Urkupiña, una celebración restringida
En cuatro días es la fiesta de la Virgen de Urkupiña. Este año, las circunstancias excepcionales que vivimos desde hace cinco meses por la pandemia del coronavirus determinaron la suspensión de los eventos de la mayor fiesta pagano-religiosa que en celebra en Quillacollo, y Cochabamba.
“Se suspenden todas las actividades de la festividad de Urkupiña hasta el próximo año, para evitar el contacto de las personas en medio de la pandemia que vivimos”, anunciaba a principio de mayo el alcalde de Quillacollo.
Pero esa suspensión, que parecía total al momento de su anuncio, es en realidad parcial, pues la alcaldía quillacolleña organizó cinco actividades religiosas y culturales para celebrar la festividad de la Virgen María de Urkupiña: una serenata, una demostración de danzas de las fraternidades que –en tiempos sin pandemia– participan de la entrada folklórica, dos misas y la romería al calvario. Cuatro de esas actividades –de acuerdo con la explicación de los organizadores– serán virtuales. Menos la peregrinación al calvario, el lugar donde según la leyenda la Virgen hizo su aparición a una muchacha.
Así la celebración de la Festividad tendrá este año un cambio radical cuyo impacto mayor es económico, pues cada año se generaba un movimiento de cerca de siete millones de dólares, gracias al millón de turistas nacionales y extranjeros que llegaban para ese evento y que dinamizaban los sectores de hotelería, restaurantes, transporte y comercio.
Y también la Alcaldía dejará de percibir ingresos que el año pasado significaron una ganancia de 400 mil bolivianos, para una inversión 800 mil. Este año esa entidad destinó sólo 50 mil bolivianos en la organización y promoción de la “Fiesta de la integración”, sin perspectivas de recuperar algo.
En este contexto, la celebración de la festividad de la Virgen María de Urkupiña de este año podría ser una ocasión para para reforzar su carácter espiritual, especialmente porque será muy difícil que se produzca los excesos de consumo de alcohol y de consumismo que son habituales en Quillacollo, en estas fechas.
Sin embargo, no existe, al parecer, nada preparado para impedir que las celebraciones, a pesar de estar reducidas al mínimo, no convoquen a devotos, o no devotos, y comerciantes que acudan a Quillacollo con la esperanza de demostrar su fe, los primeros, participar de los eventuales encuentros mundanos, los segundos, y conseguir algunos ingresos, los terceros. Todos corriendo el riesgo de contagiarse con el coronavirus.