Chernóbil, 30 años después de la catástrofe nuclear
El 26 de abril de 1986 el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil, situado a 120 kilómetros de Kiev, explotó durante una prueba de seguridad y liberó a la atmósfera más de 50 millones de curies de radiación y contaminó vastas zonas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia.
Hoy, se conmemoran 30 años desde la catástrofe de Chernóbil, el peor accidente nuclear de la historia, cuyo balance de víctimas sigue siendo un misterio y objeto de controversias.
Tras quedar fuera de control el reactor número cuatro en 1986, durante 10 días el combustible nuclear ardió, liberando a la atmósfera nubes tóxicas que contaminaron con radiación hasta tres cuartas partes del territorio europeo, golpeando especialmente a Ucrania y a los vecinos Bielorrusia y Rusia.
Moscú intentó esconder el accidente ocurrido en la exrepública soviética y las autoridades esperaron al día siguiente para evacuar a los 48.000 habitantes de la localidad de Pripyat, situada a solo tres kilómetros de la planta.
La primera señal de alarma fue lanzada por Suecia el 28 de abril, cuando las autoridades detectaron cantidades anormales de radiación, pero el líder soviético Mijail Gorbachov no se refirió públicamente al incidente hasta el 14 de mayo.
Una vez que las autoridades reconocieron el accidente, un total de 116.000 personas tuvieron que dejar sus hogares situados en la zona de exclusión, a la que hoy en día siguen sin poder volver.
En los años siguientes, otras 230.000 personas sufrieron el mismo destino. Sin embargo cerca de 5 millones de ucranianos, rusos y bielorrusos viven en zonas donde la cantidad de radiación es alta.
En cuatro años, unas 600.000 personas, principalmente militares, policías, bomberos y funcionarios, trabajaron como “liquidadores” para contener el incendio nuclear y crear una barrera de concreto para aislar el reactor.
Los agentes desplegados llegaron al lugar casi sin protección o con un equipamiento inadecuado para enfrentar la nube tóxica.
Además de contener el incendio después tuvieron que limpiar las zonas adyacentes y construir el sarcófago para contener la radiación.
Un balance controvertido
Pero, tres décadas después del accidente, el balance de víctimas sigue siendo objeto de debate.
Un controvertido informe publicado por la ONU en 2005 estimó en cerca de 4.000 las víctimas en los tres países más afectados.
Un año después, la organización ambientalista Greenpeace situó la cifra en cerca de 100.000.
Según el Comité Científico sobre los Efectos de la Radiación Atómica de la ONU hubo 30 muertos entre los agentes enviados a contener los efectos del accidente en los días siguientes al desastre.
Sin embargo, la estructura creada inmediatamente después del accidente, de manera apresurada, amenazaba con comenzar a filtrar al aire 200 toneladas de magma radiactivo por lo que la comunidad internacional se comprometió a construir una nueva capa de hormigón más segura.
La construcción de un arco con una altura de 110 metros de 25 toneladas se inició finalmente en 2010. Esta estructura, ligeramente más alta que el Big Ben en Londres, permitiría cubrir la catedral de Notre Dame de París.
Este nuevo sarcófago debería estar plenamente operativo a finales de 2017 y tendrá un costo total de unos 2.400 millones de dólares.
En su financiamiento participó el Banco Europea de Reconstrucción y Desarrollo y también contribuyeron más de 40 países.
Con una vida útil estimada en un mínimo de 100 años, esta estructura debería dar tiempo a los científicos para encontrar nuevos métodos para desmantelar y enterrar el resto del reactor, para que en el lugar pueda volver a crecer la hierba algún día.
El verdadero alcance
La ausencia de estudios o de resultados concluyentes sobre el alcance de la catástrofe de Chernóbil no es prueba de que la fuga de los productos radiactivos no aumentaran la incidencia de cáncer u otras enfermedades, o de que produjera miles de muertes: es prueba de que los científicos no han llegado a un acuerdo ni han podido demostrar que así fuera. Tal como destacan algunos investigadores, en gran parte la controversia se debe a la complejidad de medir el alcance de los efectos perjudiciales a largo plazo en poblaciones expuestas a múltiples factores de riesgo, sin contar con las consideraciones políticas de partidarios y detractores de la energía nuclear.
