Tensión en aumento
En una secuencia que vista retrospectivamente puede explicarse, pero no en el seguimiento diario de los hechos, se ha conformado un escenario de conflicto entre diversos sectores de la sociedad y el Gobierno. Se trata de diferentes demandas, esencialmente corporativas, que ante la desatención del Gobierno han ido confluyendo en dos exigencias radicales: la derogatoria de la Ley 1005 del Código del Sistema Penal y la anulación de la sentencia constitucional que habilita una nueva postulación del Primer Mandatario en las elecciones de 2019, en flagrante violación a la Constitución Política del Estado (CPE).
La soberbia con la que las autoridades de Gobierno trataron las demandas por estar concentradas en la nueva postulación presidencial (que se ha convertido en el objetivo más importante del MAS), ha provocado el ascenso de sentimientos de furia social y crecimiento del rechazo a la acción gubernamental.
Además, ante la ausencia de partidos, como se ha comentado el día de ayer, han surgido movimientos sociales e iniciativas personales para llenar ese vacío, complejizando la tarea de acordar acciones. Son médicos, transportistas, quienes aceptan los cambios de temas concretos como en el caso del aborto, quienes rechazan esos cambios, los que no quieren pagar impuestos etc. que están en una dinámica de movilización creciente.
Hay que agregar como nuevo factor que facilita el surgimiento de esos frentes el uso de las redes sociales en las que la racionalidad cede espacio a la arbitrariedad y los sentimientos, que son creíbles más allá de si lo que se dice es cierto o no, así como el surgimiento de liderazgos de ciudadanos, hombres y mujeres, que no requieren más que pasión para difundir lo que creen.
Se ha llegado a un estado de tensión tal que será muy difícil recuperar la normalidad. Sin desconocer que en el país se ha dado siempre impensables salidas a situaciones similares, pareciera que las autoridades van en camino de enfrentarse a un dilema muy difícil: atender las dos demandas que ahora guían las movilizaciones u optar por el duro camino de la represión autoritaria, pero en condiciones en que no hay enemigos fáciles de identificar sino una sumatoria de ciudadanos, hombres y mujeres, a los que, además, sólo los conecta la existencia de esas demandas.
En definitiva, las autoridades se encuentran, como varias veces se les advirtió, en el tiempo de cosechar las tormentas resultantes de los vientos que desde hace cerca a 12 años están sembrando.