Dios en la poesía de César Vallejo
Gaby Vallejo Canedo (*)
César Vallejo, dolor de haber nacido hombre. Dolor.
Vallejo se duele del mundo y de la muerte y se duele de Dios. La epopeya de existir tiene para él un gran escape psicológico: Dios. Pero no es el Dios de la bondad y del amor, sino el creador de la orfandad y del dolor y como tal está presente en la poesía de Vallejo, que es reclamo, que es grito.
Veamos cómo Dios es presencia frecuente y sostenida. Así, en el poema “Para el alma imposible de mi amada”:
Amada no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.
Quédate en la hostia,
ciega e implacable
como existe Dios.
Estamos ante la atribución a Dios de una circunstancia física como es la ceguera y de una actitud humana, como es la implacabilidad. Situación que Dios asume desde su implacabilidad, voluntariamente, según Vallejo, porque no ha querido plasmarse jamás con el hombre y se ha hecho hostia. La semejanza evidente entre Dios y la amada está en la negación del amor, no obstante que el poeta estuvo próximo a ser Dios porque sintió el amor, “mi divino amor” nos dijo.
Sigamos en “Los anillos fatigados”
Hay ganas… de no tener ganas, Señor:
A ti yo te señalo con el dedo deicida;
Hay ganas de no haber tenido corazón.
“Dedo deicida”, dedo que señala a Dios para matarlo. Dedo que pertenece a Vallejo y que le ha nacido después de haber sufrido hasta “no tener ganas”. Estamos ante un Dios al que se quiere matar porque es el dolor y porque se da indiferente, cansado, monótono, con su propia creación a cuestas, y que se añade que “se repite curvado en el tiempo y pasa y pasa a cuestas con la espina dorsal del Universo”.
Sigamos con el famoso poema “Los Heraldos negros”:
Hay golpes en la vida, tan fuertes….Yo no sé!.
Golpes como del odio de Dios
Los “golpes de la vida”, son Dios, son nacidos del odio de Dios. En esos golpes no hay el empujón de lo bueno, de lo mejor sino el golpe de lo grave como es el odio. Estamos ante un Dios personal, capaz de golpear al hombre con su odio, de dar un empujón terrible sin el “Levántate”. Un Dios que hunde.
Unos versos más abajo, la misma poesía gira hacia Cristo, que representa la esperanza del alma de cada hombre y que cae hondo, también con el odio de Dios. Retomaremos este aspecto de Cristo para el segundo enfoque de Dios.
Este Dios que es malo y concreto para el hombre que puebla la tierra, lo es para él, para Vallejo. Lo dice el poema “Espergesia”:
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo
En el poema, todas las situaciones y actitudes de su vida van siendo enumeradas y atribuidas a Dios que es imperfecto, que enferma y decae en su creación haciendo hombres como él, enfermos por y como Dios.
Tomamos otro poema en el que nos hallamos frente a una alusión bíblica que admite la dualidad Dios-Jesús. Sin embargo, Vallejo escribe deliberadamente el nombre de Dios para recalcar esa constante, dios ajeno y distante. Está en el poema “Setiembre”:
Sólo esa noche de setiembre dulce
tuve a tus ojos de Magdalena , toda
la distancia de Dios … y te fui dulce.
No obstante la presencia de la bíblica Magdalena, no podía tomar el nombre de Jesús y hacerlo distante. Era necesario decir Dios, el Otro, el inaccesible, el distante. Sin embargo, se deshace con la expresión siguiente y “te fui dulce” que es la correspondencia al Cristo Bíblico. La cita de Magdalena es también importante en la relación Dios-Cristo.
A medida que continuamos el análisis de la poética de Vallejo, observamos que la palabra Dios y lo que ella encarna, tiene un poder selectivo y peyorativo. Es decir, que el poeta selecciona palabras graves y fuertes para Dios. Tomaremos un fragmento más del poema “Fresco” para verificarlo:
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico,
la mano azul, inédita de Dios.
Dios, él mismo, incógnito y distante. El Dios del miedo y del terror que semeja un “pañuelo apocalíptico”.
Finalizamos este primer enfoque de Dios con un fragmento de “Los dados eternos”:
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios,
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí, te sufre: el Dios es él.
