¿Hacia dónde mira La Paz?
Si hay una región que ha sufrido profundos cambios en los últimos años ésta es La Paz, cambios que han sido consecuencia de un proceso de descubrimiento y reconocimiento internos que, por lo menos, tiene más de 40 años.
Hasta la década de los años 70 del siglo pasado La Paz, como expresión radical del centralismo político-administrativo, era la manifestación más moderna del país y sus élites las gestoras más importantes del aparato estatal y de la creación de una cultura pretendidamente cosmopolita, que se traducía, en forma compleja, en considerarse el crisol de la nacionalidad, desconociendo elementos fundamentales de su cultura ancestral. A partir de aquella década, las fuerzas profundas de La Paz fueron abriéndose espacio y consolidando presencia y, como en todo proceso histórico, han logrado ocupar los espacios vacíos que, acumulados, les permitieron dar un cambio radical en su discurrir.
En ese proceso, como muestran otras experiencias, se han presentado una serie de yuxtaposiciones que aún impiden que esa región pueda reencontrar un norte, mientras que otras regiones, libres del viejo y secante centralismo, y enfrentando, en diversos grados, procesos de confluencia de visiones, están logrando diseñar, así sea tímidamente esos nuevos horizontes.
Así pues, las élites paceñas, viejas y nuevas, al celebrar los 208 años del grito libertario, probablemente se encuentran en similar situación que la de los protomártires de la independencia, hastiados de mantener un “silencio parecido a la estupidez” y dispuestos a hacer de ese girón la locomotora más importante de lo que se iba perfilando como la Bolivia del futuro.