El “espectáculo de la verdad”
La Casa de la Libertad no solo es uno de los museos más importantes de Bolivia. También cuenta con un archivo y biblioteca que lleva el nombre de su más ilustre custodio, Joaquín Gantier Valda. Y, como la sede del repositorio es Sucre, en el archivo se puede encontrar joyas documentales, incluidas algunas vinculadas a la revolución del 25 de mayo de 1809.
Entre esos documentos, por ejemplo, están los apuntes de José Vásquez Machicado de los expedientes referentes al movimiento del 25 de mayo de 1809, que se guardan en el Archivo de Indias; una copia de 1900 del informe que se elevó al rey de España sobre los sucesos de ese día, y el expediente del embargo de los bienes del escribano Ángel Mariano Toro, que fue uno de sus protagonistas. Este documento es particularmente llamativo porque detalla la totalidad de los bienes de Toro, incluyendo los libros de su biblioteca, título por título, y sus cuadros, entre los que se encontraba uno de la Virgen de Guadalupe.
Aunque todos son igualmente valiosos, el que despierta la mayor curiosidad es el manuscrito que lleva este rótulo en la carátula: “Manifiesto inparcial dela Revolucion acaesida en la Ciudad de Chuquisaca — El dia jueves 25 de Mayo de 1809 — con mas los sucesos particulares que se notaron en los días siguientes — Dispuesto en forma de Diario para un ciudadano de La Plata”.
A primera vista, el documento es un original del año de referencia y, por el título que se pone a su primera foja, “Espectáculo dela Verdad”, tiene la pretensión de ser la relación verídica de los sucesos de la fecha. No obstante, cuando se procede a una lectura más serena, es fácil percibir, desde el segundo párrafo, que lo que pretende el autor, que jamás revela su identidad ni da pistas de ella, es justificar la actuación de las autoridades realistas, particularmente del presidente de la Audiencia de Charcas, Ramón García León y Pizarro, y del arzobispo de La Plata, Benito María Moxó y Francolí, aunque, en ocasiones, es duro en sus apreciaciones con ellos.
La esencia hispanista del autor del documento se percibe de principio a fin, aunque esa es una característica de quienes vivieron en el imperio español del siglo XIX, incluso de quienes participaron en las revoluciones y se volcaron contra la corona. Debido a ello, no se puede considerar al documento como una pieza que refleje los hechos del 25 de mayo sin el inevitable filtro de las pasiones.
El “Espectáculo de la verdad”, al que trataremos en este artículo, y sus textos, con ortografía actualizada, es una respuesta expresa a otros escritos que debieron circular en 1809 aunque es muy probable que estos reflejaban la interpretación de los sublevados. A sus autores, el que escribió este documento les reclama porque “han prostituido las plumas venales a la más indecente y vil adulación, para mentir sin pudor, levantando falsos testimonios contra seres de la más alta representación y de hombres de conocido honor”.
El manuscrito es de 25 fojas en anverso y reverso, así que el texto sobrepasa las 40 páginas. De inicio, el autor anónimo se esfuerza por pintar la situación política en Chuquisaca, alborotada por los sucesos en Europa, donde las tropas de Napoleón habían invadido España y se habían apoderado del trono en el que se sentó el hermano del corso, José Bonaparte. El rey Fernando VII había sido encerrado en Bayona mientras que su hermana, Carlota Joaquina de Borbón, dejó Europa y se fue a Sudamérica, validando su título de princesa del Brasil. Desde allí, mandó cartas a sus colonias del Perú con el brigadier José Manuel de Goyeneche.
En Chuquisaca, el rumor de que tanto el presidente de la Audiencia como el arzobispo querían entregar Charcas a la princesa del Brasil fue el detonante de los sucesos del 25 de mayo de 1809.
