Manolo Molina Pablos, un apasionado del teatro de humor y la educación campesina

Artista de teatro y de café concert (Tra-la-lá), profesor de Filosofía y Psicología y comunicador social, Manolo Molina Pablos, quien murió el viernes pasado, dedicó gran parte de su vida a la educación radiofónica y al teatro. La educación radiofónica por San Rafael, siendo el jefe pedagógico y director de la radio, un medio de comunicación utilizado para la alfabetización dirigida a campesinos de las comunidades rurales de Cochabamba que no habían tenido la oportunidad de ir a la escuela.

En el teatro fue parte del elenco de Artistas Unidos, que, junto a la familia Travesí, fueron promotores de impulsar la actividad teatral en Cochabamba, pero también de incursionar en el radioteatro y la grabación de radionovelas, para después conformar el café concert con Peter Travesí.

Tra-la-lá, que cumple 38 años de vida, presenta espectáculos de humor en los que Manolo interpretó diferentes personajes del ámbito político.

Manolo Molina participó de Educación Radiofónica de Bolivia (ERBOL) y de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), siendo parte del directorio, pero también como capacitador de recursos humanos en sus afiliadas en Bolivia y en Latinoamérica. El teatro, pasión de la esposa de Manolo Molina, su hijo, de Marianela Molina y su esposo el Pocholo, familia de tradición artística que sigue activa en concordancia con el modelo y el empuje de Manolo Molina y Cecilia Travesí, que hacen mucho por preservar el teatro en estos días, donde la televisión y las tecnologías ocupan gran parte de la vida del público.

A continuación, reproducimos una entrevista hecha a Manolo Molina Pablos en n 2017 en el programa “Memorias que perduran”.

Gracias, Constantino, “Memorias que perduran”, este programa que es para ver si mi memoria me perdura, si perdura mi memoria (risas) para poder contar algo de mi vida. Como tú dices, sí empecé en radio y después también paralelamente siempre la actividad artística, de teatro, de show, de espectáculo y, bueno, no sé por dónde empezar.

—Empecemos recordando un poco tu infancia.

—Bueno, yo de mi infancia los recuerdos más bellos que tengo es que vivíamos en el campo, por Vinto, en Mallco Ch’api, ahí cerca de Vinto Chico, y mi recuerdo más bello es haberme criado entre maizales, entre árboles frutales, con perros, con gatos, entre vacas, caballos, burritos. Y uno de los recuerdos más lindos es que el primero de primaria me llevaron a una escuelita rural que había ahí en el camino antiguo a Quillacollo y era con tablas y adobes, no había ni mesitas ni nada.

Mi viejo, que era muy habiloso, nos lo hizo a nosotros, los k’aras, mi hermana y yo, unos pupitres, de modo que éramos los hijos de los hacendados.

Empezamos a hablar quechua. Me acuerdo que con los chicos volvíamos del colegio hablando quechua y después mis padres dijeron: “¿Cómo van a hablar quechua?, van a hablar como los indios”.

Y nos venimos a la ciudad. No pronunciamos el quechua hasta que volví a San Rafael.

—¿Cómo es que te vinculas a radio San Rafael, pero además a Escuelas Radiofónicas San Rafael?

—Nosotros formamos un grupo, teníamos un grupo me acuerdo que estaba María Lomah. Era un grupo de reflexión, de análisis, de investigación sobre las culturas andinas, quechua, aimara. Ya en la Normal, tuvimos muchos grupos de mejoramiento docente, de pedagogía, de análisis de la realidad nacional. Había dos grupos: uno que pensaba que la solución era la guerrilla y el otro, la educación.

Uno de los sistemas de educación más discriminadas era la educación campesina, que siempre se había ingresado con la imposición del idioma castellano a un idioma que era el quechua.

Di clases en el instituto Laredo y en el Juan XXIII, fue otra experiencia de mi vida muy linda.

Yo dije “me arriesgo”. Me sentía comprometido con la clase campesina, como uno de los sectores más abandonados, más discriminados en nuestro país. Yo me arriesgué a entrar y entonces radio San Rafael hizo un convenio con el Ministerio de Educación para entrar ahí como entraste tú después, tener un equipo de profesores. Así fue como entré a radio San Rafael, pero previamente a eso yo siempre estuve en el teatro.

Entré al grupo de Artistas Unidos, que era de Julio Travesí, y allí hemos hecho muchas obras de teatro. Hemos sido los iniciadores del Tra-la-lá junto a Peter Travesí, pero nosotros paralelamente dábamos teatro. En fin, organizamos también IBART, el Instituto Boliviano de Arte, que organizaba todos los festivales anuales en Cochabamba.

