<p> Ha sido protagonista de una muy buena noticia para Bolivia: este 16 de febrero, la bióloga Narel Paniagua Zambrana recibió en Washington DC el premio OWSD-Elsevier, junto con otras cuatro científicas de Bangladesh, Nepal, Gambia y Palestina. Es un premio a más de dos décadas de estudios sobre los conocimientos tradicionales del uso de las plantas en las poblaciones indígenas y comunidades locales de Bolivia. Recién llegada de la ceremonia de premiación, conversó con OH! y destacó el trabajo que realizan todos sus colegas bolivianos.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—Hay como una generación de biólogos bolivianos que está haciendo una labor sacrificada, pero aún discreta. El premio de alguna manera llega también a ese conjunto, ¿no es cierto?</strong></p> <p> —Somos muchos detrás de todo esto. Estoy orgullosa de que probablemente con este premio se pueda visibilizar más lo que hacemos. Quisiéramos mostrar los muchos aportes que realizamos, pero o hacemos investigación o hacemos propaganda, y generalmente escogemos la investigación.</p> <p> Tenemos científicos que hacen trabajos impresionantes. Hay colegas que trabajan con los delfines de río, otros con los osos, otros investigan en los parques más diversos. En el Herbario Nacional hay un montón de gente con la flora de Bolivia. Sería muy importante informar sobre todo eso para que los niños se motiven. La siguiente generación tiene que seguir haciendo más ciencia, entonces debe saber lo que hoy se está haciendo. Si logramos que ellos sueñen con ser un zoólogo, con ser un botánico, sería fabuloso.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—Usted tiene un doctorado en etnobotánica. Cuéntenos sobre esa labor que ha tenido como fruto este premio internacional.</strong></p> <p> —La etnobotánica es el estudio del uso de las plantas, cualquier tipo de uso, sea para construcción, alimentación, fabricación de utensilios, ropa, etc. Entonces podemos hacer etnobotánica en el campo con las comunidades y grupos indígenas como en las ciudades también. Todos, de una forma u otra, aplicamos la etnobotánica a nuestra vida.</p> <p> En ese marco, hice mis diversas tesis de especialización sobre el uso de las palmeras. Hice uno de los trabajos de mayor escala en la región y trabajé en cuatro países: Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia.</p> <p> Como parte de todas mis investigaciones, siempre hemos retornado la información a las comunidades con libros que son usados por ellas. En la parte científica fuerte colectamos plantas e identificamos correctamente la especie a la que las personas atribuyen el uso. Estas muestras son depositadas en el Herbario Nacional de Bolivia y sirven como referencia informativa.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—¿Qué parte del trabajo fue la que motivó el premio OWSD-Elsevier?</strong></p> <p> —El premio reconoce trayectorias. Nuestros mentores nos nominan. La nominación debe ir respaldada con publicaciones de impacto en la comunidad científica y en la comunidad no científica. Se llama “carreras tempranas” porque en países no desarrollados no resulta tan fácil salir a hacer un doctorado. Te deben nominar en los primeros siete años de haber terminado el doctorado. Yo terminé el mío en 2016. Vengo trabajando en botánica desde más o menos el año 93.</p> <p> Ya antes de titularme colaboré con muchos proyectos de investigación porque participé en unos cursos de entrenamiento en metodología especiales. Era una de las pocas que tenía ese entrenamiento en botánica. Entonces eso me permitió participar en muchos proyectos de investigación mientras estudiaba.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—En estos tiempos, marcados por procesos como la deforestación, la migración, el cambio climático, etc., ¿cuán afectados se hallan estos conocimientos tradicionales en Bolivia?</strong></p> <p> —El conocimiento tradicional es dinámico, es la forma en la cual nosotros nos adaptamos a un lugar y podemos aprovechar sus recursos. Eso siempre va a cambiar. Hay algunas técnicas y formas que no cambian, pero el resto cambia. Por ejemplo, las plantas que se aprovechan cambian porque los intereses de las personas también cambian. La gente sale, aprende, vuelve con un conocimiento y experimenta, el conocimiento no es estático.</p> <p> Con todos los cambios hay aspectos que desaparecen, pero también hay aspectos que aparecen, que permiten que las personas se adapten y puedan vivir en un ecosistema. Pensar en lo mucho que perdemos sin compensar con lo mucho que aprendemos no estaría bien.