No es que rayen así, Herodes
La voz juvenil de una garganta femenina emergió de entre las filas escolares que participaban del desfile del 5 de agosto en Potosí, gritando “¡Bolivia dijo no!”. El grupo de compañeros había acordado gritar al unísono el reclamo democrático de respeto a la voluntad popular del 21F. Pero, atemorizados, los muchachos se echaron atrás y solo fue una joven quien levantó la voz en dos ocasiones, pero fue suficiente para atraerse la furia del Director Distrital de Educación de Potosí.
Los militantes del MAS consideran —y no les falta razón— que, mientras mayor encono demuestren en contra de todo aquello que consideren una amenaza a sus pretensiones de reelección indefinida, mejores servicios prestan al régimen, mayores méritos les suma, más visibles se hacen para el poder. Consiguientemente, mayores facturas podrán cobrar en cargos públicos. Eso ha debido pensar Félix Jara, que, cual Herodes redivivo, estalló en contra de la adolescente: “¡Se ha rayado¡ ¡Se le ha aflojado un tornillo!”. Pero, además, en lugar de espada que ensarte a niños, amenazó con ir a ajustarle las clavijas a la directora.
Semejante exabrupto fue descalificado por el mismo Gobernador de Potosí, quien suavizó que se trataba de un lapsus, disculpando así al funcionario. También anunció una suerte de perdón y que la estudiante no sería objeto de represalias, total, que hay libertad de prensa en el país.
Sin embargo, la joven fue expuesta y su rostro difundido. Después del suceso de su grito, Yuli fue filmada en una entrevista que le hizo un medio periodístico. El reportero le pidió que se identifique y que diga a qué unidad educativa pertenece. La niña no se arredró. Se plantó ante la cámara y envió, primero, un saludo a Bolivia y luego se identificó con su nombre y apellidos. Dio su edad: 16 años. Y con la autenticidad propia de la juventud, explicó el porqué de su grito. No era un simple acto borreguil y siguiendo alguna moda, sino la gestación de una rebeldía que se va incubando en los pechos juveniles. Eso asusta al poder. El joven, cuando protesta, es arrollador. Precisamente, por eso, el poder responde aplastándolos en las protestas.
En cualquier otro país serio, ese funcionario hubiera sido destituido y el ministro de Educación se hubiese visto en apuros, a causa de la intemperancia verbal de su subalterno, porque no es poca cosa, prevalido del poder, descalificar, insultar y amenazar a una escolar. Es hasta ridículo que un educador, un apóstol de la enseñanza, un ahijado de Simón Rodríguez, un heredero de Avelino Siñani se raye él de ese modo.
Cuando pareciera que las cosas quedaron ahí, con el funcionario impune, pero con Yuli haciendo sus tareas escolares, comprando sus cartulinas, alistando su uniforme de educación física, resulta que los Herodes han decidido “ejecutarla”. Estos siguen con las espadas en alto. Los profesores de la adolescente han denunciado que un funcionario de la Gobernación de Potosí la ha amenazado con no dejarla ingresar a la universidad pública. ¿No era que Juan Carlos Cejas, gobernador de Potosí, quitó el hierro a este asunto? Resulta, al parecer, que para las cámaras, el discurso fue uno, pero luego se envía a un guardia del palacio a cortar la garganta del niño.
En medio de ese clima, uno de sus profesores ha dado la cara por la niña: “hubo un personero de la Gobernación de Potosí que se dio el lujo de amenazarla en el sentido de decir que no va a ingresar a la universidad”. En circunstancias normales, de un ordenamiento estatal apegado a normas, podría ponerse en duda semejante trabajo sucio desplegado por un funcionario de baja ralea. Sin embargo, tal como nos va todo, es posible dar crédito a esas amenazas tan crueles. Asustar a una niña con no dejarla ingresar a la universidad, dañarla psicológicamente, es propio de quienes se han desquiciado por el abuso del poder, es un rayazo total.
Tiempos muy difíciles les esperan a nuestros jóvenes. Hoy fue Yuli. Mañana, quién sabe muchos más.
La autora es comunicadora social
Columnas de SONIA CASTRO ESCALANTE