Un conflicto que se atiza
Es muy difícil defender a los funcionarios de la Caja Nacional de Seguridad (CNS). Se trata de una entidad burocrática con personal —salvo, como siempre, excepciones— poco amable, resistente a todo tipo de cambio y acostumbrado a ejercer su pequeño o grande espacio de poder particular.
Reina, además, todo un sistema de corrupción, nepotismo e incapacidad, que impide que se vaya adecuando a los tiempos actuales, aprovechando el desarrollo tecnológico para organizar un sistema óptimo de servicio a los afiliados. Pese a que, en contraste, tiene la mejor infraestructura médico-quirúrgica y, como se infiere de muchos testimonios, una vez que el paciente ha ingresado al tratamiento recibe, normalmente, una buena atención médica. Pero llegar a ese estado requiere recorrer un largo camino.
Adicionalmente, la CNS tiene una excesiva dependencia del Órgano Ejecutivo y resulta por demás extraño que a poco más de 11 años de gestión sean las propias autoridades nacionales las que sin rubor alguno denuncien corrupción, ineficiencia y cuanto adjetivo encuentren en contra de la entidad para a continuación, ofrecer cambiarla.
Es decir, una altísima parte de responsabilidad de lo que está pasando actualmente en la CNS es culpa de las autoridades de gobierno y del matrimonio que se hizo con los dirigentes de la Central Obrera Boliviana (COB) para seguir socapando corrupción y negligencia internas, en desmedro del universo de afiliados.
Sería deseable creer la palabra del Vicepresidente del Estado en sentido de que se actuará duramente contra los males que afectan a la entidad, al anunciar la destitución del actual Gerente General, hasta ayer respaldado en forma por demás prepotente por la Ministra de Salud.