A continuación, reproduciré algunos párrafos del documento, de la parte que fue transcrita por María del Carmen Thompson Pérez, con el propósito de que el lector encuentre las similitudes y diferencias entre la narración que nos hacen en el colegio sobre el 25 de mayo y los que se describen en el manuscrito.
La lectura comienza en la página 21, en el momento en que Jaime Zudáñez es arrestado por orden de García León y Pizarro…
EL CLAMOR DE LOS ZUDÁÑEZ
“El abogado Zudáñez, que fue el único arrestado, clamaba a gritos en medio de la escolta invocando el favor del pueblo para que lo librase de las garras de los traidores, constituyéndose por este mismo hecho de sedicioso y conjurado cabeza notoria de motín según las ordenanzas y leyes del reino, y a sus voces se fue congregando bastante porción de pueblo que seguía sin desacato hasta que entró a la Presidencia.
“Sus parientes y sus confederados se distribuyeron a clamorear por los barrios tocando entredicho otros para con el populacho, los primeros concurrentes no obraron todavía con desenfreno porque fueron a sacar de su palacio al prelado para que rogase por la soltura de Zudáñez, a lo que no pudo negarse coactado por el justo temor de convertir las iras del pueblo contra sí, suponiéndolo complicado con el presidente para las prisiones y degüello del vecindario.
“El jefe allanó la soltura por su clemencia natural, presumiendo que aquel amago aplacaría el tumulto en su nacimiento y serviría de enmienda a todos los reos mandados arrestar, pero se engañó, porque el mismo persuadió a la violencia temeraria de su prisión con la misma facilidad de su indulgencia, animando con esfuerzos de los últimos empeños que estaban pactados muy de antemano.
“Viendo que el pueblo amainaba de otra manera de una marea que va bajando soplaron nueva borrasca enfureciendo a la plebe con el soborno y con la embriaguez para que empezase a pedir cuanto le inspiraban los ocultos soplones de la sedición; de lo interior de la casa de un ministro se comunicó la voz de que pidiesen al fiscal con todo de que sabían muy bien que no estaba preso por haber emprendido su fuga desde allí mismo. El populacho embriagado arrebató al arzobispo con sacrílega insolencia llevándolo por las calles como una nave fluctuante entre contrarias marejadas para que entregase al fiscal.
PIDEN LA ARTILLERÍA
“Inmediatamente pasaron a pedir que se desmontase la artillería asegurando el total sosiego del pueblo con esta diligencia. Los interlocutores Arenales, el alcalde provincial Paredes y el padre Polanco, religioso franciscano a quien mezclaron con esta embajada con el malicioso pretexto de que habiendo visto entrar a la presidencia en aquella hora a un fraile sacerdote declarasen después algunos ignorantes malévolos que había sido llamado por el presidente para confesar a los arrestados.
“Fue despachada prontamente la solicitud y aparentando los malignos comisarios que salían a dar aviso al pueblo, volvieron al instante con la novedad de que pedían la artillería montada para precaver toda alevosía, enterrándola dentro del patio de Cabildo sin considerar que esta pretensión era notoriamente insidiosa, con ánimo de protestar la continuación del tumulto con la negativa que se opondría consiguientemente, pues se verían a los ojos que quedaría todo resguardado con llevar las cureñas quedando en tierra los cañones.
“En efecto, se resistió el presidente porque la misma tropa de su guardia también reprobó semejante entrega; entonces compareció el oidor Ballesteros como mensajero de una numerosa plebe que lo seguía y atropellado la real pragmática de 1774, pidiendo la artillería afianzando con su cabeza que en el momento quedaría sosegado todo el pueblo.
“Bien conoció el señor presidente que no lo debía permitir, pero reflexionó que lo atribuirían a que quedaría uso de ella para avasallar al pueblo y proclamar luego a la señora princesa del Brasil, por cuyo motivo y por la consideración de que no era permisible una perfidia tan atroz en un ministro del Rey que solo por ella se haría reo de muerte, al cabo consintió en la entrega, la cual empezaba a verificarse; entró al patio a pelotón el populacho a pedir las armas de la guardia para dejar al jefe enteramente indefenso con tan descarriada osadía que excusándose con ¿buenas? palabras al tiempo de retirarse a la sala del dosel donde habían descansado por frailes, quisieron entrarse a tomarlos por fuerza y apoderarse de la persona del presidente.