“30 años después del accidente vivimos con problemas graves de salud y seguimos comiendo productos contaminados”, denunció a ABC Svitlana Shmagailo, una habitante de una aldea próxima a Chernóbil que vivió el accidente cuando tenía 12 años, y que fue invitada el pasado 20 de abril a España por Greenpeace para denunciar “el abandono de los sobrevivientes de Chernóbil”.
“No hay ayudas sociales del Gobierno ni para liquidadores, ni para inválidos ni para habitantes”, se lamentó.
Lejos de la escasez de víctimas reconocidas oficialmente, la familia de Shmagailo parece representar un escenario distinto: “Mi primo y mi madre murieron de cáncer, mi hermano tiene cáncer. Mi madrina y mi hijo tienen enfermedades inumunológicas y mi hermana y yo tenemos problemas de tiroides”.
Reserva de animales salvajes
Treinta años después de la peor catástrofe nuclear de la historia, la zona altamente contaminada de Chernóbil, abandonada por sus habitantes, se ha transformado en una reserva única de animales salvajes.
“La gente se fue y la naturaleza volvió”, resume Denis Vishnevski, ingeniero responsable de la “zona de exclusión”, un área de 30 km alrededor del lugar del accidente. A su lado, unos caballos silvestres buscan comida bajo una espesa capa de nieve inmaculada.
Una imagen que podría parecer surrealista a quienes guardan el recuerdo del drama de Chernóbil y de sus fatídicas consecuencias.
Aunque según Vishnevski, que también es zoólogo, la presencia humana es mucho más nociva para los animales que las radiaciones.
La fauna de la zona tienen una esperanza de vida menor y una tasa de reproducción inferior a causa de los efectos de la radiación. Sin embargo, su número y variedad aumentaron a un ritmo inédito tras la caída de la Unión Soviética en 1991.
“Aquí la radiación está por todas partes, y eso tiene efectos negativos”, recuerda Vishnevski. “Pero es menos significativo que la ausencia de intervención humana”, añade. En los días posteriores a la explosión, más de 130.000 personas fueron evacuadas de la región, abandonando instalaciones que han quedado como congeladas en el tiempo.
Un retorno renacido
Poco después del desastre, unos 10 km2 de pinos que rodeaban la central quedaron destruidos, por la absorción de un nivel alto de radiación, y los pájaros, roedores e insectos que vivían allí desaparecieron igualmente.
El lugar del “Bosque Rojo”, llamado así por el color de los árboles dañados, fue arrasado con aplanadoras y los pinos muertos, enterrados como desechos nucleares.
Sin embargo, desde entonces surgió en el mismo lugar un nuevo bosque de pinos y abedules, más resistentes a la radiación. Y la naturaleza ha experimentado transformaciones de lo más curioso.
Por una parte desaparecieron las especies dependientes de los desechos producidos por humanos, como las cigüeñas, los gorriones o las palomas. Al mismo tiempo resurgieron especies indígenas que habían prosperado mucho antes de la catástrofe, como lobos, osos, linces y pigargos.
En 1990, un puñado de caballos de Przewalski, en vías de desaparición, fueron llevados al lugar para ver si podían reproducirse.
El experimento fue tan bien que hoy más de 100 ejemplares pastan placenteramente en unos campos vacíos. “Es lo que llamamos un renacimiento medioambiental”, comenta Vishnevski.
Marina Shkvyria, investigadora del Instituto de Zoología Schmalhausen, que vigila la zona de Chernóbil, advierte no obstante de que la gran cantidad de turistas que visitan la zona y los empleados de mantenimiento de la central están deteriorando la naturaleza.
“No puede decirse que sea un paraíso para los animales”, destaca. “Mucha gente trabaja en la central. Y hay turistas y cazadores furtivos”, añade.
El reto ahora está en aprender a usar esta biosfera emergente sin causar daños, señala el ingeniero Vishnevski.
“El contraste entre el Chernóbil de antes de la catástrofe y el que vemos 30 años más tarde es sorprendente”, dice. “Estos animales son tal vez la única consecuencia positiva de la terrible catástrofe”.
EN UCRANIA
Protestas de los llamados “liquidadores”
Las conmemoraciones de este 30 aniversario vienen precedidas por las protestas de los llamados “liquidadores”, aquellos cientos de miles de personas que participaron en las labores de extinción de las consecuencias de la catástrofe al precio de sus vidas o de su salud.