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—Explíquenos ese escenario.</strong></p> <p> —Claro, hay procesos que en estos cambios globales están cambiando y se están perdiendo. Por ejemplo, mucho del conocimiento tradicional del uso de los bosques y de la montaña era algo que se aprendía oralmente y practicando. Pero ahora, en muchos casos, los niños o los jóvenes tienen que salir a la escuela o a trabajar afuera, entonces esas cadenas de transmisión de conocimientos se están perdiendo. Y ya no hay la forma de aprender. O sea, mucha gente aprende, sabe del conocimiento, pero no lo sabe hacer, y eso se va diluyendo más y más.</p> <p> Por ejemplo, trabajé con los chácovos. Ellos hace unos 80 años hacían unos vestidos de la corteza de un árbol. Pero obviamente ahora ya no usan esos tejidos. Hicimos la investigación, ellos mismos indagaron si aún saben hacerlos, y sí lo saben. Obviamente no lo usan todos los días, sino para fechas muy especiales. Entonces, saber lo que se pierde y lo que no depende mucho de quién hace la investigación y qué, y cómo pregunta, el idioma y otros factores. No es tan fácil decir que se ha perdido.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—Son retos evidentemente grandes. ¿Cómo los asumen?</strong></p> <p> —Lo más importante es considerar que este tipo de estudios deben ser continuos, que nunca se van a acabar. Eso hace que nuestro trabajo sea mucho más crítico, porque tenemos que abarcar mucho más. En ese sentido estamos muy limitados, no sólo en fondos, sino también en cuanto a capacidades.</p> <p> Pensando en eso, hemos desarrollado recientemente un proyecto en el que capacitamos a comunarios locales para que hagan la investigación. Ellos están ahí, hablan el idioma local, etc. En este caso, ellos solos hicieron la investigación, registraron la información, incluso colectaron las plantas. Metodológicamente hicimos un cambio para nuestra rama y nuestra ciencia y demostramos que probablemente, como investigadores, nuestro rol debía ser capacitar a contrapartes locales. Estamos en eso, tratándonos de adaptar a lo dinámico que es este tema.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—Seguramente, entre tantos trabajos hubo varios que desatan sorpresas por el impacto que tienen ciertos conocimientos tradicionales de determinadas comunidades para el investigador. ¿Puede citar algunos ejemplos?</strong></p> <p> —Ésa es siempre una pregunta difícil. Tengo tantos ejemplos que creo no podría escoger uno porque todos se dan en un contexto diferente. En el tema de la salud siempre es impresionante cómo la gente maneja sus recursos tradicionales.</p> <p> Viví un año en San José de Uchupiamonas, comunidad indígena del Parque Nacional Madidi. La forma en la que ellos te integran como parte de su comunidad ha sido una de mis experiencias más importantes. Me enseñaron una forma diferente de ver el bosque. No se lo ve solamente como un recurso útil o como algo para estudiar, sino como un ente con el que te puedes relacionar.</p> <p> Creo que ésa es la esencia del conocimiento tradicional: relacionarse con los recursos no sólo físicamente, sino también espiritualmente.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—¿Qué me dice sobre conocimientos tradicionales tan afamados como, por ejemplo, los kallahuayas?</strong></p> <p> —Tengo una estudiante que está trabajando con los kallahuayas. De estos médicos tradicionales, como sabemos, se ha estudiado mucho, hay bastante información generada. Pero también hay información que ha demostrado cómo ha cambiado todo esto. Lo interesante es que muy pocos trabajos han documentado el contexto de los kallahuayas como para poder aplicarlo en experiencias actuales.</p> <p> Por ejemplo, kallahuaya no es sólo un médico que cura con plantas. Es alguien que te cura con plantas en tu entorno, en el lugar donde estás. Esto porque esa relación que tenemos con nuestro entorno es la que nos puede enfermar. Tienen que curarnos en ese entorno. Por eso no resulta fácil pensar en un kallahuaya en un hospital, por ejemplo.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—Debe haber vacíos muy sensibles de otras culturas menos conocidas aún.</strong></p> <p> —Hay pueblos que se están perdiendo, como los urus. Hay muy pocos estudios con ellos. Hay otros pueblos, como los lekos, que ya no hablan su lengua local. Hay un montón de grupos indígenas en los que ya tal vez no alcanzamos a documentar un conocimiento que podía servirnos como base para muchos estudios actuales, para incluso entender el nombre de las plantas. El lenguaje local señala no sólo algunas características de uso, sino también de ubicación de las plantas que guían a los científicos para categorizarlas.