Las oposiciones
Ayer comentábamos que a partir del miércoles el país ingresa en una etapa muy compleja en la que el oficialismo se encuentra ante la alternativa de mantener como prioridad de acción la repostulación inconstitucional del Primer Mandatario u optar por privilegiar una buena administración del aparato estatal hasta el fin de la gestión, que sería la forma en que pueda rescatar su original proyecto político-ideológico.
Pero, no sólo el oficialismo tiene desafíos importantes. En el lado de la amplia gama opositora la situación tampoco es fácil.
Es posible partir de la hipótesis de que su principal problema no es, de ninguna manera, su unificación per se. Un análisis algo frívolo de experiencias ajenas hace que surjan múltiples presiones para que se busque, como único objetivo de su actuación, su unidad bajo el carisma de algún dirigente (preferentemente varón) que pueda aminorar las diferencias y rivalidades internas. Dicha propuesta, empero, puede ser peor que la enfermedad.
El problema fundamental que tienen es que, salvo iniciales experiencias, actualmente no hay un partido político que ejerza como tal y sea capaz de tener una visión de país, con presencia orgánica en los diferentes sectores de la sociedad de manera tal que pueda agregar –conciliando– sus particulares demandas y sobre esa base ofrecer a la gente un programa viable que capte su adhesión, que, es preciso aclarar, no es un listado de buenas intenciones.
Reiterando que hay algunas excepciones en desarrollo, lo que hasta ahora predomina son grupos de adherentes a un determinado personaje, del que, además, muchos viven, que pretenden realizar su acción política teniendo como instrumentos privilegiados las encuestas y asesores de “marketing”. Así, no sólo que se banaliza la acción política que se diluye en disputas por más poder en los pocos espacios que ocupan. Para complejizar más el problema, comienzan a parecer –a medida que los líderes del oficialismo muestran signos de declinación— otros aspirantes a caudillos que también reducen su acción política a su objetivo de deslegitimar algunos liderazgos para imponerse ellos mismos como indiscutibles caudillos.
En ese espacio han surgido una serie de movimientos ciudadanos que comienzan a tener presencia por su capacidad de utilizar las nuevas tecnologías de la comunicación para organizar movilizaciones de resistencia e incluir, aunque tímidamente, algunos temas en la agenda pública. Sin embargo, su proyección termina ahí y al no tener estructura y no poder articular alianzas consistentes, corren el peligro de ser aprovechados por aspirantes a caudillos.
En todo caso, parte de las cartas en juego están lanzadas. Lo difícil es prever como ser ordenarán.