Un noble señor llamado libro
El lunes recién pasado se celebró (¿se celebró? bueno, es un decir) el Día Mundial del Libro. Las estridencias de la politiquería nacional, de mano con la corrupción y el narcotráfico, casi no dejan espacio para otra cosa; son los protagonistas de esta hora. Total, así son las cosas. Con el libro se recuerda también al que dejó en él, al escribir, un pedazo de su vida. Aunque no sea famoso tuvo el bizarro gesto de escribir y publicarlo. Libro y autor son compañeros de aventura.
Un día del siglo XIV, al cajista alemán Johann Gutenberg se le ocurrió utilizar un nuevo mecanismo para mejorar las técnicas de impresión. Parecía ser una variante sin mayor importancia, pero significó trazar un nuevo horizonte cultural para la humanidad. De laboriosas y lentas que eran las copias manuscritas, se dio el gran salto hacia el offset de la impresión moderna. Por eso, se considera a Gutenberg como el inventor de la imprenta.
Se escogió la fecha en homenaje a tres escritores que por rara coincidencia partieron un mismo día, el 23 de abril: Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Después, en 1995, la Conferencia General de la Unesco proclamó esa fecha como el Día Mundial del Libro. En muchas capitales del mundo fue una fiesta; se regaló un libro a los seres queridos; los jóvenes le dieron un toque romántico adjuntando al libro una rosa. Los escritores fueron a dejar un libro en las plazas. Claro, el medio estimulaba y propiciaba esas acciones…
Pero sigamos. Como es notorio, una larga vigencia se interrumpió de pronto con la irrupción de la cibernética. Se cree que la desaparición del libro físico es sólo cuestión de tiempo. Pero lo que se ve hoy es la presencia simultánea de ambos. El libro digital ha inundado los mercados, pero varias ventajas del otro aún parecen indisputables. En fin de cuentas, no es ese el problema de fondo.
Con que sea libro, no importa. Pero que no desaparezca el gusto por la lectura; defendamos la curiosidad intelectual a todo trance.
En Bolivia la realidad es un tanto desoladora. Igual que ayer, hoy se lee poco, nada. Las editoriales languidecen, hay un bajón en las ventas. Además de la piratería y la cibernética, hay otras causas más profundas. Desde hace tiempo existe una desconexión de los escritores con la realidad de la vida nacional; el potencial lector no encuentra en los libros bolivianos lo que le interesa.
Se practica una literatura evasiva, desarraigada e inofensiva; no es transgresora ni provocativa como debería ser. Hay una serie de temas inexplotados como el crimen de lesa humanidad del hotel Las Américas, la masacre de los indígenas en Chaparina; la novela de Zapata que busca un autor, el éxodo masivo a España; en fin, la corrupción que nos agobia y nos abruma; el aislamiento y soledad de Bolivia son, entre otros varios, los temas que no recogen los escritores.
Simbólicamente, hay un libro vacío, con hojas en blanco, sin autor. A ese libro potencial aún no escrito, saludamos en el Día Internacional del Libro.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS