El anuario 2021 de Alias Agatha
¿Cómo se contará a las futuras generaciones lo acontecido al inicio de esta década?
Ha sido un tiempo atravesado por el temor y la incertidumbre de una pandemia, el desencanto y la preocupación por el contexto político boliviano. Pero se han mantenido vivas la utopía y esperanza por mejores días (más aún con la llegada de la vacuna).
El 2021 se inició con uno de los periodos más difíciles de la pandemia. La segunda ola supuso una avalancha de angustias, tristezas y de esa sensación de riesgo, despertada el año anterior por el virus originado en China. Sin embargo, la distribución de las vacunas para proteger contra los efectos de la Covid-19 motivó esperanza y mayor tranquilidad.
No obstante, surgió otro riesgo, esta vez con voz: los negacionistas. Representantes del individualismo posmoderno. Aquel que bajo una supuesta demanda de libertad se olvida de la otredad, del bien común y del lazo social. Ellos lograron que potencias mundiales, como Estados Unidos o Alemania, no lograran alcanzar sus expectativas de vacunación, poniendo en riesgo a su población. Más aún, con la llegada de la variante ómicron.
En el caso boliviano, los negacionistas también podrían ser una razón para tener uno de los índices más bajos de vacunación en la región. Asimismo, este podría ser el resultado de la falta de logística para el proceso de inmunización. Las largas y abarrotadas filas para recibir las dosis fueron una clara expresión de la desorganización.
A pesar de ello, cabe destacar los recientes esfuerzos gubernamentales por aplicar las terceras dosis y las que corresponden a los menores. Ojalá que, en las siguientes fases previstas de la pandemia, se implementen y difundan protocolos más claros y efectivos.
Eso será posible si se prioriza la agenda de políticas públicas por sobre la agenda partidaria del oficialismo. A diferencia de lo que algunos creímos, el primer año del gobierno de Luis Arce Catacora ha sido una continuidad de la gestión previa del Movimiento al Socialismo -MAS- (2014-2019). Aquel periodo se caracterizó por el abuso de poder de la cúpula del partido, la amenaza a la democracia y el exacerbamiento de la diferenciación y el enfrentamiento entre bolivianos.
Por instantes, el discurso del actual vicepresidente, David Choquehuanca, parecía representar un tiempo distinto. Ingenuos quienes lo creímos.
En este 2021, las detenciones abusivas y arbitrarias de Jeanine Áñez y Marco Pumari, las intervenciones en las elecciones de Adepcoca, la negación de un diálogo horizontal con indígenas de tierras bajas que no forman en las filas del MAS, la permanente deslegitimación de los medios de comunicación que no se suman a su propaganda, el constante discurso de enfrentamiento y diferenciación, las acciones distantes del cuidado del medio ambiente y de la tan citada Pachamama son muestra de la política ejercida por el gobierno de Arce y Choquehuanca.
Estas acciones no solo desilusionan, también preocupan.
La democracia en Bolivia está en riesgo. Las elecciones subnacionales, de este año, mostraron la vocación democrática de la ciudadanía y la pluralidad de perspectivas. Pero la democracia no sólo consistente en la elección de representantes; también implica la independencia de poderes, la equidad en la justicia, la defensa de los derechos (como la libertad de expresión y de pensamiento), el respeto a la autonomía (de sujetos y organizaciones) y el cumplimiento de las leyes.
La creciente lejanía entre esos principios y el accionar del Gobierno de turno alertan sobre la democracia en Bolivia. A las puertas de conmemorarse 40 años de la recuperación de la misma, es preciso demandar y promover los principios que la conforman.
Para ello será fundamental considerar los episodios de ilusión y esperanza que trajo el año 2021. Por ejemplo, la vigencia de las Flaviadas, en La Paz; el triunfo de cineastas nacionales, en tierras foráneas, como el de Daniela Cajías, Diego Mondaca o Kiro Russo; el motivador desempeño de Hugo Dellien o Karen Tórrez (la “sirena boliviana”); las apuestas de emprendedores para fortalecer el “Hecho en Bolivia”; la emoción de estudiantes y profesores que lograron volver a verse en las aulas.
Esos son ejemplos de que el futuro depende del fomento al arte, el deporte, el emprendimiento, la educación y, ciertamente, a la salud, en un entorno plenamente democrático.
Con la ilusión que ofrece un nuevo año, esperemos que esta utopía se haga realidad.
Felices fiestas.
La autora es investigadora social, docente y columnista
Columnas de GUADALUPE PERES-CAJÍAS