El valor del periodismo en la película “The Post”
The Post sigue disponible en los cines y para que te animes a verla te dejamos una crítica del nuevo film de Spielberg.
La libertad de prensa, la solidaridad y el deber ser son los temas que Steven Spielberg aborda en The Post, la película con la que vuelve a posar su mirada sobre hechos históricos de su país, los Estados Unidos.
Corre el año 1971, y si bien no se salva nadie -ni siquiera Kennedy-, la revelación del informe McNamara es precisamente la posición del diario The Washington Post ante la posibilidad de difundir esa “verdad”, y los embates del presidente republicano Richard Nixon por impedir que se publiquen esos archivos secretos en la prensa.
Los “papeles del Pentágono” no dejan bien parado a nadie, pero ése no es el problema que enfrentan Ben Bradlee, el editor del Washington Post (Tom Hanks) ni la propietaria y heredera Kay Graham (Meryl Streep). Hay un costado legal que va más allá del deseo o el deber que sienten como periodistas. El Post no atravesaba su mejor momento económico, acababa de poner en venta sus acciones y muchos bancos no veían con buenos ojos un enfrentamiento con el gobierno de turno.
Kay no es un personaje feminista, porque Spielberg/Streep lo proponen, más que sugieren, como libre pensadora, con sentido común y un coraje que surge cuando las papas queman y no hay guante de amianto para evitar las quemaduras.
No en vano Spielberg reunió a Tom Hanks, encarnando a un nuevo James Stewart como viene haciendo en varias películas, y a Streep. Debe haber pocos intérpretes que en el imaginario del público internacional generen tanto respeto y complicidad como el actor de “Forrest Gump” y la estrella de “La decisión de Sophie”.
Con la minuciosidad con que Lincoln preparaba su estrategia en el filme homónimo, o los agentes del Mosad planificaban y organizaban en Munich la caza de los terroristas palestinos, Spielberg ejercita su maestría narrativa. Aquí hay mucha palabrería, extensos diálogos y varios contrapuntos.
La ética, en definitiva, es lo que está en juego, de uno y del otro lado, y sin llegar a pecar de moralista, patriotero o fanático nacionalista Spielberg da su puntada, deja su punto de vista.
No hace falta saber nada de lo que sucedió en aquel entonces antes de ingresar a la sala del cine. Y no es que esté todo precocido, porque The Post permite al espectador sacar sus propias conclusiones.