El pasado 17 de marzo, la Rada Suprema (Parlamento ucraniano) adoptó una ley que devolvía a varias categorías de “liquidadores” y veteranos algunos beneficios sociales que habían sido eliminados en 2011, como tratamientos médicos gratuitos o compensaciones.
También se contemplaban indemnizaciones para los familiares de algunos “liquidadores” fallecidos, según su grado de relación con el accidente.
Sin embargo, la ley fue vetada por el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, que la devolvió a la Cámara con una lista de enmiendas para su estudio.
“Los cambios supondrán gastos adicionales para el presupuesto de Ucrania y, según los cálculos del Ministerio de Finanzas, la aplicación de la ley supondría un desembolso anual” inasumible para el presupuesto nacional, explicó el presidente.
Varios días después, el 23 de marzo, miles de miembros de organizaciones ucranianas de “liquidadores” se manifestaron en el centro de Kiev para exigir al Gobierno que les devolviera las ayudas.
El subcoronel en la reserva Vladímir Gúdov es una de las 260.000 personas que tienen el estatus de “liquidadores” en Ucrania, aunque en total unas 800.000 personas participaron en estas tareas, entre trabajadores de la planta, bomberos, militares o mineros, que recibieron altísimas dosis de radiación los primeros días tras la catástrofe.
Gúdov, como muchos otros “liquidadores”, está convencido: “Lo que hicimos salvó al mundo, evitamos que se repitiera una explosión que habría sido más letal que la primera, que habría destruido ciudades como Kiev y Minsk y hecho de Europa un continente inhabitable”.
ROBOTS HUMANOS
Tras el accidente nuclear del 26 de abril de 1986 en Chernóbil, los militares del Batallón Especial 731 trabajaron como “robots humanos” para retirar los escombros radiactivos, cuenta el único subcomandante que sigue vivo.
“Teníamos que retirar escombros y restos con altos niveles de radiación, con las manos o con palas. Podíamos recibir un máximo de 2 roetngen cada vez, y esto ocurría en sólo 15 minutos. Por eso había que correr, retirar algo y volver atrás corriendo”, recuerda Vladímir Gúdov, subcoronel del Ejército en la reserva, vicejefe del Batallón Especial 731 enviado a Chernóbil a tratar de contener la radiación.
“Pero en realidad la irradiación no estaba bien calculada, porque no se contaba el tiempo que tardábamos en correr cientos de metros. Nos llamaban los robots humanos”, asegura.
Gúdov es una de las 260.000 personas que tienen el estatus de “liquidadores” en Ucrania, aunque en total unas 800.000 personas participaron en estas tareas, contando a bomberos, mineros y otros que contribuyeron las primeras semanas a paliar las consecuencias de la catástrofe, muchas veces a costa de sus vidas.
“Para la liquidación del accidente llamaron a miles de militares en la reserva. Nuestro batallón trabajó en zonas particularmente peligrosas de los reactores 3 y 4. Yo estuve allí 42 días”, cuenta Gúdov.
DONACIONES
La Comisión Europea (CE) y Estados Unidos, anunciaron ayer sus contribuciones monetarias para desmantelar de forma segura la central nuclear ucraniana y para garantizar la seguridad y salud de la población que reside en el área.
La Comisión Europea (CE) anunció una nueva contribución de 20 millones de euros (más de 21.000 millones de dólares) al fondo de la Cuenta de Seguridad Nuclear que se encarga de desmantelar de forma segura la central nuclear ucraniana de Chernóbil.
Esta nueva aportación forma parte del montante total de 45 millones de euros que han comprometido los países del G7 (los más industrializados) y la CE, para añadirlo a los fondos con los que ya contaba esa cuenta, que se centra en el desmantelamiento de las unidades 1 a 3 de la central, indicó el Ejecutivo comunitario en un comunicado.
Por su parte, Estados Unidos conmemoró ayer el 30 aniversario de la explosión en la central de Chernóbil, con el anuncio de que concederá otros 10 millones de dólares para ayudar a garantizar la seguridad y la salud de la población que reside en el área. “En este 30 aniversario del desastre de Chernóbil, nuestros pensamientos siguen con las víctimas, desde los trabajadores de los equipos de emergencia que dieron sus vidas para prevenir un desastre aún mayor, a aquellos que viven en las áreas afectadas”, dijo el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, John Kirby.



