Se evidencia las siguientes connotaciones: el sufrimiento es creado por Dios y dado al hombre y es siempre mucho dolor. Dios se mantiene indiferente, sin “sentir nada de su creación” porque está “siempre bien”. Le es suficiente haber creado al hombre y al dolor. Pero, el hombre creado por Dios, va más allá del hombre. Es Dios porque conoce y soporta lo que no puede Dios: el sufrimiento, el dolor. Dicho esto, a quema ropa, de frente, se traduce en un Dios que debería sufrir el dolor del hombre, creado por él mismo, para ser mejor, más perfecto. Es una queja en alta voz al imperfecto.
Bien, hemos visto la doliente soledad del hombre abandonado por Dios. Una cara de Dios en la poética de Vallejo.
Suavizando esta distancia desesperante está Cristo que es amor, que es dulzura, que es redención. Y por contraste, son pocas las veces que lo nombra y a veces disfrazado Vemos un fragmento del poema “Yeso”:
y que muere sangriento de amar mucho,
como un croquis pagano de Jesús.
Como vemos, morir “sangriento de amar mucho” es evidentemente Jesús, que además es reforzado con la expresión “como un croquis pagano de Jesús”.
En el poema “Ascuas”, existe un Cristo implícito, sugerido:
Tilia tendrá la cruz
que en la hora final será la luz
La cruz, sin duda, es Cristo implícito y como tal, verdadero vínculo de salvación en “la hora final”. La luz después del sufrimiento cristiano.
Encontramos contenidos bíblicos sugeridos del mismo modo en “Avestruz”:
No acabes el maná de mujer que ha bajado,
yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz.
Mañana que no tenga yo a quien volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla el ataúd.
El poeta busca la cruz, quiere que le nazca una cruz capaz de ayudarle a soportar las circunstancias de abandono, de no tener “a quien volver ojos”. Una cruz que le salve mañana “cuando abra su gran O de burla el ataúd”, una cruz a qué agarrarse. Como vemos, un Cristo y su cruz para abrazarse, para salvarse.
En el texto “El poeta y su amada” dice:
Amada…
Tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
Y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.
“Jesús ha llorado”, “viernes santo más dulce que ese beso”, son expresiones que traducen la ternura que inspira a Vallejo la palabra o la identidad de Jesús. Es la ternura más grande que sobrepasa a la dulzura de un beso de amor humano. Un Jesús que llora.
Reconocida está suficientemente la dualidad Dios-Jesús. Dios como alejado, incógnito, implacable, hasta perverso y Jesús como amor, dulzura, redención, luz.
Pero nos encontramos con un poema que nos sorprende, como contradiciéndonos. Se titula justamente “Dios”. En este poema Vallejo siente, llega, mide, llora, consagra a Dios, “al que es bueno y triste” y al “que ama tanto”. Una poesía que se zafa, lejos de sentir a Dios como el culpable de haber creado al “hombre pobre… pobre”. Es una poesía que lo redime del rencor sordo. Sin embargo, no es del todo alabanza a Dios. Existe todavía una posición de dolor y certidumbre del poder de Dios. Así en algunas palabras como “Con él anochecemos, Orfandad”. Parece traer, solapadamente, aquella rabia que siente por el poder de Dios que nos obliga a anochecer con él y ser huérfanos. El poema finaliza con un verso rotundo, de cara a cara con Dios: “siempre debe dolerte mucho el corazón”, casi como una certidumbre, otra vez, de la imperfección de la obra de Dios.
Dios
Siento a Dios que camina, tan en mí,
con la tarde y con el mar.
Con él vamos juntos. Anochezco.
Con el anochecemos. Orfandad.
Pero yo siento a Dios, Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste,
muestra un dulce desdén de enamorado:
debe dolerte mucho el corazón.
¡Oh Dios mío! Recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde, hoy,
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.
Y tú, cuál llorarás….tú, enamorado
de tanto enorme seno girador…
Yo te conozco Dios porque amas tanto,
porque jamás sonríes porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.
Sería suficiente sólo este poema de infinitas connotaciones para mostrar a Dios versus Jesús, en la poesía de Cesar Vallejo.
Encontramos en este poema él y en todos los anteriormente comentados, una enorme pasión por Dios. Cesar Vallejo, aquel hombre golpeado por el “odio de Dios”, que nació enfermo porque “Dios estaba enfermo”, llevaba “la cruz” de Cristo en lo más hondo de su ser y solapadamente y de frente, estaba ese Dios implacable y distante.
(*) La autora es escritora.