La España bohemia: 20 años de café, charla y de espacio cultural
Norman Chinchilla
Hace poco más de 20 años, el concepto y las posibilidades de diversión en Cochabamba cambiaron de manera radical al surgir nuevas alternativas impregnadas de cultura y de una convivialidad novedosa.
Las calles España, Ecuador y Mayor Rocha fueron el epicentro de esa dinámica que prosperó rápidamente, duró algunos años y se extinguió casi del todo.
“Al principio fue El Carajillo (que abrió a inicios de 1992)”, recuerda Elio Valerio, italiano de origen, propietario del desaparecido café Metrópolis inaugurado en 1995, en la esquina España y Ecuador.
“En esta época, la España era una calle oscura donde la gente no se atrevía a caminar en la noche. Estaba en Bolivia con la idea de quedarme. Imaginé crear un espacio que era diferente de todos los que yo había visto antes en Cochabamba. El Carajillo, algo de eso tenía, era diferente. Era un café que no era sólo un café, era un punto de encuentro de varios tipos de personas, intelectuales, artistas, políticamente orientados…”.
“Yo busqué ofrecer a los cochabambinos algo que ellos deseaban en su subconsciente pero no sabían qué era. Pensaban que lo deseaban era seguir con el cacho y la cerveza que es tradicional —y lo respeto—. Pero yo no podía meterme a ofrecer lo mismo. Tenía que inventar algo nuevo”.
“Ese algo nuevo era englobar en un espacio chiquito, como era Metrópolis, varios tipos de oferta y de actividades. Es decir: cocina italiana, algunos platos alemanes (espaguetis y panqueques alemanes), ensaladas frescas, para la emergente clientela de las personas que buscan comida saludable. Eso era una novedad respecto al menú. Y fuera de esto, introducir en un local tan chiquito que era también un restaurante, unos tragos conformes con la coctelería internacional, es decir no sólo cerveza y cuba libre. Fuera de esto, la música ha sido fundamental. Ahí no se escuchaba chicha cumbia ni música popular; sino los grandes del rock, jazz, música clásica. Intentamos dar un toque diferente. Y la actividad artística también. Era pequeño, pero allí hacíamos exposiciones de cuadros de pintores cochabambinos que prestaron gratuitamente sus cuadros con la esperanza de venderlos y vendieron bastante. Chaly (Carlos) Rimaza, por ejemplo, la primera vez que expuso sus obras vendió tres, ¡estaba feliz!”, dice Valerio.
La iniciativa de Elio Valerio se replicó de manera similar con la apertura de otros cafés, como Fragmentos, en la Ecuador, donde las actividades culturales —exposiciones, conciertos de música, presentación de libros— tuvieron otro escenario.
De manera casi simultánea, se abrió El Umbral, en la España casi Ecuador, un centro cultural, que contaba con una sala de proyección donde se exhibían películas no comerciales, un pequeño teatro y un café.
“Escogimos un local en la España porque tuvimos el tinkazo que seria el barrio cultura de Cochabamba y que si se abrían otros locales culturales podríamos crear una sinergia”, cuenta Luis Bredow, actor de cine y teatro y gestor de El Umbral.
“Entonces, desde el principio, muchas personas se acercaron, atraídas por esta oferta novedosa, las actividades, la comida, la música, los tragos diferentes. Personas como Eduardo Mitre, el Ojo de Vidrio, Luis Bredow. Ruperto Salvatierra y tantos otros, incluido el, en ese entonces, arzobispo de Cochabamba, Tito Solari”, señala Valerio.
“Una mañana, el Presidente de Bolivia (Hugo Banzer) apareció en El Carajillo. Yo me quedé sorprendida”, comenta María Emma Abasto, mesera de ese café durante una década. “Se quedó toda la mañana tomando café y charlando”, agrega.
“El éxito ha sido casi inmediato. El cambio, esta pequeña revolución, limitada en el espacio, ha sido la concepción, la idea de la diversión en Cochabamba, empezó así y luego avanzó a pasos de gigantes”, señala Elio Valerio.
Esa dinámica duró cerca de cinco años y luego se inició un proceso que culminó en 2005 con el cierre de los locales emblemáticos y la extinción de las actividades culturales que animaban ese barrio.
¿Qué ocurrió con la España? Al parecer fue víctima de su propio éxito y de la acción represiva de la Alcaldía.
“Se jodió por la necesidad de los bolicheros de vender trago barato para sostener sus emprendimientos. Los boliches abandonaron el atractivo cultural. Las autoridades y la OTB no incentivaron el atractivo cultural y más bien se lanzaron a atacar de diversas maneras a los boliches. No les otorgaron licencias y los extorsionaron”.
“El municipio perdió la oportunidad de encausar y alentar actividades culturales. Nunca tuvo un proyecto. Sólo algunas instituciones culturales privadas realizaron actividades —fiestas de la música, por ejemplo— Los boliches quedaron librados al mercado del alcohol sin estímulos para otras actividades”.
“Finalmente, la cultura huyó de la España. La Fiesta de la Música se fue al Parque Lincoln. El público cambió y ocurrió lo que la Municipalidad intentaba evitar: el barrio se convirtió en un centro de consumo de alcohol”, concluye Bredow.
“En 1992 se abrió El Carajillo, más un punto de encuentro que sólo un café. Su carta, hecha a mano, incluía, al final de los tragos con café y aguardiente, “el carajazo oral” cuyo precio era “a discutir”.
“El municipio perdió la oportunidad de encausar y alentar actividades culturales. Nunca tuvo un proyecto… Los boliches quedaron librados al mercado del alcohol sin estímulos para otras actividades”