Morales, Almagro, y el tablero de la política internacional
La visita del Secretario General de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, ha tenido en el escenario político nacional los efectos de un terremoto.
Los factores que le dieron tanta importancia son al menos tres. Primero, las circunstancias en que se produjo, en vísperas de la proclamación del binomio oficialista en Chimoré, un lugar con enorme carga simbólica. Segundo, por lo que la oposición esperaba de él en vista de la firmeza con que Almagro combate a los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua y, en tercer lugar, porque está todavía fresca en la memoria la rudeza con que hace no mucho tiempo Evo Morales agredió al secretario de la OEA por su ahora olvidado rechazo a su plan reeleccionista.
Con esos antecedentes, causó estupor e ira el apoyo dado por Almagro al binomio masista a pesar de que ya antes el diplomático uruguayo había dado elocuentes muestras de su actitud benevolente hacia Morales, cuando en septiembre pasado lo calificó como “adalid de la equidad social”, entre otros calificativos elogiosos.
Ante tal viraje, interpretado como una traición, la primera reacción de los principales líderes de la oposición boliviana fue atribuirlo a una insidiosa campaña personal de Almagro en su afán de conseguir el apoyo boliviano a su propia reelección como secretario general de la OEA.
Sin embargo, si se observa con amplitud el curso que durante los últimos tiempos están tomando las principales corrientes que se mueven en el escenario político internacional, se podrá ver que la posición de Almagro es sólo una expresión más de cierta condescendencia internacional hacia Evo Morales, su gobierno y sus proyecciones hacia el futuro inmediato.
No es casual, por ejemplo, que Bolivia no figure entre los países identificados por el gobierno estadounidense de Donald Trump como uno de los miembros de la “troika del mal” integrada por Cuba, Venezuela y Nicaragua. Tanto el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, como el vicepresidente, Mike Pence, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, evitan mencionar a Bolivia cuando dirigen su artillería verbal contra los regímenes vistos por EE.UU. como un peligro regional. Lo mismo puede decirse de los gobiernos latinoamericanos alineados contra los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que no dejan de dar muestras de benevolencia hacia nuestro país y su gobierno.
Esos no son pequeños detalles que puedan pasar desapercibidos cuando se trata de entender el lugar que a Bolivia y su futuro se le asigna en el complejo escenario político internacional actual.