La gran efervescencia del teatro nacional era prácticamente Cochabamba y después eso ya se fue hasta perdiendo. En la actualidad se ve casi poco el teatro. De hecho, la televisión donde estamos ahora hablando, nos quitó todo ese espacio que habíamos ganado en los tablados, pero ahora creo que el teatro no muere igual que la radio.

—Me gustaría volver al tema de las escuelas radiofónicas, principalmente para saber los momentos gratos de toda esa experiencia.

—Yo creo que lo más grato que he tenido en las escuelas radiofónicas es la conversión que hubo en mí y la que provocamos en todo el equipo de profesores y el equipo de productores, educadores que teníamos en escuelas radiofónicas San Rafael.

Trabajábamos con profesores y ellos siempre se han sentido superiores a los demás. Siempre han mirado desde arriba abajo a los educandos y entonces era volver más democráticas nuestras relaciones de educación, de comunicación.

Yo creo que la satisfacción más grande fue esa conversión, de ir bajando esas relaciones de sujeto a objeto a las relaciones de sujeto a sujeto y creo que tú has sido también uno de los protagonistas de esos cambios que teníamos que hacer en los propios profesores y en nuestras relaciones con los campesinos. De unos profesores que daban consejo a campesinos a profesores que intercambiaban ideas con los campesinos para construir algo, para llegar a acciones concretas. Ésa fue una de las cosas más lindas.

—Inicialmente, San Rafael fue promotora de la alfabetización por radio junto a otras emisoras del país.

—Claro, San Rafael era una de las pioneras con radio Pio XII, con radio Fides, con Loyola de Sucre, Aclo de Sucre, eran como seis emisoras, la radio San Gabriel en La Paz.

—¿En qué consistía esto de la alfabetización por radio?

—Estas radios estaban financiadas por el Ministerio y por la Iglesia, que, gracias a ellos, podíamos realizar todo este trabajo que era bastante costoso.

ERBOL era la asociación boliviana de radiodifusión de educación radiofónica y posteriormente se organizó la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). La alfabetización por radio empezó con cartillas muy sencillas que se hacían, muy escolarizadas se podría decir y eran con radios de frecuencia fija que trajo la San Rafael.

Los campesinos estaban obligados a escuchar a San Rafael (risas) porque se les regalaba radios y bueno ya luego después tuvieron la amplitud de escuchar otras emisoras.

Así empezó el radioclub campesino y las cartillas se hacían en mimeógrafos con esténciles. Así fuimos evolucionando, nuestro ideal era llegar a una alfabetización bilingüe, lo logramos a veces y otras no. Hicimos muchos experimentos con distintos métodos de alfabetización.

¿Te acuerdas? En Tiraque hicimos en distintas comunidades con el padre Esteban Abelli, sacerdote jesuita, él creó una especie de método que era muy práctico. Una pizarra con un ábaco para matemáticas y entonces ellos podían aprender a leer y escribir aunque sea en cuclillas. Con esa tabla se experimentó en Tiraque y no nos fue muy bien, ni los líderes que alfabetizaban estaban convencidos de enseñar un método bilingüe: en quechua y castellano. Hasta los líderes y profesores creían que solamente uno podía aprender a leer y escribir en castellano y no en los idiomas nativos.

—En tu criterio, ¿cuál habría sido el o los resultados que se ha logrado a través de este proceso?

—Nosotros éramos muy fanáticos de Paulo Freire, nos interesaba mucho la concientización, una reflexión sobre la realidad de ellos, el análisis de la realidad, el análisis de sus fenómenos diarios, de lo productivo, social y político.

—Por ejemplo éste es un lápiz, ¿de qué está hecho? De madera. ¿La madera de dónde viene? De los árboles. ¿De dónde se sacan los árboles? De la selva. Y así solamente del lápiz ya se podría analizar hasta la realidad del contrabando de madera que se llevan hacia Chile, en fin, y se podría hablar también de la explotación de los que sacaban la madera, de los bajos salarios o el dibujo de una casa, se analizaba la casa de la gente de la ciudad, una casa del campo, ¿por qué había esa diferencia?

—Bueno, ese método nos llevó a crear una conciencia reflexiva y crítica en el campesino. Yo creo que los resultados se están viendo ahora, aunque hay exageraciones, hay excesos, hay extremos, pero creo que hemos tenido muchísimos logros en el campo de la alfabetización y que no era simplemente enseñar a leer y escribir, sino era también dar formación integral, que era lo que nos interesaba. ¿Te acuerdas?

