De riñones y privilegios
Un país pendiente de la salud de un niño. Así nos puso el doloroso caso del pequeño Sebastián cuyo riñón sano le fue extirpado en lugar del que estaba dañado con cáncer.
La primera reacción popular fue la indignación. Las madres, especialmente, reaccionaron en contra del médico que practicó la cirugía. No se tomó en cuenta la posibilidad de que lo ocurrido haya sido realmente un error y se lo condenó sin escuchar su versión.
Lo que se sabe, hasta ahora, es que el médico que cometió semejante error trabajaba de voluntario; es decir, sin cobrar por sus servicios. Una de sus colegas llegó a decir que lleva 14 años realizando cirugías de manera gratuita, incluso a razón de dos veces por semana.
Ahí tenemos, entonces, un primer tema para debatir. ¿Cómo se explica que haya hospitales públicos en los que existen médicos voluntarios; es decir, personas que realizan su trabajo sin cobrar por ello? La respuesta es que estos profesionales se prestan a esa labor gratuita no necesariamente por solidaridad sino porque tienen la esperanza de ser contratados; es decir, ingresar a formar parte de la planilla de esos hospitales.
Habrá que admitir, también, que el sector médico fue uno de los más atacados por el Gobierno en los últimos años. Es precisamente la administración de Evo Morales la que, por una parte, quiso subir la cantidad de horas diarias de trabajo y la que amplió el tiempo de servicio de los médicos en el área rural.
Y la pobreza fue un factor determinante para la tragedia del niño Sebastián. Su familia es de escasos recursos. Su padre es un albañil que, cuando trabaja, gana 70 Bolivianos por día. ¿Cómo iba a afrontar el cáncer de su hijo? Tuvo que recurrir a un hospital público y, allí, un médico voluntario, con profesión pero sin sueldo, se ofreció para operarlo gratuitamente y cometió un error fatal: extrajo el riñón sano.
A este cuadro de miseria –económica y de salud– hay que agregarle un detalle más: la carencia de hospitales oncológicos.
Hace sólo tres meses, un grupo de enfermos de cáncer tuvo que autocrucificarse y protagonizar bloqueos en La Paz contra el cierre temporal de la unidad de radioterapia del Hospital de Clínicas. Esa división fue cerrada por seis meses para posibilitar la refacción o renovación de sus equipos de cobaltoterapia y braquiterapia. Éstos fueron donados hace 20 años por el Organismo Internacional de Energía Atómica y el Gobierno de Argentina. El Estado casi nunca invirtió en la compra de equipos de tecnología de punta para el tratamiento del cáncer.
Y mientras los hogares de los enfermos con cáncer vivían tragedias de diverso tipo, la principal preocupación del Gobierno era la entrega de un nuevo y costoso palacio.