Cazas FAB: negocios, combates y acrobacias
Texto: RAFAEL SAGÁRNAGA L. Y SAMUEL MONTAÑO
Diversos anuncios apuntan a que el sueño de los aviadores militares de los tiempos del “proceso de cambio” está por cumplirse: el Gobierno se apresta a adquirir una flotilla de aviones caza. Fueron demandados con tal insistencia que el 1 de agosto, en sonado acto público, el comandante de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), Erwin Bonilla, jubiló a los últimos aviones T-33 Mark III. Desde aquel día quedaron seis aviones de entrenamiento avanzado K-8 de industria china.
“Conmovido, con nostalgia después de 44 años que surcaron nuestro espacio aéreo, estas aeronaves quedan desactivadas”, dijo Bonilla, “se demostró la necesidad de adquirir nuevo material aéreo (…). Nos vemos en la imperiosa necesidad de encomendar al Gobierno, aunque estamos seguros que se adquirirán nuevos aviones con similares y mejores características”.
“No nos vamos a quedar con los brazos cruzados”, respondió el Presidente Evo Morales, “tenemos la obligación de adquirir más equipamiento para las Fuerzas Armadas, y bueno sería que algunos opositores nos acompañen en este proceso”. En la ocasión, se desató una ola de especulaciones sobre el origen y modelo de los nuevos aviones de combate de la FAB que se ha mantenido ya por tres meses. Versiones sobre la compra de aviones rusos, argentinos, franceses o chinos se multiplicaron a la par de públicos compromisos oficiales.
La primera escuadrilla boliviana de aviones caza, modelos ingleses Vickers Vespa, fue adquirida en 1927. En el primer combate aéreo desarrollado en América, en diciembre de 1932 en la Guerra del Chaco, triunfó un caza boliviano, se recordó ese 1 de agosto. Toda una invitación para revisar la historia de los cazas bolivianos y el cómo llegaron al capítulo de la jubilación.
Los Vickers Vespa pasaron a jubilación durante la crisis de la post guerra. Tiempo inaugural de un fenómeno recurrente para las Fuerzas Armadas: las donaciones. Así, el primer caza no biplano que tuvo Bolivia fue un Loockheedlightning P-39, obsequiado en 1949 por EEUU durante la presidencia de Enrique Hertzog.
CLÁSICAS DESAPARICIONES
Estos cazas a hélice habían sido uno de los emblemas de la Segunda Guerra Mundial, pero entonces eran aceleradamente desplazados por los modelos a turbina. El solitario P-39 boliviano entró en acción en los bombardeos contra los militantes del MNR durante la Guerra Civil. Otro hecho primicial para los cazas bolivianos que marcó al P-39 fue algo que se podría definir como su “baja misteriosa desde hangares”. Un día no precisado de 1955, aquella nave que había entrado a reparaciones “desapareció de plataforma”.
LA ERA DE LOS MUSTANG
Tras el colapso que significó para los militares la Revolución Nacional de 1952, las adquisiciones bélicas resultaban complejas. Más confiados en los aviadores, que en el Ejército, los Gobiernos del MNR autorizaron compras de cazas a cuenta gotas. Primero llegaron de EEUU otros dos modelos emblema de la Segunda Guerra: un Republic P-47 Thunderbolt y seis Mustang P-51 en 1956. Luego, en 1957, compraron otros seis Mustang y en 1960 ocho más, esta vez a Uruguay.
En el último gobierno de aquel ciclo, el vicepresidente y excomandante de la FAB, general René Barrientos, gestionaba infructuosamente la compra de aparatos más modernos. Finalmente, usó la escuadrilla Mustang para derrocar al entonces presidente Paz Estenssoro, en noviembre de 1964.
Y mientras en 1966 el país llegó a sumar 25 cazas P-51, el solitario P-47 había cambiado de destino. Era exhibido en el museo Smithsoniano de Washington. Según declararon los comandantes de la FAB, aquella institución cultural se había llevado el aparato a cambio del compromiso de destacar, en una plaqueta, que era un aporte de la FAB.
