Guerra
El Presidente pidió a sus bases prepararse para entrar a la “guerra digital”, un escenario para el que no estarían capacitadas y en el cual los sectores sociales no afines al Gobierno llevarían una delantera; que para algunos es la causa de la pérdida de algunas batallas importantes para el proyecto evista.
Esto mereció la acostumbrada respuesta superficial de la oposición institucional, la de los políticos catalogados de derecha por el régimen. El término “guerra” es retórico y no habrá sangre que corra por las calles de las ciudades, pero sí mucha ganancia para las telefónicas. Ingresamos a una segunda fase de la política digital, que permitirá comprobar varias hipótesis.
Una es que hay un reconocimiento de la ciencia, del avance de la tecnología, algo que no se encuentra en las arrugas de los ancianos. Y qué bueno es esto. Puede ser el inicio de un nuevo enfoque de la política educativa en que el tiempo actual sea la base para la formación de las nuevas generaciones, la informática sea algo más que para juegos en línea, y las redes sociales para lo importante de la vida de los ciudadanos aunque moleste a los caudillos.
Otra, es si los jóvenes de los movimientos sociales del MAS saben o no usar las redes, si los cocaleros también, o si no les interesa ingresar en ese campo. Además, sí formados serán carne de cañón o disidentes de algo que quizás vean con otros ojos al ingresar a un mundo más amplio y plural.
Queda en duda si el costo de esa preparación de los “guerreros” será financiado por los dirigentes del MAS, de las federaciones de cocaleros que sustentan al régimen; o lo cargarán al presupuesto del Estado. Y esto último es lo que debe preocupar ya que hay ejemplos de cómo se usa el dinero de los bolivianos en programas cerrados a los escogidos del poder. Verbigracia, pagos de viáticos para dirigentes de diferentes organizaciones no estatales.
En lugar de centrarse en el término “guerra digital” lo que debería importar es lo anterior, pues si es el dinero de los contribuyentes el que se destinará a ese propósito lo que corresponde es que a los cursos ingresen todos –incluido el que escribe esta columna que se considera medio analfabeto digital– y no solo los cocaleros y demás miembros del núcleo duro del MAS. Eso sería malversación de fondos, además de una discriminación que puede ser demandada.
Asimismo, no puede ser el Chapare el centro de esta actividad y sí debe estar presente en todo el país. Queda diseñar el cómo, cuándo, con qué herramientas si es que estas no serán proporcionadas por la empresa estatal Quipus, tan venida a menos en ventas y tecnología.
El autor es periodista
Columnas de JORGE MELGAR RIOJA