</p> <p> Antes se pensaba que no coincidían las formas de categorización con la forma de categorización indígena. Pero ahora, con las nuevas técnicas y los estudios de ADN, se ha demostrado que tenían razón, que estaban en los cierto en sus formas de separación y en por qué las separaban. Entonces en muchos casos, eso, debido a la desaparición de la lengua, también se ha perdido. Éste es el año Internacional de la Diversidad de las Lenguas y creo que es bueno valorarlo porque mucha información se ha perdido debido a las lenguas que han desaparecido.</p> <p> Los trabajos deberían ser mucho más interdisciplinarios. No debíamos trabajar sólo los botánicos, sino también antropólogos, sociólogos, médicos, etc. para rescatar la información.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>—¿Qué tanto apoya el Estado a este tipo de trabajos? Generalmente hay reclamos al respecto.</strong></p> <p> —Nos falta mucho para avanzar. Pero creo que estamos en buen camino. Tenemos un muy buen grupo de científicos en Bolivia haciendo trabajos. Sin embargo, debía considerarse que no todos los pueblos indígenas y comunidades locales tienen las mismas visiones y percepciones de la naturaleza, del uso de los recursos, del impacto. Son muy particulares. Tal vez habría que desarrollar estrategias más enfocadas, más particulares, más personalizadas con las comunidades para aprovechar el conocimiento que tienen.</p> <p> Han salido muchas investigaciones durante los últimos cinco años que demuestran que ecosistemas como, por ejemplo, la Amazonía son ecosistemas plenamente manejados. Y la base de ese manejo es el conocimiento tradicional de cientos y cientos de años. Entonces se deberían crear estrategias políticas que permitan recuperar ese tipo de información. También se debe fomentar la ciencia como un elemento importante que nos permita declarar esos conocimientos y recursos como patrimonio de nuestro país. Las colecciones científicas son un patrimonio del país que está documentando el conocimiento.</p> <p> &nbsp;</p>

<p> Ha sido protagonista de una muy buena noticia para Bolivia: este 16 de febrero, la bióloga Narel Paniagua Zambrana recibió en Washington DC el premio OWSD-Elsevier, junto con otras cuatro científicas de Bangladesh, Nepal, Gambia y Palestina. Es un premio a más de dos décadas de estudios sobre los conocimientos tradicionales del uso de las plantas en las poblaciones indígenas y comunidades locales de Bolivia. Recién llegada de la ceremonia de premiación, conversó con OH! y destacó el trabajo que realizan todos sus colegas bolivianos.</p> <p>  </p> <p> <strong>—Hay como una generación de biólogos bolivianos que está haciendo una labor sacrificada, pero aún discreta. El premio de alguna manera llega también a ese conjunto, ¿no es cierto?</strong></p> <p> —Somos muchos detrás de todo esto. Estoy orgullosa de que probablemente con este premio se pueda visibilizar más lo que hacemos. Quisiéramos mostrar los muchos aportes que realizamos, pero o hacemos investigación o hacemos propaganda, y generalmente escogemos la investigación.</p> <p> Tenemos científicos que hacen trabajos impresionantes. Hay colegas que trabajan con los delfines de río, otros con los osos, otros investigan en los parques más diversos. En el Herbario Nacional hay un montón de gente con la flora de Bolivia. Sería muy importante informar sobre todo eso para que los niños se motiven. La siguiente generación tiene que seguir haciendo más ciencia, entonces debe saber lo que hoy se está haciendo. Si logramos que ellos sueñen con ser un zoólogo, con ser un botánico, sería fabuloso.</p> <p>  </p> <p> <strong>—Usted tiene un doctorado en etnobotánica. Cuéntenos sobre esa labor que ha tenido como fruto este premio internacional.</strong></p> <p> —La etnobotánica es el estudio del uso de las plantas, cualquier tipo de uso, sea para construcción, alimentación, fabricación de utensilios, ropa, etc. Entonces podemos hacer etnobotánica en el campo con las comunidades y grupos indígenas como en las ciudades también. Todos, de una forma u otra, aplicamos la etnobotánica a nuestra vida.</p> <p> En ese marco, hice mis diversas tesis de especialización sobre el uso de las palmeras. Hice uno de los trabajos de mayor escala en la región y trabajé en cuatro países: Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia.