Los confites de Carnaval, dulzura y tradición
el Carnaval no solo se caracteriza por la música, los bailes y las coloridas comparsas, sino también por la riqueza de sus tradiciones gastronómicas, entre ellas, los infaltables confites, un símbolo de alegría y gratitud hacia la Pachamama (Madre Tierra).
Estas pequeñas delicias azucaradas, elaboradas con esmero por familias enteras en el país, son infaltables en las celebraciones del Martes de Ch’alla y en las ofrendas durante esta fiesta. Entre ellas, destaca la figura de Berta Borda, quien con más de 78 años de vida y toda una trayectoria dedicada a la elaboración de dulces, es una de las artesanas reconocidas en el “pasaje más dule” de Quillacollo.
“Desde niña hago confites para el Carnaval, antes hacíamos con leña, ahora se ha modernizado. Toda mi familia se ha dedicado a esto por generaciones”, comenta con orgullo al fotoperiodista de Los Tiempos, Daniel James.
Cada confite es una obra de arte en miniatura, con rellenos de arveja, almendra, maní, coco rallado, galleta, nuez y chocolate, entre otros que se ofertan en la concurrida zona de la Tierra de la Integración.
La producción de confites comienza con cuatro meses de anticipación al Martes de Ch’alla. Al menos 12 familias elaboran variedades tradicionales y sabores innovadores que luego son distribuidos a municipios como Vinto, Tapacarí, Morochata, Cocapata y Sipe Sipe, además de otras regiones del país. Oruro, La Paz y Chuquisaca también destacan por su producción masiva de estos dulces, que no solo endulzan el Carnaval, sino que mantienen viva una costumbre ancestral que honra la abundancia y el agradecimiento a la Madre Tierra.
En la ciudad de Cochabamba, estos dulces pueden encontrarse en la calle Lanza, entre Brasil y Honduras, así como en el céntrico puesto de Seberina Poma, ubicado en la avenida Heroínas y 25 de Mayo.