El peligro del vigilantismo hoy
Vigilantismo refiere a la acción emprendida por grupos de ciudadanos que se autodenominan, por una u otra razón, los “vigilantes” de la seguridad ciudadana, la cual pasa a depender de los códigos, éticas e intereses de estos “parapolicías” civiles. El resultado: una sociedad en la que los pobladores de una zona se encargan de manera colectiva de las acciones vigilantes, que se caracterizan por ser generalmente violentas y que incluyen linchamientos (físicos o virtuales), constitución de grupos de autodefensa, organizaciones vecinales, instituciones paralegales de seguridad y justicia en las comunidades, entre otros.
En Bolivia, y en América Latina en general, hay una tendencia fuerte hacia el vigilantismo, fenómeno que se ha dado de manera paralela al fortalecimiento de gobiernos y posturas populistas (tanto de “izquierda” como “derecha”) en las que el “pueblo” asume un papel cada vez más participativo en la gestión de la “cosa” estatal. El caso más visible –no el único- se encuentra en el Trópico de Cochabamba en el que “la población” ha asumido la tarea policial, prohibiendo la entrada de representantes de esta institución a la zona. Los resultados no se han dejado esperar: incremento alarmante de linchamientos (el último el de un joven de 16 años), feminicidios, robos, atracos, entre otros.
Todo ello –sobre todo los castigos colectivos- sin que ningún defensor de derechos humanos se pronuncie (o lo hacen de manera muy tibia). Y es que el vigilantismo es muchas veces visto como una reacción justificada de sectores vulnerables, poco atendidos por una justicia corrupta (en la mayor parte de sus entidades: jueces, abogados y, sobre todo, policía). Por definición, los afectados por el vigilantismo (los acusados de delincuentes, considerados como peligrosos para el grupo) dejan de tener importancia, explicándose la acción de los parapolicías civiles apelando a su situación de exclusión y marginalidad social. No obstante, en general, el vigilantismo viene acompañado de la asunción de mando de algunos que, disfrazados y anonimizados en lo “colectivo” e impulsados por sus intereses, juicios y pre-juicios individuales o grupales, despliegan actitudes autoritarias, dando por desechables a aquellos considerados como “otros” -por sus acciones o su físico-, y frente a los cuales la mayoría debe someterse perdiendo total autonomía –de pensamiento y acción- individual.
En un momento en que tenemos como un desafío mayor la reconstrucción de un fragmentado tejido social boliviano, parece más que nunca necesario, repensar, frente a estas actitudes vigilantistas, la posibilidad de construir, desde los actos ciudadanos, comunidades colectivas basadas en el respeto a la diversidad y a los otros. Rediscutir en este sentido, el tema del contrato social (tan olvidado hoy en día), de la separación de poderes (ninguneada durante los últimos años), y, sobre todo de la autonomía individual concebida como la capacidad –desarrollada e impulsada- de ser crítico frente a lo instituido (los actos vigilantes) pero también en relación sí mismo.
La autora es responsable del área de Desarrollo del CESU-UMSS
Columnas de ALEJANDRA RAMÍREZ S.