</p> <p> Como parte de todas mis investigaciones, siempre hemos retornado la información a las comunidades con libros que son usados por ellas. En la parte científica fuerte colectamos plantas e identificamos correctamente la especie a la que las personas atribuyen el uso. Estas muestras son depositadas en el Herbario Nacional de Bolivia y sirven como referencia informativa.</p> <p>  </p> <p> <strong>—¿Qué parte del trabajo fue la que motivó el premio OWSD-Elsevier?</strong></p> <p> —El premio reconoce trayectorias. Nuestros mentores nos nominan. La nominación debe ir respaldada con publicaciones de impacto en la comunidad científica y en la comunidad no científica. Se llama “carreras tempranas” porque en países no desarrollados no resulta tan fácil salir a hacer un doctorado. Te deben nominar en los primeros siete años de haber terminado el doctorado. Yo terminé el mío en 2016. Vengo trabajando en botánica desde más o menos el año 93.</p> <p> Ya antes de titularme colaboré con muchos proyectos de investigación porque participé en unos cursos de entrenamiento en metodología especiales. Era una de las pocas que tenía ese entrenamiento en botánica. Entonces eso me permitió participar en muchos proyectos de investigación mientras estudiaba.</p> <p>  </p> <p> <strong>—En estos tiempos, marcados por procesos como la deforestación, la migración, el cambio climático, etc., ¿cuán afectados se hallan estos conocimientos tradicionales en Bolivia?</strong></p> <p> —El conocimiento tradicional es dinámico, es la forma en la cual nosotros nos adaptamos a un lugar y podemos aprovechar sus recursos. Eso siempre va a cambiar. Hay algunas técnicas y formas que no cambian, pero el resto cambia. Por ejemplo, las plantas que se aprovechan cambian porque los intereses de las personas también cambian. La gente sale, aprende, vuelve con un conocimiento y experimenta, el conocimiento no es estático.</p> <p> Con todos los cambios hay aspectos que desaparecen, pero también hay aspectos que aparecen, que permiten que las personas se adapten y puedan vivir en un ecosistema. Pensar en lo mucho que perdemos sin compensar con lo mucho que aprendemos no estaría bien.</p> <p>  </p> <p> <strong>—Explíquenos ese escenario.</strong></p> <p> —Claro, hay procesos que en estos cambios globales están cambiando y se están perdiendo. Por ejemplo, mucho del conocimiento tradicional del uso de los bosques y de la montaña era algo que se aprendía oralmente y practicando. Pero ahora, en muchos casos, los niños o los jóvenes tienen que salir a la escuela o a trabajar afuera, entonces esas cadenas de transmisión de conocimientos se están perdiendo. Y ya no hay la forma de aprender. O sea, mucha gente aprende, sabe del conocimiento, pero no lo sabe hacer, y eso se va diluyendo más y más.</p> <p> Por ejemplo, trabajé con los chácovos. Ellos hace unos 80 años hacían unos vestidos de la corteza de un árbol. Pero obviamente ahora ya no usan esos tejidos. Hicimos la investigación, ellos mismos indagaron si aún saben hacerlos, y sí lo saben. Obviamente no lo usan todos los días, sino para fechas muy especiales. Entonces, saber lo que se pierde y lo que no depende mucho de quién hace la investigación y qué, y cómo pregunta, el idioma y otros factores. No es tan fácil decir que se ha perdido.</p> <p>  </p> <p> <strong>—Son retos evidentemente grandes. ¿Cómo los asumen?</strong></p> <p> —Lo más importante es considerar que este tipo de estudios deben ser continuos, que nunca se van a acabar. Eso hace que nuestro trabajo sea mucho más crítico, porque tenemos que abarcar mucho más. En ese sentido estamos muy limitados, no sólo en fondos, sino también en cuanto a capacidades.</p> <p> Pensando en eso, hemos desarrollado recientemente un proyecto en el que capacitamos a comunarios locales para que hagan la investigación. Ellos están ahí, hablan el idioma local, etc. En este caso, ellos solos hicieron la investigación, registraron la información, incluso colectaron las plantas. Metodológicamente hicimos un cambio para nuestra rama y nuestra ciencia y demostramos que probablemente, como investigadores, nuestro rol debía ser capacitar a contrapartes locales. Estamos en eso, tratándonos de adaptar a lo dinámico que es este tema.</p> <p>  </p> <p> <strong>—Seguramente, entre tantos trabajos hubo varios que desatan sorpresas por el impacto que tienen ciertos conocimientos tradicionales de determinadas comunidades para el investigador. ¿Puede citar algunos ejemplos?</strong></p> <p> —Ésa es siempre una pregunta difícil. Tengo tantos ejemplos que creo no podría escoger uno porque todos se dan en un contexto diferente. En el tema de la salud siempre es impresionante cómo la gente maneja sus recursos tradicionales.