El arte de fabricar pequeños remolques
Cuando era niño, Moisés miraba con curiosidad las vidrieras de juguetes de colección con el deseo de algún día poder construirlos con sus propias manos. Cada vez que entraba a una tienda de costosos autos en miniatura, sus ojos escaneaban cada detalle de los artículos: las ruedas, las placas, las puertas, para así poder imitarlos y mejorarlos, en una futura versión suya. “Siempre me ha llamado la atención y siempre he tenido en la mente hacer esto: juguetes réplicas”, dijo Moisés Flores, mientras sostenía un remolque amarillo entre sus manos. Moisés y su hermano Emigdio, desde muy jóvenes, dejaron su hogar (municipio de Independencia), para trabajar en la ciudad. Su primer oficio al instalarse, y del que nunca se desligaron, fue el de soldadura.
Los hermanos Flores se dedican más de 10 años a la construcción de remolques, semiremolques y cisternas reales de gran capacidad, que llegan hasta los 15 metros de largo y 800 kilogramos de peso. Este año, a Moisés se le ocurrió la idea de hacerlos en escala. Los juguetes de acero hechos por los expertos soldadores tienen casi un metro de extensión y su peso llega a los 10 kilos. Se trata de réplicas de los inmensos vehículos de carga, pero en pequeña dimensión. El proceso de fabricación de los juguetes empieza con la selección de placas de acero recicladas. Las réplicas son hechas de placas de tres milímetros, característica que agrega solidez a los artículos, pudiendo soportar grandes pesos, casi como un camión de carga real.
En un periodo de 10 a 14 días, los artesanos van dando forma a las láminas y soldando unas con otras para crear el remolque. En cuanto al acabado, Moisés explicó: “Lijamos, pulimos, lo pintamos y llevamos a un decorador que le pone las letras”.
El pequeño artículo muestra detalles únicos: una caja de herramientas en la parte inferior, pequeños guardafangos, luces de parqueo, puertas traseras, tres ejes de “miniruedas” de goma, plataformas con señalética pintada, un acoplador y palanca para unirlo a un tractor. Hasta el momento, los hermanos mostraron sus productos en dos ferias del municipio de Quillacollo, y pronto desean darlos a conocer a un público amplio, sobre todo a quienes les gusta coleccionar juguetes. “Esto es un orgullo para nosotros, queremos que la gente conozca que existe este tipo de trabajos en Bolivia”, manifestó Emigdio Flores. El artesano asegura que sus productos pueden ser vendidos hasta un máximo de 500 dólares, mientras que los importados pasan los 1.000 dólares, por esta razón, anima a apoyar el talento y producción boliviana.
“Moma” es el nombre de la empresa de los hermanos Flores dedicada a la producción de estructuras metálicas, remolques, semiremolques, mantenimiento y reparación de los mismos, se ubica en el kilómetro 23 a Suticollo.