La hermosa, la difícil, la compleja
Los Tiempos informaba sobre la existencia de al menos cinco ferias del contrabando en Cochabamba cuya afectación a la economía formal sería millonaria (3 mil millones año), creciendo entre 200 y 300 millones de dólares cada año (es decir, aproximadamente 3.300 millones estimados para 2022).
No soy economista ni entendida en la materia, pero no hace falta para darse cuenta de la urgencia de la medida, de la oportunidad que ven en el contrabando miles de familias que a falta de un empleo seguro vieron en la venta de productos ilegales su fuente de ingreso.
Hoy, me animo a decir que estos vendedores nocturnos y ambulantes ya han conformado sindicatos y mañana estarán en puertas de la Alcaldía y la Gobernación si el sistema decide afectar su “derecho al trabajo”. Nos hemos hecho de un grupo más de dominio sindical que tendrá de un huevo a las autoridades y en jaque a la producción nacional formal.
Entrada la noche, por distintos puntos de la ciudad, se observa a una clientela también oportunista que gusta de ahorrarse dos o cinco quintos comprando champú chileno, galletitas argentinas y papel higiénico peruano, y como es obvio por estas culturas inmediatistas y limitadas, no ven que, cuidando su economía, en realidad están colaborando para que el tío, el sobrino, el vecino y el amigo se queden sin pega, sin aguinaldo y sin jubilación. Finalmente, me limpio el poto con papel extranjero como a mí me gusta y me cago en el resto... es la consigna a la hora de hacer números.
Los contrabandistas (porque hay que llamar las cosas por su nombre) ahora lucen uniforme, detalle que no es menor, pues los chalecos naranjas que visten hablan de una organización, de un poder, de una decisión de seguir adelante con el “emprendimiento” cueste lo que cueste y afecte a quien le afecte.
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