“Roma”, el placer de contar una buena historia
Rodrigo Ayala Bluske
Cineasta y ensayista
“Roma”, la última película de Alfonso Cuarón, se acaba de estrenar en Netflix, después de haberse proyectado en algunos festivales (ganó el León de Oro en el pasado Festival de Cine de Berlín) y en unas pocas salas. Esta limitada presentación en los cines (y no directamente en Netflix) se debe, según entendemos, a la necesidad de no quitarle las posibilidades de acceder a los reconocimientos de la industria cinematográfica, el principal el Óscar, en el que se supone podría ganar la estatuilla destinada a las cintas de habla no inglesa.
Pero más de allá de las características de su producción y explotación comercial, vale la pena hablar de “Roma” porque se trata de una película espléndida, destacada por la forma en la que desarrolla su estilo, magistral en cuanto a su construcción narrativa.
El placer de contar
Para narrar su historia, Cuarón recurre fundamentalmente a los planos generales expresados a través de paneos y travelings laterales. De manera tardía, cuando la historia ya está en pleno desarrollo, comienzan a aparecer los planos medios, y sólo en algún momento, central en la trama (cuando la protagonista ha sido abandonada, por ejemplo), hay un acercamiento al primer plano. De igual manera, la visión que el realizador nos impone de su mundo es “de costado”, descriptiva, rara vez los travelings avanzan de frente (cuando la familia vuelve de la playa), de esa manera nos sentimos menos partícipes y más espectadores del relato.
¿Cómo se puede contar una historia intimista a través de planos generales, con imágenes tan lejanas? Cuarón lo hace combinándolas con sonidos caseros y diálogos cálidos, de esa manera no sólo rehúye la frialdad, sino que nos ofrece una forma peculiar de acercamiento. Desde un inicio, los sonidos corresponden a lo más íntimo de la vida hogareña (el fregador limpiando el piso, ruidos de cubiertos colocándose sobre la mesa, los pasos apurados que delatan una familia compuesta por varios niños, etc.), pero por otra parte, los textos, sin ningún tipo de complejo, expresan el cariño y la cercanía en la relación existente entre la empleada y los niños; en los minutos iniciales Cloe, la “nana” indígena canta una canción de cuna, luego los “te quiero” o expresiones similares se vuelven cada vez más frecuentes.
No es la primera vez que el director demuestra este manejo eficiente en el tratamiento narrativo de la complementariedad entre imagen y el sonido. En
“Gravity” (2013), su anterior película, combinaba los silencios desoladores con los movimientos circulares (en sentido de la rotación de la Tierra), para retratar la soledad desesperante del espacio. En “Roma”, en un contexto distinto, vuelve a mostrar similar maestría en la combinación audiovisual.
Y como otro ingrediente central de ese acercamiento (autobiográfico según dicen varias notas periodísticas), se encuentra la descripción detallada de la época a través los elementos del “arte” (escenografía, decorados, etc.) en el marco del blanco y negro de la fotografía, y la banda sonora, alimentada por música pop de la época.
La nana y los niños
En una carta escrita a una de sus hijas, Marx le señalaba que “lo revolucionario” en el arte, no se expresa de la misma manera que en la política. La frase viene a cuento, porque una de las constantes de la recepción de la intelectualidad a los productos artísticos consiste en pedirles una especie de validación ideológica (panfletaria podríamos decir en términos más simples). En los 60 o 70 ocurría con la filiación de izquierda, hoy se da más con lo políticamente “correcto”.
En realidad, a pesar de que se disfrace de progresismo, se trata de una tendencia muy conservadora, heredera de la moralina religiosa. La idea de que toda creación para ser válida tiene que tener una “moraleja”, dar una enseñanza, tratar de ser “trascendental”.
En “Roma”, Cuarón con una honestidad intelectual sorprendente, retrata la relación de cariño entre una empleada indígena y la familia para la que trabaja. Hubiera sido muy fácil para el realizador dar algún golpe bajo, y de refilón denunciar la subordinación social, ganándose algunos aplausos extra (no puedo dejar de imaginarme que si no se tratara de un realizador tan prestigioso, alguien ya habría saltado diciendo que su historia “naturaliza” la desigualdad, aunque quizás todavía ocurra). Pero su intención es relatar la relación emocional pura y simple. No es que soslaye la relación social que se da entre los personajes, sino lo que hace es mostrar un vínculo que se desarrolla en determinado contexto histórico y social.
De esa manera, el realizador mexicano reafirma uno de los principios a mi juicio fundamentales en el acto creativo: la autenticidad, el no fingir ni suplantar realidades a las que no pertenecemos.
DÓNDE VERLA
Coproducción con Netflix
La película se estrenó en la plataforma Netflix el 14 de este mes, pero antes se proyectó en festivales y salas de cine.
Camino a los Óscar
La cinta del mexicano Alfonso Cuarón comparte nominación con otras ocho cintas extranjeras que intentarán llevarse el premio a Mejor Película Extranjera.