Los cazas siguieron escribiendo su historia. Los Mustang eran aviones que habían empezado a ser desechados en diversas partes del mundo. Pero en Bolivia se convirtieron en los más utilizados en confrontaciones políticas.
Reaparecieron en mayo de 1967 cuando bombardearon a la guerrilla de Ernesto Che Guevara.
Volvieron en agosto de 1969. Entonces acosaron con metralla y napalm a las mal armadas columnas de los 67 veinteañeros que protagonizaron la guerrilla de Teoponte. Épocas convulsas de la Guerra Fría, los Mustang participaron con sobrevuelos amenazantes en el golpe de Estado que se produjo 14 meses más tarde. Entonces, el general izquierdista Juan José Torres desplazó a un triunvirato que había derrocado al general Alfredo Ovando.
Y ya en agosto de 1971, completaron exitosamente sus más cruentas y letales misiones: bombardearon y ametrallaron la plaza del estadio Siles y el cerro Laikakota. Allí, miles de estudiantes, obreros, mineros y militantes de izquierda defendían al gobierno de Torres frente al triunfante golpe del coronel Banzer.
LA ERA DEL JET
Durante el gobierno de Banzer, la FAB decidió renovar sus aeronaves. “Entramos a la era del jet”, anunció el Presidente cuando el 6 de agosto de 1973 presentó los primeros tres T-33 Mark III. El modelo era básicamente el primer avión de combate a reacción construido por EEUU, para variar, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Luego llegarían otras 10 aeronaves similares.
Los T-33, literalmente, hicieron desaparecer a los fogueados Mustang. Resultó probablemente la mayor baja de aeronaves de combate que la FAB experimentó en su historia. Como por arte de magia, no quedó ni un ejemplar en Bolivia. En 1975, una escuadrilla de Mustang fue trasladada a EEUU para un proyecto de remodelación, pero nunca retornó y apareció desperdigada entre coleccionistas y museos.
Lo peor vino en diciembre de 1977, la empresa canadiense Amy Carnegie ofreció a las autoridades bolivianas intercambiar los otros viejos Mustang por otros seis T-33. Pronto partieron aquellos cazas rumbo a sus nuevos y desconocidos destinos, pero los T-33 prometidos nunca llegaron al país. Tampoco se procesó a los culpables de la estafa.
Pero, tiempos de la “guerra contra el comunismo”, la cooperación militar de EEUU fortaleció más aún a la FAB del banzerato. En 1975, empezaron a llegar los cazas Sabre F-86 que completarían una escuadrilla de nueve unidades. Usados antes por las fuerzas aéreas de Alemania y Venezuela, traían la fama de haber sido los interceptores estrella de la Guerra de Corea. Probablemente Banzer no imaginó que la primera acción de fuerza de los T-33 y F-86 se produciría el 21 de julio de 1978. Aquella vez, su exministro de Gobierno, Juan Pereda Asbún, lo derrocó apoyado por los vuelos amenazantes de aquellos cazas.
TIEMPOS DE LO T-33
Los T-33 y los Sabre tendrían en los años venideros más oficio. Reaparecieron en acción en el golpe de Todos Santos en noviembre de 1979. Entonces, el coronel Natush Busch derrocó a Walter Guevara, primer gobierno democrático en 15 años. “Cazas T-33 vomitan metralla sobre las laderas paceñas”, señala la publicación de la Asamblea de Derechos Humanos de aquella época, al describir una fotografía. Luego añade en otra: “Aviones F-86 patrullan Santa Cruz”.
El golpe causó la muerte de más de 200 civiles, el gobierno de Natush duró 15 días. Todos los análisis coinciden en que el mayor beneficiado de aquella asonada fue el gobierno del dictador chileno Augusto Pinochet. Ello porque horas antes del golpe, Bolivia había logrado su mayor triunfo diplomático sobre la demanda marítima en la Asamblea de la OEA celebrada en La Paz.
