El derecho a caminar con el torso desnudo
La semana pasada, en la segunda, (perdón), en la primera ciudad de Bolivia, por su población, tuvo lugar el siguiente episodio. Un joven de apellido Putz que trabaja en la televisión local, salió de su casa a hacer vida saludable, se puso a trotar unos cuantos kilómetros y, ya cansado, dejó el paso rápido y siguió caminando. Ese día hacía calor, de esos que hacen en Santa Cruz cuando no hay surazo y todos los cambas se disfrazan de collas. Sin pensarlo dos veces se quitó la polera. Estaba seguramente disfrutando del momento, cuando fue interceptado por un “Agente del Orden”.
El hombre, el policía, lo miró seriamente y le exigió que se pusiera su polera. Cuando el afectado preguntó ¿por qué?, el policía muy serio le contestó que no era normal andar sin polera. A partir de eso se desarrolló una comedia digna de un sketch cómico para Tralalá y el asunto concluyó en una dependencia policial. Allí, un poco abochornado, un policía de mayor rango lo dejó ir porque obviamente no había ningún motivo para levantar ningún tipo de denuncia.
Como joven de su generación, Putz activó las redes sociales, subió una grabación del ridículo diálogo con el primer policía. Y las redes, que son un invento diabólico, explosionaron. Hasta yo me enteré del hecho en la lejana La Paz. Muchos mostraron una seria solidaridad al joven, otros, que no tienen idea de principios, le recriminaron el que no se hubiera puesto de nuevo la polera y punto, y otros aprovecharon el pánico para sacar a pasear su racismo.
Si Sebastián Putz hubiera sido Sebastiana, y hubiera dejado sus bubis al aire, le hubiera asistido el mismo derecho, pero debemos aceptar que hubiera sido un hecho inusual, y hasta se podría ver con simpatía a un paquito atónito que le pide a la señorita que se cubra los senos. Pero lo que ha sucedido con el joven es una muestra de abuso de autoridad en su quinta esencia.
Muchos pueden creer que este es un tema poco importante, no lo es. Y es que trata no sólo de las libertades de los individuos en la sociedad, sino de cómo la ignorancia y la confusión pueden ser terribles cuando alguien que posee estas taras termina en posiciones de más poder, por muy pequeño que este sea.
Este tipo de situaciones son las que una defensoría del pueblo debería tomar como propias.
Con una actitud cotidiana, y sin mayores aspavientos, Sebastian Putz le ha hecho un gran servicio a la sociedad, su derecho a pasearse por las calles de su ciudad con el torso desnudo debe ser preservado.
El autor es operador de turismo.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