SUENAN LOS DISPAROS
“Entonces la guardia tomó las armas e hizo fuego al aire con bayoneta calada para despejar el patio como lo despejó, cerrando la puerta. Hace tiempo un oidor en persona mando colocar los cañones en las esquinas de la presidencia para abatirla por sitio con fuego vivo ametralla sin que los pocos soldados de la guardia tuviesen otra defensa que el disparar por las ventanas algunos tiros de cuando en cuando para que no forzaran las puertas. Reducido ya el jefe a una indefensión absoluta, se aumentó mucho más la insolencia cañoneando la casa pretorial entre una ¿algarabía? General, ruido redoblado de campanas que parecía hundirse toda la ciudad, noventa y dos cañonazos dispararon en el discurso de la noche, los más de ellos con metralla, de la que se presume haber perdido la vida los dos cholos únicos que remanecieron muertos; a pesar de las grandes desgracias que mentirosamente ponderaron en los primeros informes, y como no se hizo el reconocimiento judicial de que las heridas de aquellos dos muertos habían sido hechas con bala de fusil, que fueron las únicas armas de la presidencia, es de creer que aquellas dos averías d[…]maron del fuego tumultuario como hacían con los cañones. El cabildo afirmó arbitrariamente que el sanguinario presidente no había exterminado al pueblo a tiro de cañón, con todo de ser evidente que de la Casa Pretorial no se disparó ni un cañonazo y no tuvo reparo en asegurar muerte, ¿fingida en aquella refriega, no debiendo ignorar que los únicos comprobantes legales de los muertos en aquella noche son las fes de entierro donde siempre se expresa si la muerte fue natural o violenta por herida con armas.
“De los balcones de un oidor gritaban a la calle animando al pueblo para que no desmayase, en la junta de la casa del oidor, la iglesia mandaban la continuación del fuego, hasta que considerando al presidente sin ningún resguardo, determinaron ya ordenarle la dejación del mandado con amenazas y aunque entre los ahogos del conflicto protestó juiciosamente lo que debía, al cabo, viéndose solo, desamparado de la poca tropa y profugados los asesores, contestó el último oficio que se hallaba en estación de poder disponer el Tribunal lo que gustase, pero que tuviesen consideración a su carácter y a sus años.
“El oidor Ballesteros, que hacía el oficio de secretario en q[…]a junta clandestina para escribir y leer los oficios, de acuerdo con los Zudáñez dio por hecha la renuncia contra los repetidos votos del conde de San Javier, y desde aquel momento, la hora de las dos de la mañana, rea[…]mió la Audiencia el mando de la presidencia contra la real orden de 1806, depuso al presidente, lo mandó arrestar, se levantó horca en media plaza para colgar su retrato y publicó bando muy temprano el 26 por la mañana, declarándose por Audiencia gobernadora, ordenando reconocimientos//23r engañosos de las supuestas orcas y cordeles que figuraron estar dispuestas en lo interior de la casa con sepulturas ya abiertas para enterrar a los que habían de ser ajusticiados en aquella noche.
“Los Zudáñez alentaban al pueblo y los oidores, la iglesia y Ussoz escribieron a Lima y a Potosí y el Cabildo secular a Buenos Aires, pintando al presidente por un monstruo de tiranía fanático, despótico embustero, perjuro y asesino, asolador de Chuquisaca con la sacrílega suposición de sumarias sanguinarias y de otras mil imputaciones que solamente podían caber en el corazón de un malvado endurecido”.
(*) Juan José Toro es fundador y vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).