Cae el régimen de Bashar al Assad; un final dramático tras 54 años de dinastía
La caída del régimen de Bashar al Assad marcó ayer el cierre de una era de 54 años de dominio de la familia Assad en Siria, tras una presidencia de 24 años de Bashar. Este desenlace dramático sucede tras más de una década de guerra civil que dejó una devastadora huella en el país, con cientos de miles de muertos, millones de desplazados y un tejido social fracturado.
Rusia anunció la dimisión y huida de Assad, mientras que las fuerzas rebeldes proclamaron el “fin de este periodo oscuro” y el inicio de una nueva etapa para Siria. Este hecho reconfigura no solo la política interna del país, sino también las relaciones geopolíticas en Oriente Medio.
Poder y represión
Bashar al Assad asumió el poder en 2000, tras la muerte de su padre, Hafez al Assad, quien gobernó Siria durante tres décadas. Aunque inicialmente se le vio como un posible reformador, las expectativas se desvanecieron cuando adoptó las mismas tácticas represivas que caracterizaron el mandato de su padre. En 2011, las protestas de la Primavera Árabe fueron brutalmente reprimidas, desatando un conflicto armado que convertiría a Siria en el epicentro de una de las guerras más sangrientas del siglo XXI.
El régimen de los Assad se basó en el control autoritario y el apoyo de la minoría alauita, que ocupó posiciones clave en el gobierno. Aunque Bashar intentó modernizar la economía, la corrupción y las divisiones internas erosionaron la legitimidad de su gobierno. La guerra civil transformó a Siria en un campo de batalla indirecto entre potencias internacionales, con Rusia e Irán respaldando al régimen, mientras que los rebeldes recibieron apoyo de países occidentales y regionales.
El colapso
El colapso del régimen se desencadenó por una ofensiva sorpresa de los rebeldes desde el noroeste del país. Con un ejército debilitado y aliados distraídos por conflictos como la guerra en Ucrania, las fuerzas de Assad no pudieron contener el avance insurgente. La caída de Damasco, una de las ciudades más antiguas del mundo, marcó el final del control gubernamental. La capital fue declarada “libre del tirano” por Abu Mohamed al Jolani, líder de la coalición islamista y de la ofensiva.
La huida de Assad en un avión especial, según informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, dejó al país sin liderazgo. Mientras tanto, los insurgentes han tomado el control de ciudades clave como Homs y Deir al Zur, dejando solo las provincias costeras de Tartús y Latakia fuera de su dominio.
Implicaciones
Siria enfrenta ahora un futuro incierto. El país está devastado: su infraestructura destruida, la economía colapsada y millones de desplazados.
La reconstrucción no solo requerirá inversiones para rehabilitar las ciudades, sino también esfuerzos para restaurar el tejido social y reconciliar a las distintas comunidades.
En el ámbito internacional, la caída del régimen también afecta las dinámicas geopolíticas.
Rusia e Irán pierden a un aliado clave, mientras que potencias occidentales y organismos internacionales enfrentan el reto de gestionar una crisis humanitaria sin precedentes y garantizar una transición pacífica en el país.
Reacciones
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sigue de cerca la situación en Siria y coordina con aliados, mientras la Casa Blanca evalúa el impacto de la caída del régimen de al Asad tras cinco décadas de dominio.
En tanto, el presidente electo Donald Trump atribuye el colapso a la debilitada presencia rusa por la guerra en Ucrania, afirmando que Rusia e Irán están debilitados.
Mientras que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó el evento como “un día histórico para Oriente Medio” y reafirmó la postura de Israel de no permitir que fuerzas hostiles se establezcan en sus fronteras. Mientras tanto, el ejército israelí incrementó su presencia en la frontera, ante la incertidumbre sobre las intenciones de las facciones que ahora controlan Siria.
Los insurgentes, por su parte, han pedido calma y han prohibido actos de represalia en las zonas bajo su dominio. El primer ministro sirio en funciones, Mohamed Ghazi al Jalali, ha mostrado su disposición a colaborar en la transición y preservar las instituciones del Estado.
Transición incierta
El fin de la dinastía Assad marca el inicio de una etapa llena de retos para Siria. Las facciones que ahora controlan el país tienen visiones diversas y, en muchos casos, contrapuestas sobre el futuro. Este vacío de poder podría desatar nuevas tensiones internas.
El legado de los Assad es ambiguo. Mientras que Hafez consolidó una relativa estabilidad mediante la represión, Bashar dejó un país destrozado por la guerra. La caída del régimen abre interrogantes sobre el futuro de Siria y el papel de la comunidad internacional en su reconstrucción. Por ahora, el pueblo sirio enfrenta la ardua tarea de reconstruir su país y redefinir su destino.
Justicia y reparación
Entre las prioridades más urgentes está la atención a los millones de desplazados internos y refugiados. Países como Turquía, Líbano y Jordania, que han acogido a gran parte de esta población, han pedido a la comunidad internacional mayor apoyo para facilitar el retorno seguro de estas personas a sus hogares.
En paralelo, organismos internacionales y organizaciones de derechos humanos han exigido la rendición de cuentas por los crímenes de guerra cometidos durante el conflicto. Se espera que la Corte Penal Internacional inicie investigaciones que podrían incluir a altos mandos del régimen de Assad y a líderes de otras facciones involucradas en el conflicto.
La sociedad civil
La sociedad civil siria, debilitada pero resiliente, será crucial en el proceso de reconstrucción del país. Organizaciones locales e internacionales trabajan en la provisión de ayuda humanitaria, educación y servicios básicos en las áreas más afectadas. Estas iniciativas podrían sentar las bases para una nueva era de participación ciudadana y democracia en el país.
En este contexto, el camino hacia una Siria en paz será largo y complicado. Sin embargo, la caída de la dinastía Assad es vista por muchos como una oportunidad histórica para reconstruir un país más justo e inclusivo, donde las heridas del pasado puedan comenzar a sanar.