</p> <p> Viví un año en San José de Uchupiamonas, comunidad indígena del Parque Nacional Madidi. La forma en la que ellos te integran como parte de su comunidad ha sido una de mis experiencias más importantes. Me enseñaron una forma diferente de ver el bosque. No se lo ve solamente como un recurso útil o como algo para estudiar, sino como un ente con el que te puedes relacionar.</p> <p> Creo que ésa es la esencia del conocimiento tradicional: relacionarse con los recursos no sólo físicamente, sino también espiritualmente.</p> <p>  </p> <p> <strong>—¿Qué me dice sobre conocimientos tradicionales tan afamados como, por ejemplo, los kallahuayas?</strong></p> <p> —Tengo una estudiante que está trabajando con los kallahuayas. De estos médicos tradicionales, como sabemos, se ha estudiado mucho, hay bastante información generada. Pero también hay información que ha demostrado cómo ha cambiado todo esto. Lo interesante es que muy pocos trabajos han documentado el contexto de los kallahuayas como para poder aplicarlo en experiencias actuales.</p> <p> Por ejemplo, kallahuaya no es sólo un médico que cura con plantas. Es alguien que te cura con plantas en tu entorno, en el lugar donde estás. Esto porque esa relación que tenemos con nuestro entorno es la que nos puede enfermar. Tienen que curarnos en ese entorno. Por eso no resulta fácil pensar en un kallahuaya en un hospital, por ejemplo.</p> <p>  </p> <p> <strong>—Debe haber vacíos muy sensibles de otras culturas menos conocidas aún.</strong></p> <p> —Hay pueblos que se están perdiendo, como los urus. Hay muy pocos estudios con ellos. Hay otros pueblos, como los lekos, que ya no hablan su lengua local. Hay un montón de grupos indígenas en los que ya tal vez no alcanzamos a documentar un conocimiento que podía servirnos como base para muchos estudios actuales, para incluso entender el nombre de las plantas. El lenguaje local señala no sólo algunas características de uso, sino también de ubicación de las plantas que guían a los científicos para categorizarlas.</p> <p> Antes se pensaba que no coincidían las formas de categorización con la forma de categorización indígena. Pero ahora, con las nuevas técnicas y los estudios de ADN, se ha demostrado que tenían razón, que estaban en los cierto en sus formas de separación y en por qué las separaban. Entonces en muchos casos, eso, debido a la desaparición de la lengua, también se ha perdido. Éste es el año Internacional de la Diversidad de las Lenguas y creo que es bueno valorarlo porque mucha información se ha perdido debido a las lenguas que han desaparecido.</p> <p> Los trabajos deberían ser mucho más interdisciplinarios. No debíamos trabajar sólo los botánicos, sino también antropólogos, sociólogos, médicos, etc. para rescatar la información.</p> <p>  </p> <p> <strong>—¿Qué tanto apoya el Estado a este tipo de trabajos? Generalmente hay reclamos al respecto.</strong></p> <p> —Nos falta mucho para avanzar. Pero creo que estamos en buen camino. Tenemos un muy buen grupo de científicos en Bolivia haciendo trabajos. Sin embargo, debía considerarse que no todos los pueblos indígenas y comunidades locales tienen las mismas visiones y percepciones de la naturaleza, del uso de los recursos, del impacto. Son muy particulares. Tal vez habría que desarrollar estrategias más enfocadas, más particulares, más personalizadas con las comunidades para aprovechar el conocimiento que tienen.</p> <p> Han salido muchas investigaciones durante los últimos cinco años que demuestran que ecosistemas como, por ejemplo, la Amazonía son ecosistemas plenamente manejados. Y la base de ese manejo es el conocimiento tradicional de cientos y cientos de años. Entonces se deberían crear estrategias políticas que permitan recuperar ese tipo de información. También se debe fomentar la ciencia como un elemento importante que nos permita declarar esos conocimientos y recursos como patrimonio de nuestro país. Las colecciones científicas son un patrimonio del país que está documentando el conocimiento.</p> <p>  </p>

Ha sido protagonista de una muy buena noticia para Bolivia: este 16 de febrero, la bióloga Narel Paniagua Zambrana recibió en Washington DC el premio OWSD-Elsevier, junto con otras cuatro científicas de Bangladesh, Nepal, Gambia y Palestina.

Ha sido protagonista de una muy buena noticia para Bolivia: este 16 de febrero, la bióloga Narel Paniagua Zambrana recibió en Washington DC el premio OWSD-Elsevier, junto con otras cuatro científicas de Bangladesh, Nepal, Gambia y Palestina.

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