Variaciones psicoanalíticas sobre un tema de Gustav Mahler
Franklin Anaya Giorgis.
Director Instituto Eduardo Laredo
Mahler, Sinfonía Uno “Titán”, estuvo bajo la dirección del maestro Alejandro Posada, de Medellín, y la Orquesta Filarmónica de Bolivia que trabajó en una estructura previa del proyecto con la Orquesta Académica del Instituto “Eduardo Laredo”, creada y dirigida por la fundación Bravura que dirige el maestro Miguel Ángel Salazar Hidalgo. Seis meses atrás el anuncio de intenciones sólo despertó escepticismo, sumamente difícil, poco comercial, etc. La noche del 3 de noviembre fue apoteósica y perfecta, la obra del compositor vienés en Cochabamba, por fin Gustav Mahler, y su obra titánica.
¿Qué es lo que expresa el compositor en su música? ¿Cuál es el diálogo que nos permite comprenderla? El caso de Mahler no deja sosiego alguno. El contexto y el avance del propio tiempo y lugar (pensamiento y técnica), son fáciles de abordar. Seguir las huellas de la persona, es un poco más complicado y necesario, se trata penetrar su ensoñación, la fantasía y el fantasma del sujeto. De este modo, el mundo fantástico al cual está íntimamente ligado el psiquismo del hombre y que responde a una historia particular y única, subjetiva y de la cual emerge el arte puesto en escena, nos dan la pauta, para una posible comprensión de la obra.
Si hay un lugar favorito para un itinerario de la modernidad, este bien podría ser la Viena de los Habsburgos de inicios del siglo XX, grandiosa y fastuosa es un lugar de encrucijadas, de ciencia y arte y donde grandes nombres se hacen patentes adscritos a los avances científicos y desarrollo de las artes. Allí Mahler tuvo contemporáneos que continuaron su fuerte impulso de renovación en la música como Arnold Schoenberg, Anton Webem y Alban Berg. Hugo Hofmannsthal, Karl Kraus, Robert Musil, de los más importantes escritores austriacos. Arquitectos: Adolf Loos y Walter Gropius, eran la vanguardia del pensamiento de su disciplina. Asimismo, pintores como Gustav Klimt, Oskar Kokoschka y Egon Shiele. Intelectuales que arremolinan los espacios lúdicos y de pensamiento filosófico alrededor de las ideas de pensadores como Nietzche y Wittgenstein, y hablarían de Shiller y Goethe. Así, en medio de conferencias y demostraciones públicas de magnetismo e hipnosis, Mahler compartió las calles de Viena con Sigmund Freud y su grupo de psicoanálisis de los miércoles del cual participaban, Jung, Adler, Jones, Rank, y demás afamados teóricos y practicantes del psicoanálisis freudiano. Viena florece, o mejor, da los frutos de una gran ciudad cosmopolita que ilumina desde su lugar en la faz de la tierra.
El poco tiempo libre del que disponía Mahler -por sus ocupaciones como director de la ópera de Viena y de distintas orquestas-, lo concentraba en sus composiciones de una manera rigurosa y febril, abstraído -ensoñado- del mundo por completo. Freud mencionaba en epístolas con Reik, que ningún compositor ha logrado expresar en su música de modo más conmovedor la lucha entre Eros y Tánatos, como se presenta en la especie humana.
En 1900, a los 40 años, Mahler conoció a Alma Shlinder de 21, quien asistía a los ámbitos de la academia musical vienesa, y donde nuestro compositor, demostrando seductoramente un interés por la música de Alma, la contrajo en matrimonio. Efímero interés que desapareció pronto junto a otros apetitos. Alma, comprendió pronto que para Mahler sólo había un compositor en el mundo.
Condenada a un goce ignorado en el narcisismo de Mahler que colma en el fantasma la ilusión de ser el amo del objeto, ella se estanca, a una existencia de repetición lúgubre del deseo de vivir. Entonces muere la primera de sus hijas, Marie de 5 años, sin mayor atención del padre ausente, pero escribiendo la música de “Canciones de Niños Muertos”, como fuga a una situación que se repetía en la vida de Mahler, del niño Gustav rodeado de la muerte de siete de sus 12 hermanos. Finalmente, el dolor de madre, Alma, es el dolor de la madre de Mahler, al cual escapa el compositor en su fantasía creadora.
El fracaso de un segundo embarazo avanzado y la repetición de la escena, detonó en Alma una búsqueda distinta, iniciando un amorío con el entonces joven arquitecto Walter Gropius. Mahler, absorto en su trabajo enfrentó el asunto cuando por un error del amante de Alma, llegó un sobre con una carta rotulada a nombre del Sr. Mahler, en lugar de Sra. Mahler.
El lapsus lo desató todo. El compositor que preparaba su Sinfonía 10 –truncada en el primer movimiento– cae en una profunda depresión conmovida por fuertes sentimientos de culpa, y episodios maníacos. Fue el momento en el que solicitó, en 1910, una consulta con Freud. Una y otra vez, solicitaba telegráficamente una cita con el célebre psicoanalista, y obsesivamente la misma era cancelada –anulada– con otro telegrama.
Finalmente, en el verano de 1910 Freud que vacacionaba en el mar del norte, recibió otro telegrama. Freud no interrumpiría vacaciones, pero se trataba de Mahler. Se concertó una cita a pocos días en la ciudad holandesa de Leiden, en alemán significa sufrimiento. Fue una sesión poco ortodoxa para la práctica psicoanalítica de entonces, duró el día, sin divanes, y para desarrollarse en un paseo por la ciudad y los salones del hotel.
“Fue como sacar una viga única de un edificio misterioso”, recordaba Freud muchos años después en una carta dirigida a Theodor Reik: “Si doy crédito a las noticias que tengo, conseguí hacer mucho por él en aquel momento. En interesantes expediciones por la historia de su vida, descubrimos sus condiciones personales para el amor... tuve muchas oportunidades de admirar la capacidad psicológica de aquel hombre genial”. Mahler supo que buscaba una mujer como su madre, y recortó del objeto un inquietante rasgo: “Con una madre tan agobiada por inquietudes, como por un gran dolor, usted desea que su mujer sea igual”.
Freud recordaba en su carteo con Reik, que las experiencias infantiles de Mahler tenían una importancia especial en su neurosis y en su música: “Su padre, aparentemente un bruto, trataba muy mal a la madre de Gustav y, cuando éste era pequeño, hubo una escena particularmente dolorosa: el niño no lo pudo soportar y se fue corriendo de la casa; en aquel momento un organillo callejero estaba tocando una popular tonadilla vienesa y desde entonces quedó fijada en su mente la conjunción de la gran tragedia con la frivolidad; un estado de ánimo traía consigo al otro”. Reik llega a publicar un libro, “Variaciones Psicoanalíticas sobre un Tema de Mahler”, sostiene que la contribución de Mahler a la música era esta polifonía de estados de ánimo. Así sucede, el cuarto movimiento de la primera sinfonía, o en segundo de la cuarta, y es notoria la recurrente emergencia de fanfarrias militares o nacionalistas, o tonadas infantiles en su magnífica obra. A poco del encuentro con Freud, Mahler recupera el Alma, y fallece menos de un año después en una noche tormentosa.
“En interesantes expediciones por la historia de su vida, descubrimos sus condiciones personales para el amor”.
A poco del encuentro con Freud, Mahler recupera el Alma, y fallece menos de un año después en una noche tormentosa.
Columnas de GONZALO ROJAS ORTUSTE