“El Minerito”, un alma milagrosa
Si algún viernes alza la vista hacia el cerro San Pedro, justo antes de la puesta del sol, podrá ver en una de las curvas al sur una romería de automóviles y de personas que de a poco cunden el lugar, y contrastan los colores de su indumentaria que se va iluminando por cientos de velas que contrastan con el árido terreno.
Se trata de la gruta de Juan Pablo Inofuentes, un minero victimado en el sector“El Solterito”, cuya alma es considerada milagrosa por los muchos favores que ha cumplido hasta ahora a quienes acuden al sitio para dedicarle plegarias. De a poco, el incienso y la luz de las velas iluminan el terreno cada primer y último viernes de mes, y convierten a este espacio natural en un santuario al aire libre en el que se encuentran varias muestras de fe, solidaridad y esperanza.
Entre placas de agradecimiento y cruces pequeñas que rodean a una mayor que lleva el nombre de Inofuentes, se hallan muchos montículos de piedra y barro rodeando las velas, colocadas estratégicamente para proteger al fuego del viento que sopla a esa altura.
También hay una gran variedad de flores —entre frescas y secas— acomodadas en vasijas plásticas, la mayoría obtenidas a partir del reciclaje de botellas de gaseosas grotescamente cortadas. No faltan las oraciones, el fuerte olor a incienso y q’uwa; y muy a menudo las lágrimas y cánticos de algunos creyentes que acuden a la zona en busca de un milagro, seguros de que el alma de “El Minerito” les concederá el favor pedido.
Una historia de la vida real
La existencia de este hombre es tan real como los archivos que registran los datos del hallazgo de su cuerpo, el 14 de agosto de 1982, por trabajadores que realizaban excavaciones para instalar torres de alta tensión en estas colinas.
Sus restos habrían sido trasladados a la morgue para aplicarle la autopsia de ley.
Según el informe forense, Juan Pablo Inofuentes murió por asfixia el año 1980, pero antes fue torturado sin piedad por su ¿o sus? agresores, presumiblemente porque se habría resistido al robo de su dinero, fruto de mucho esfuerzo y ahorros obtenidos en Buenos Aires.
Las historias recogidas en el lugar relatan que este individuo, oriundo de una comunidad minera denominada Quechisla, en Potosí, habría llegado a Cochabamba para iniciar una nueva vida, luego de regresar de Argentina.
Se encontraba enfermo antes de emigrar al país vecino, afectado por una tuberculosis mal curada tras dos años de tratamiento que en algo ayudó a paliar su mal. Se sabe que trabajó más de una década en el complejo minero de su pueblo natal.
Dicen que estaba muy débil por su enfermedad que le consumía los pulmones; ya no servía para entrar en las bocaminas porque no resistía el cansancio, y la tos —de a poco— lo iba condenando a la muerte. Por ello lo despidieron.
Entonces, se propuso buscar suerte en Buenos Aires, donde llevó a su familia para conseguir trabajo de albañil, mientras su esposa se dedicaba a limpiar casas y cuidar a menores o ancianos como empleada doméstica. Sus dos hijos se desenvolvieron vendiendo diarios y realizando trabajo de plomería. Ahorraron dinero para volver a Bolivia con la idea de montar un negocio.Pero por esos azares de la vida, Juan Inofuentes se adelantó para conseguir un cuarto dónde alojar a los suyos. En la estación sacó su bolsita con dólares llamando la atención de asaltantes que lo habrían seguido para quitarle el dinero.
Nadie tiene claro cómo sucedió el hecho; algunos creen que sus victimadores lo metieron en un auto con engaños y lo trasladaron hasta la subida al Cristo de la Concordia, en la octava curva, donde podría haber sucedido su deceso.
Otros piensan que lo mataron en el camino, y más bien depositaron su cadáver en la fosa de “El Solterito”, donde se halló el cuerpo. En todo caso, de lo que se tiene certeza, es de la fe de la población que acude a dedicarle plegarias para agradecerle por los milagros recibidos, o “para interceder en las peticiones ante el Altísimo”, que van desde mejoras de salud, suerte en las inversiones, retorno de los seres amados, resolución de conflictos judiciales o familiares, o hallazgos de trabajo y de objetos perdidos.
También acuden con fe ciega quienes se van a ausentar del país, como Inofuentes lo hizo, “buscando una mejor vida en el extranjero”. Muchos testimonios cuentan que a menudo “el Minerito milagroso” se aparece en cuerpo y alma a las parejas que suben a la cima del cerro San Pedro para enamorar. También cuentan que suele sentarse al lado de su cruz, donde permanece por horas con la mirada perdida.
SIGNOS PAGANOS
Yatiris se aprovechan de los creyentes
Un toque que le da especial singularidad a este santuario es la presencia de muchos curanderos que esperan ganar unos centavos leyendo la suerte en hojas de coca, vendiendo q’uwas, o realizando trabajos de “sanación espiritual”. También realizan sacrificios de animales como corderos, conejos y gallinas, preferentemente negras.
La gente asegura que el alma de Inofuentes es milagrosa, como muchas que encontraron la muerte de una manera violenta y pueden interceder ante Dios.