No obstante, la historia bélica nacional de los T-33 y los F-86 se completó siete meses más tarde. En julio de 1980, respaldaron el golpe de García Meza. Paradójicamente, cuando dos años después empezaron la era democrática y la guerra contra las drogas, a los cazas se les encomendó participar de esa nueva contienda.
Sin embargo, hasta sus respectivas jubilaciones, no registraron ninguna intercepción de narcoaviones o cosa parecida. Es más, durante la célebre tragedia de Huanchaca, en septiembre de 1986, los cazas bolivianos no pudieron responder a los angustiosos pedidos de auxilio que realizó la familia de los científicos asesinados en la meseta de Caparú.
UN PREMIO EN T-33
En 1985, el país sumó otros 18 T-33, también de tercera mano. Francia los entregó como agradecimiento por la captura del exnazi Klaus Altman. Bolivia entonces descartó que el regalo consista en una escuadrilla de, mucho más modernos, Mirage III. Una delegación del Ejército había frenado la donación tras una urgente gestión ante el presidente Hernán Siles. La comitiva arguyó que si la FAB adquiría semejante potencial, podría inclinar a su favor cualquier golpe de Estado.
Desde entonces y hasta la compra de los hoy seis solitarios K-8 chinos, la única renovación de cazas bolivianos consistió en un proyecto, por 12 millones de dólares, para repotenciar los T-33. Consistía en trasladar a Canadá 18 de esos aparatos en 1997. El proyecto derivó en un escándalo de corrupción. Sólo retornaron nueve cazas, Canadá retuvo el resto por falta de pagos. Para colmo, un T-33 se estrelló cerca de Lima en el vuelo de regreso.
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LA OFERTA ARGENTINA
Una oferta singular que tiene la FAB consiste en la entrega en alquiler de seis aparatos Pampa de industria argentina. Según los foros de defensa de aquel país, Bolivia recibiría los artefactos bajo la modalidad “leasing”, mientras la fábrica argentina reactiva su producción para entregar luego los nuevos modelos. De adquirirse estas aeronaves, el país sería el primero en recibirlas.
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EL USO FINAL Y SUS LIMITANTES
Cualquiera que sea la adquisición boliviana, consistirá básicamente en aviones denominados “de entrenamiento avanzando”. La coyuntura económica del país le impide aspirar a aeronaves de generaciones más modernas y potentes, como las que poseen Chile, Perú y Brasil.
Resulta además probable que la compra implique aviones de segunda o tercera mano. La única excepción en este sentido, en toda la historia de la FAB, ha constituido la adquisición de los K-8 chinos.
Y, precisamente, sólo dos de las ofertas anunciadas, la de los L-15 chinos y los Yak rusos, implicarían naves nuevas.
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¿CUÁNTO COSTARÁN LOS NUEVOS CAZAS?
Según los recientes anuncios y noticias publicadas en foros y medios de comunicación, la FAB pidió al Gobierno la compra de una escuadrilla valuada en cerca de $us 250 millones. El propio comandante Bonilla especificó en agosto que seis nuevas unidades costarían alrededor de esa suma, “aunque lo ideal sería contar con 12”.
Esta adquisición implicaría artefactos rusos, coreanos o chinos. Sin embargo, otras versiones aseguran que el Gobierno presupuestó alrededor de 140 millones y que se hallaría evaluando ofertas más económicas, como la argentina o francesa.
A los costos de adquisición se sumarían una serie de gastos operativos que ya para los K-8 o los T-33 llegan hasta $us 3.000 por hora de vuelo. Se calcula que en cada vuelo de entrenamiento el costo supera los mil dólares y en los ejercicios tácticos los gastos se triplican. Estas actividades se realizan al menos 12 veces al año por aeronave.
