promesas.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Allende estas experiencias, el chovinismo iluso, la demagogia y un temerario y delirante triunfalismo se impusieron en la propaganda que rondó la demanda boliviana en la corte de La Haya, al ilusionar a un pueblo ingenuo con el engaño de que un fallo favorable, poco más significaba el alistar bikinis y bañarnos en una playa boliviana. Hoy que ni con fallo favorable contamos, nos hemos chocado de bruces con una realidad que es evidente, si es que se sale del rebaño de las banderas, las marchas militares y los mitos militaristas con que nos embaucan.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> En suma, no queda más que abordar de manera crítica las “historias nacionales” que alimentan identidades colectivas reactivas y llenas de rencores y sesgos, dado que si continuamos así, cada país mantendrá su terca posición y seguirá repitiéndose este escenario de desencuentro que lacera a unos en su acomplejamiento mediterráneo, y embriaga a otros de triunfalismo semifascista.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> Buena ocasión, además, para cuestionar la estrechez de las nociones limitadas y violentas de “nación” y esa arrogancia de colocar líneas divisorias miserablemente humanas a un punto de luz en un universo de dimensiones inexplicables, minúsculo punto de luz que ni siquiera nos pertenece.</p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> </p> <p class="rtejustify" dir="ltr"> <em><strong>La autora es socióloga.</strong></em></p>
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