¿Qué quiere Dios en esta cuarentena?
Mucho se especula sobre cómo debemos los católicos interpretar esta catástrofe que vive la humanidad con el coronavirus. Algunos dicen que, si oramos mucho, Dios va a detener la pandemia; otros, que nos merecemos la enfermedad porque es un castigo.
¿Cuál es la verdad? Ambos puntos de vista tienen algo de razón; hoy nos detendremos a analizar el primero. Dios tiene el poder de sanar y es bueno que oremos para pedir su misericordia y salvar nuestras vidas, pero no es suficiente. La oración tiene más eficacia si viene acompañada de penitencia o ayuno, y lo más importante: un cambio de actitud.
La humanidad está sumida hoy más que nunca en pecados inimaginables. El pecador obstinado es quien insiste en hacer el mal a pesar de conocer el bien: no le importa, no le incumbe, sólo quiere hacer lo que le gusta sin que juzguen sus fechorías.
Por ello, los católicos tenemos que hacer un doble esfuerzo: no sólo salvar la vida perecedera de este mundo, sino también la espiritual.
Rezar el rosario, hacer obras de caridad, orar por nuestros médicos, militares, autoridades, periodistas, comerciantes… Orar al santo de nuestra devoción, enseñar virtudes dando el ejemplo, etc. Es un sacrificio diario de tiempo que hay que asumir para tener el derecho de llamarnos católicos auténticos.
Los católicos hemos descuidado tanto la salvación de nuestra alma, tanto, que ya ni parecemos católicos, sino más bien simples maniquíes seculares dispuestos a dejarse llevar por lo que dicta el mundo. Por esta razón, no basta con pedir en nuestras oraciones que salvemos nuestras vidas, sino que salvemos nuestra alma, y que Dios nos utilice a nosotros y al prójimo para salvar las almas de los demás.
Es importante recurrir a Dios para que nos ilumine con su sabiduría, que tanto bien hace a la salvación del hombre. Los bienes materiales y perecederos son nada ante la dicha de tener un alma que pronto verá a Dios y gozará con los ángeles cantando himnos de gloria. Dice san Alfonso María de Ligorio en su libro Preparación para la muerte: “Si se pierde la hacienda, posible es recobrarla por nuevos trabajos; si se pierde un cargo, puede recuperado otra vez; aun perdiendo la vida, si uno se salva, todo se remedia”.
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