Contrastes
Los suburbios pobres son frecuentes en las ciudades y ello es evidente en América Latina. Son zonas que históricamente concentraron la fuerza de trabajo en el marco de un apartheid indirecto heredado del pongueaje y del esclavismo. Conviven en el mismo espacio, barrios de lujo (generalmente amurallados) y, en contraste, villas, callampas, favelas. Estas últimas suelen ser áreas sin presencia estatal a no ser para reprimir y matar. No cuentan con servicios básicos y hasta de árboles se los priva. Y abunda el hacinamiento. En el meollo de este encierro, ¿qué será del prójimo que en un cuarto mísero comparte cocina, dormitorio, comedor con 10 personas?
En varios lugares del mundo se advirtieron animales que, aprovechando la ausencia humana, vinieron a curiosear a las ciudades. Pumas en Chile, ciervos en Japón, coyotes en EEUU, jabalíes en Italia, monos en Tailandia, zorros en Colombia. Dulce y precioso recordatorio de que el planeta nunca fue ni será nuestro… y que la vida continuará sin nosotros.
Una señora boliviana que reside en el extranjero quiso visitar la tierra que la vio nacer. No contaba con la mala fortuna de portar coronavirus. Llegó a su patria y ocho hospitales rechazaron tratarla. Vecinos la desconocieron e insultaron. Fue difamada en las redes y no faltó quien clamó que se la recluya en una cárcel o se queme su casa.
La reducción del tráfico vehicular, la pausa industrial y comercial, la disminución de vuelos, entre otros efectos de la cuarentena, dan al planeta un respiro. Se redujeron los gases de efecto invernadero, por ejemplo, indican que en China aplacó la emisión de dióxido de carbono en un 25%. En Cochabamba, el azul del cielo resplandece, las montañas volvieron a la vista, el aire se siente diáfano y fresco.
Escasos gobiernos bolivianos dieron prioridad a la salud. Por ende, nos escupieron un sistema de salud público burocrático, temiblemente ineficiente y de condiciones precarias. Si la pandemia se descontrola no habrá capacidad para salvar vidas. No obstante, los políticos (partidarios) están más preocupados en militarizar las calles, boicotear al gobierno de turno, hacer campaña proselitista y hay, incluso, los que apelan a Dios para disimular su ineptitud.
Las aves en Cochabamba están eufóricas. Tal vez algo confundidas por la retirada humana, pero se las escucha alegres, consagrando la libertad de sentir suya la ciudad. Sólo desde mi pequeño rincón, reconocí cantos de aves muy raras de atisbar en la urbe: “piquitos de oro”, pájaros carpinteros, viuditas. Y un cuervo me embelesó con su aparición.
Eriza pensar que zigzagueamos en lo que dibujó Camus ( La peste ). Racismos desbordados, clasismos recónditos, xenofobias trasnochadas, plutocracias sedientas del trabajo del resto aun a costa de “unas cuantas vidas”, todo va emergiendo como “el monstruo de la laguna”.
Ante la reclusión humana, reportaron que en Venecia los canales se colmaron de peces, cisnes, patos nadando en aguas límpidas. En Cochabamba circularon fotos de un supuesto río Rocha aliviado y cristalino, tal cual lo cantaban los abuelos.
En países como Bolivia mucha gente vive de lo que trabaja al día. Humildes vendedoras ambulantes de fruta, jugo de naranja, manzanilla o chucherías; cargadores, albañiles a destajo, trabajadoras sexuales, pequeños productores que ofrecen lo que sembraron, personas en situación de calle. ¿Qué es de ellos en estas aciagas jornadas de cuarentena? ¿Cómo será el elegir entre el hambre y el contagio?
Ayer, después de más de 30 años, observé luciérnagas en la ciudad.
La autora es socióloga
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA