Refugio de los volcanes, un paraíso terrenal
//Sofía Aramayo Gamarra//
Una sinfonía de cantos en bandada sacados de un cuento de fantasía se abre camino en la humedad pegajosa del aire de mediodía. El tranquilizador sonido del agua de río pasando entre las piedras se escucha en todas direcciones. El canto del Tojo emana de las profundidades del bosque subtropical, aparentemente impenetrable, choca contra la piedra rojiza de gigantes montañas, que se alzan imponentes de norte a sur e interrumpe brevemente a las cigarras. Cientos de diminutos ojos de insectos, apenas visibles entre los llamativos colores de sus caparazones, se posan sobre un grupo de viajeros que se detiene para descansar de su ardua caminata; el rastro de sus botas marcadas, levemente, sobre huellas de jaguares y panteras; chanchos de monte y serpientes. Resulta difícil pensar que hace solo dos horas, este grupo salía de Santa Cruz de la Sierra rumbo a un oasis protegido por nueve gigantes rojizos: Refugio Los Volcanes.
Refugio Los Volcanes, situado al suroeste de Santa Cruz, nace como un espacio físico para repensar el lujo y la aventura. Hoy se ha convertido en un punto de unión geográfico para todos aquellos que buscan recorrer y admirar la naturaleza del oriente boliviano en su estado más prístino, pero con las comodidades que les ayude a disfrutar de una fantástica estadía: una ducha caliente (alimentada con energía renovable), sábanas limpias y una buena comida con ingredientes locales y orgánicos.
Desconectarse y enfocarse, aunque suene antagónico, es muy fácil de hacer si se permanece echado en una hamaca colgada de una de las vigas de la terraza de una casita con habitaciones lujosamente equipadas o sentado tomando café tostado horas antes al lado de una cascada. “Construido con mis propias manos, desde un sueño del corazón”, es como Vicente, uno de los guías fundadores del lugar, describe a este paraíso. Sus ojos brillan mientras nombra señalando a una de las cien especies de orquídeas que conforman bosques enteros, a minutos de caminata del restaurante de Refugio Los Volcanes; su sonrisa pícara es la de una persona que ama revelar uno o dos secretos de los senderos recorridos por cientos de visitantes cada año. Es con esa misma sonrisa apasionada, que los caminantes refugiados entablan amistad con todo el personal del lugar.
Allí un día normal está lleno de actividades para todos los gustos y requerimientos. Rodeado de playas de río, estanques naturales y más cuerpos de agua provenientes del río Elvira, uno encontrará renovación en todas las cascadas, espectacularmente cristalinas, de un circuito preparado especialmente para los huéspedes a solo 10 minutos desde las habitaciones. Atardeceres con vistas de 360 grados en cimas de la sierra, cumbres altísimas semejantes a la punta del mundo para recibir los primeros rayos del sol y senderos de hasta 15 km en cuyas caminatas es posible apreciar alguna de las 200 especies de aves endémicas, mariposas, ranas y un par de monos curiosos que vigilan la zona (y a los caminantes también).
¿Cómo no enamorarse?
Visitado anualmente por ornitólogos del mundo entero, botánicos fascinados por las orquídeas y bromelias nativas del lugar, biólogos y fanáticos de la naturaleza, Refugio Los Volcanes nos hace cada vez más orgullosos de sabernos parte de Bolivia, Una Gran Nación.
Sentados cómodamente alrededor de una fogata, cubiertos por un manto de estrellas, nuestros viajeros cuentan historias de los espíritus protectores del bosque boliviano oriental. Recuerdan las máscaras de madera impasibles que encontraron en los senderos recorridos del día, enigmáticas y extrañamente familiares y se preguntan si todo lo que vivieron las últimas horas fue un sueño, si la esencia de cada uno de ellos siempre perteneció a las raíces serpenteantes de aquellos gigantescos gomeros que los cobijaron bajo su sombra hoy…lo saben.
A lo lejos, sobre la montaña se posa un Cóndor Andino. Repliega sus gigantescas alas para afirmar una vez más su dominio sobre Refugio Los Volcanes: su reino.