—Muchos líderes que ahora están en el ámbito político han pasado por este proceso de escuelas radiofónicas San Rafael. Me acuerdo por ejemplo a Román Loayza, que era catequista y luego vino a enrolarse a San Rafael y a desarrollar también un trabajo político.

—Sí, ésa fue también una de las cosas revolucionarias que nosotros empezamos respetando. A pesar de ser una radio católica, esperábamos mucho la religiosidad campesina y, claro, de esto había muchos reclamos del monarca. Ése fue monseñor Genaro Prata, quien en esa época nos acusaba de marxistas, de comunistas, y finalmente lo que hacíamos era uno de los servicios que me gustaba mucho y a ti te consta.

—Otro dato que habría que destacar de San Rafael y claro también del apoyo que tú has dado es el festival de taquipayanakus.

—Claro, prácticamente nosotros hemos sido los creadores, los de San Rafael, y no sólo la parte de escuelas radiofónicas sino cuando estaba Mario Godoy y Raúl Guzmán, hemos sido los iniciadores de los taquipayanakus y que tenían pues un éxito terrible, llenábamos el estadio departamental.

Los taquipayanakus ha sido el recobrar una tradición que se estaba perdiendo y casi no existía y que han cobrado ahora vida, ahora hay festivales de taquipayanakus hasta en carnaval, en todo lado.

—Y, bueno, los juegos populares campesinos. Creo que es importante también hacer referencia a esto.

—Sí, los juegos populares eran las cholitas en bicicleta, carrera de burros, carrera de aros que hacíamos. Ésos eran juegos populares. Bueno, la radio hizo también una especie de conversión en nuestra sociedad de ir incluyendo toda la problemática popular, problemática rural y, bueno, así hemos estado cómplices durante. Tú, ¿cuántos años estuviste en la radio?

—Al menos 10 años.

—Yo, 16.

—Pero además recuerdas que en CEPRA se gestó el proyecto del centro de producción radiofónica.

—Sí, sí. Ahí mismo se fue gestando el Centro de Producción Radiofónica, que fue una continuidad del equipo de radioteatro quechua que había en San Rafael y que gracias a CEPRA y del cual fue Constantino director durante mucho tiempo.

Yo fui miembro de la directiva. Bueno, ahí se fueron produciendo, rescatando muchas obras de la literatura nacional volviéndolas al idioma quechua y participándoles al sector campesino, de nuestro desarrollo también cultural literario.

—Paralelamente a la radio, hacías teatro. Cuéntanos.

—Bueno, mi pasión por el teatro empezó desde que, una vez, yo escuchaba todos los domingos el teatro completo que hacían Artistas Unidos, el grupo de Travesí presenta a una obra completa de teatro completa y me empezó a fascinar así el teatro. Después, me acuerdo que un compañero de curso me dijo por qué no vas a ver “El mártir del calvario” en el Astor. Pucha, es bárbara la actuación, y fui a verla solo. Terminé llorando porque Julio Travesí hacía del Cristo y la escena era bien popular. La función tanto en platea como en Pullman lloraba, gritaba la gente de cómo flagelaban a Cristo.

Me impresionó de tal manera que después mi mamá tuvo que hablar con Julio para entrar al radioteatro y empecé desde los primeros balbuceos, a interpretar un poquito ya luego papeles más importantes y ahí entramos al teatro, a presentar especialmente comedias, comedias españolas y, bueno, nos fue muy bien.

Las obras que recuerdo con más cariño son “El zoológico de cristal”, de Tennessee Williams, dirigido por Leo Redín, que Dios lo tenga en su gloria, se nos fue promoviendo mucho esta obra en los canales universitarios y él era del grupo

Nuevos Horizontes de Tupiza, así que tuve la satisfacción de que me dirija en “El zoológico de cristal” y ahí fue la primera vez que sentí que entraba dentro de un personaje, porque no es fácil entrar en un personaje, me sentía totalmente identificado con un personaje con el protagonista.

—Otra de tus pasiones es el Tra-la-lá Show.

—El Tra-la-lá Show, ya por herencia. Falleció Peter, que fue el iniciador de esto, y Cecilia Travesí mi esposa, mi querida esposa, lo tengo que decir si no (risas), si no, me va a costar caro. Sigo en el Tra-la-lá. Hemos continuado desde que se inició el Tra-la-lá. Yo entraba muy esporádicamente. Como viajaba a costillas de ERBOL (risas), entraba a veces, a veces no, pero hemos seguido, ya son 34 años [ahora 38] que ya sigue el Tra-la-lá.

Es un show muy bonito, pero en el show, lo lindo del espectáculo, cuando uno trabaja en teatro, es que te identificas con el personaje, si es un personaje dramático, estás haciendo drama de principio a fin.